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El Telégrafo
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Cerca de 80 familias residen en este recinto del cantón vinces y se dedican a la agricultura y ganadería

Ni las peores inundaciones acabaron con el ánimo y la esperanza de Poza Seca (Galería)

Edgardo Osorio gana $50 semanales por cuidar 80 cabezas de ganado. Él pide un puente carrozable para que los campesinos saque sus productos a Vinces. Fotos: Javier Tamba / El Telégrafo
Edgardo Osorio gana $50 semanales por cuidar 80 cabezas de ganado. Él pide un puente carrozable para que los campesinos saque sus productos a Vinces. Fotos: Javier Tamba / El Telégrafo
03 de febrero de 2015 - 00:00 - Javier Tamba Guzmán

Apoyada en su andador, Rufina Ochoa da unos pasos y se sienta junto a la entrada de la casa. Busca luz, la luz del día, uno más en su carrera existencial de 93 años. Si otra persona pudiera mirar a través de sus recuerdos tendría imágenes exactas de todo lo que cuenta.

“Hábleme duro, que ya casi no escucho”, se anticipa la residente de uno de los 118 recintos que componen el cantón Vinces, en la provincia de Los Ríos.

Apenas 2 casas dieron vida al recinto Poza Seca, allá por la década del 40. Rufina nació en una de estas: en la finca El Guaji, que pertenecía a su padre. Y fue la apertura de un brazo del río Vinces la que garantizó la subsistencia de la nueva localidad.

En el lugar siempre prevaleció la agricultura. Por eso fue imprescindible zanjar un brazo de río con la vetusta maquinaria de la época. Y del otro lado del afluente se levantaron nuevas comunidades, como el recinto Macho Capón y el caserío Casa Azul. Lastimosamente, con el transcurso de los años, el caudal se tapó y ahora solo se llena cuando los aguaceros desbordan el río que da su nombre al cantón.

Raúl Villasagua (64 años), promotor social del Municipio de Vinces, comenta que al arroyuelo lo llamaron Río Chico, pero hace 4 décadas quedó seco por el asentamiento de una platanera.

Esta circunstancia hizo que los comuneros conozcan al recinto como Poza Seca, porque desde entonces el viejo arroyuelo pasa seco en verano y se llena en invierno.

Pero si de lluvias se trata, los pozasequeños saben bastante. Después de 60 años han aprendido a sobrevivir los duros inviernos. En la memoria de Rufina, aún permanece la inundación de 1982: algunos vecinos murieron, otros quedaron damnificados, muchos perdieron sus cosechas y con la corriente se fueron gallinas, chanchos y vacas.

Para ayudar a los perjudicados se unieron la iglesia, el entonces Ministerio de Bienestar Social y las autoridades locales. Durante 6 meses funcionaron las “ollas comunitarias”, donde comían los pobladores. No solo los diluvios han afectado la zona, en algunos años las sequías se ensañaron contra los sembríos.

Angélica Álava extrae agua del pozo que se abrió en su vivienda. El líquido les sirve para asearse, lavar la ropa y los platos Junto a ella están sus hijas Jasú y Nicole.

Un arduo trabajo

En el trayecto hacia Poza Seca también se observa el trabajo autónomo. Algunos finqueros cultivan arroz, cacao, maíz, mango, zapote, zapallo, aguacate, etc. Otros crían ganado. Las mujeres, en cambio, cuidan a los hijos, acarrean el agua y alimentan a los animales.

Antes del mediodía, con el sol desplazando a la garúa, los agricultores retornan a sus domicilios. Sudoroso, Alcides Mendoza (72 años), saluda levantando las cejas y detiene su paso para bajar de su hombro la cabeza de banano que cargó  desde Macho Capón. Es jornalero y colabora en cualquier tipo de plantación. Gana $ 8 diarios ($ 48 a la semana).

Quienes trabajan por su cuenta venden lo que produce su tierra o el ganado, de modo que solo aceptan empleos ocasionales, particularmente, en tiempos de cosecha. Laboran de 05:30 a 11:30.

Jair Mendoza (50 años), ingeniero acuícola de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, interrumpe su trayecto en moto y se suma a la charla. Asegura que más del 50% de habitantes -aproximadamente 80 familias- se ocupan en las plataneras aledañas, en donde la jornada es de 07:00 a 11:00 y de 12:00 a 15:00. Él, en cambio,  prefirió producir su propia tierra.

Una de las bananeras más grandes del área pertenece a la hacienda La Isla, en el recinto Estero de Enmedio. La paga oscila entre $ 8 y $ 10 diarios, pero si el trabajo incluye cortar la mata, pueden recibir hasta $ 20 adicionales. Los pequeños y medianos productores entregan su fruto a las exportadoras Hormiguita, Chiquita y Prima Donna.

Pasando el puente del río Chico, que da la bienvenida a Poza Seca, avanza a galope de caballo y  bajo un sombrero de paja,  Edgardo Osorio (40 años), arreando a unos 80 vacunos. Es jornalero y percibe $ 50   semanales. El quehacer le demanda faenas de hasta 15 horas al día y redondea sus ingresos desmontando arroz para el expendio.

Una renta extra para los lugareños se deriva de la pesca de invierno, ya que cuando la corriente del río Vinces invade el río Chico trae peces guanchiches, damas, bocachicos, viejas, dicas, etc.

Proyectos pendientes

Lanza el balde hasta el fondo y al tirar de la cuerda obtiene el agua para lavar los platos. Extraer el líquido del pozo familiar es parte de la rutina de Angélica Álava (28 años). En su casa, construida con ladrillo en una planta, convive con Francisco Gutiérrez (31 años) y sus 4 hijos: Elkin (8 años), Nicol (6 años), Jasú (5 años) y Diego (2 años).

En Poza Seca el agua potable es todavía un anhelo, pero no preocupa porque jamás han sentido la comodidad de abrir una llave dentro de casa o el placer de ducharse sin recurrir a cubetazos. Por eso, aún sacan agua del pozo y solo para calmar la sed la compran en botellones.

Acerca de la potencia de la  energía eléctrica, el crecimiento poblacional saturó los transformadores instalados. Angélica no tiene refrigeradora porque el suministro es  inestable.  

En la localidad existe la Unidad Educativa 24 de Julio, donde se instruyen Elkin, Nicol y Jasú. En el laboratorio de informática, con capacidad instalada para una clase de 30 personas, hay una sola computadora que utilizan los 175 alumnos y 8 docentes del establecimiento.

La infraestructura quedó disponible en 2009, pero el director Máximo Espinoza aún espera que los equipos lleguen.

Ajenos a la intranquilidad de los maestros, los chicos se entretienen en el patio. Conversan, corren, sueñan, la realidad de Poza Seca no les impide construirse un futuro.

DATOS

En lo que respecta a la movilidad, los moradores de Poza Seca se trasladan en camionetas a cambio de $ 0,50 de pasaje. Las motos y bicicletas son muy utilizadas.

Para recrearse, los habitantes del lugar practican indor en una cancha aledaña al centro del recinto. También juegan billar o, en el caso de algunos varones, van al club nocturno de la vía a Babahoyo.

La Alcaldía de Vinces no da cobertura de agua potable para Poza Seca y otros recintos, pero hay centros de abastecimiento. En el 50% de la zona rural hay pozos y se estima llegar al 90% hasta 2018.

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