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Los controles de la teniente política se centran en incautar licor artesanal

Solo 3 turnos de buses permiten salir o entrar de la parroquia Ludo en Azuay (Galería)

Entre febrero y marzo, manzanas, duraznos y otras frutas aparecen en las ramas de los árboles. Estos productos se comercializan en Cuenca. Fotos: Fernando Machado/ El Telegrafo
Entre febrero y marzo, manzanas, duraznos y otras frutas aparecen en las ramas de los árboles. Estos productos se comercializan en Cuenca. Fotos: Fernando Machado/ El Telegrafo
10 de marzo de 2015 - 00:00 - Rodrigo Matute Torres

Enclavada entre las montañas, donde sobresale su iglesia, se divisa desde la parte alta a Ludo, una parroquia azuaya con 3 mil habitantes, la mayoría se dedica a la agricultura, pese a la escasez de agua para riego y para beber.

Hay 2 formas para llegar a  este sector. Se puede utilizar la carretera por Quingeo, por Santa Ana, utilizando la vía por Rumipamba y también por el cantón Sígsig.

Llegar al sitio se transforma en una verdadera aventura, no solo para los que la visitan por primera vez, sino también para los pobladores que carecen de un medio de transporte. Ellos saben que solo 3 turnos de buses pasan por Ludo, uno en la mañana, otro al mediodía y otro en la tarde. “El que se quedó, se quedó”, manifestó en medio de una sonrisa Sonia Morocho, tenienta política.

Es que la distancia no es el problema. Desde la parroquia Santa Ana, son apenas 34 kilómetros para llegar a Ludo, el problema es que no hay unidades. “Puedo pasar aquí toda la mañana y nadie me va a llevar porque no hay carros”, señaló Gloria Quinde, una mujer que se fue de Cuenca a vivir en Quingeo, pero por este inconveniente trata de regresar a Cuenca.

Por Quingeo pasa un carro cada 15 minutos, pero son vehículos que reparten leche, otros bebidas gaseosas o quizás un patrullero que de rato en rato circula por el sitio ayudando a transportar a los habitantes. Desde el cantón Sígsig la situación es un poco más sencilla, pero hay que contratar una camioneta para arribar a este sector.

Desde Santa Ana hay solo carros contratados que van al lugar. “No hay transporte porque la gente no se moviliza mucho”, dijo Alfredo Nieto, chofer de la cooperativa Transdizha, que dispone de todos los permisos para llevar pasajeros.

El conductor tomó la ruta por Rumipamba. En algunos kilómetros la vía está en mal estado, pero en buena parte es aceptable. “A veces hacemos carreras porque la gente necesita llegar rápido o cuando hay emergencias por salud”, expresó el chofer.

La iglesia es una de las más antiguas de Azuay y se conserva mediante las continuas mingas que realizan los habitantes.

Libres del ruido y de la contaminación

Solo la bulla de los estudiantes que salieron al pequeño parque rompe el silencio de Ludo. Contados son los carros que circulan por esta pequeña comunidad. María Pucha, mientras saborea unas papas fritas, considera que se necesita fomentar la presencia de turistas en el sitio para que de esta manera también haya fuentes de trabajo.

La habitante se queja porque no hay agua potable. “Solo cuando llueve tenemos agüita, pero ahora ya estamos escasos, peor para las siembras”. Ella fue dirigente de la comunidad San Pedro de Morocho y en ese entonces se realizaron varias gestiones para contratar el proyecto Minas, el cual puede dotar del fluido a más de 10 comunidades del lugar.

En las pequeñas calles, la presencia de alguien que no es del lugar, pronto se conoce. Con curiosidad se preguntan entre ellos: ¿quiénes son? El rumor ya llegó a la Tenencia Política, donde saben que hay periodistas en el lugar. “Estamos trabajando en beneficio de todo el pueblo, sin escatimar ningún esfuerzo”, aseguró Sonia Morocho.

Agregó que el control a las tiendas en la parroquia es continuo, para evitar que se vendan productos caducados o quizás con sobreprecio. Mencionó un problema que se ha ido erradicando poco a poco: el alcoholismo.

Sus habitantes no pierden tiempo, mientras esperan algún medio de transporte, aprovechan para tejer un sombrero de paja toquilla y luego venderlo en $ 8.

Era usual ver a muchos de sus habitantes botados en las calles, especialmente los fines de semana. Hoy esas escenas se ven muy poco, casi han desaparecido. Aquello se debe al trabajo  realizado por las autoridades, conjuntamente con los pobladores. “Ha sido difícil, pero vamos saliendo adelante. Se ha incautado el trago artesanal, que es el que más se vendía”, dijo la autoridad.

El presidente de la Junta Parroquial, Gonzalo Jiménez, resaltó que el trabajo en la comuna se hace con la participación de sus pobladores. Hoy Ludo tiene un UPC (Unidad de Policía Comunitaria) moderno y cuenta siempre con uniformados. También disponen de fondos para el arreglo del centro parroquial, aunque destacó que, de retirarse la Tasa Solidaria, restaría el aporte económico para el arreglo de las vías que llegan hasta Ludo. “Perderíamos como $ 60 mil”, indicó la autoridad.

Los niños y jóvenes caminan por sus calles polvorientas, sin el peligro de ser atropellados. De pronto miran a un lado y al otro para ver si alguien viene, extienden sus manos y se ‘roban’ unas manzanas. Es que estas tierras están llenas de frutos en esta época del año. Peras, manzanas, duraznos y capulíes cuelgan de sus ramas.  

Ya en la tarde, al escuchar un pito a lo lejos, la gente corre a la vía principal. Se trata del bus de la cooperativa Transmilagros, el último transporte que pasa por el sector y lleva muchas personas con destino a Cuenca.

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