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El Telégrafo

La ciudad de Dios

La ciudad de Dios
15 de enero de 2013 - 00:00

El puerto de Guayaquil avizora nubes preñadas de agua ingresando al candente 2013, y hay un movimiento inusitado que comparte el país entero. Con la garúa constante de estos días hay noticias, una suerte de movimiento que no se había visto desde las últimas disputas electorales. Muy cerca de esas otras aguas, las tranquilas del estero, un porfiado engranaje de adrenalina se encarga de animar a ese hombre de impoluta presencia que dirige los ritos en la Iglesia Monte de Sión los días miércoles y domingos. ¿El candidato es el pastor?, ¿el pastor es el candidato?, inquieren algunas voces; les responden otras con monosílabos que asienten, que siguen la conversación, que comparten la búsqueda de la respuesta idónea. En aquella casa de cultos, ubicada en Av. Rodrigo Chávez 528 y Av. La Loma, en Urdesa Norte, se percibe un paradójico ambiente de paz y tráfago a un mismo tiempo.

Su sobrio traje a la medida, impecable. De cuando en vez se ajusta las solapas del saco frente a un espejo imaginario. A un poco menos de un jeme debajo del cabello ondulado y entrecano, esa mirada parece atravesar los cristales de sus lentes para pasar revista al recinto –sea el púlpito o la tarima política–, para penetrar los ojos de sus interlocutores o para hallar en su Biblia la cita adecuada al momento por el que está pasando su existencia. Éste, su texto de cabecera, ha sido profusamente revisado y sus páginas lucen la impronta de la lectura frecuente; los adhesivos coloreados que facilitan hallar cada uno de sus libros lo convierten en un formidable instrumento de trabajo, también. Con sus movimientos medidos, proyecta confianza tanto en sí mismo como en el discurso que propaga a los vientos todos.  

Nelson Martín, nacido en Guayaquil en 1960, es hijo de Luis Alberto Zavala (+) y de Gladys Avellán. El día de la rueda de prensa en que Abdalá Bucaram Pulley, del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), anunció su candidatura a la presidencia de la República hubo cierta conmoción en algunas palestras nacionales. Parecía que el país, con sus relatos de conflictos militares, de pugnas religiosas y de intolerancia civil, estaba reflejado de rostro y cuerpo enteros en aquel espejo del anuncio y sus consecuencias. El intrincado manojo de micrófonos yacía en el escritorio al que no tardó en acodarse el pastor, flanqueado por Dalo Bucaram y Gabriela Pazmiño. Eduardo Azar, a solo un puesto de distancia, delante del corro de concurrentes, la mayoría simpatizantes del partido y periodistas. Allí, en los prolegómenos, las palabras de Bucaram lo describían como un hombre de Dios. Y así es como llega a todos los puntos de la geografía patria a los que lleva su palabra; rodeado de un nimbo de estar encaminado a la religión, aunque él prefiera llamarse “un hombre de fe”. En tal vía, considera que los estados laicos pueden divorciarse de la Iglesia, pero no de Dios.   

Primero, fue considerado por Lucio Gutiérrez para completar su binomio, pero se diluyeron las charlas, y las circunstancias lo condujeron a su actual situación. Le enorgullece pertenecer a por lo menos un cuerpo colegiado: es miembro de la Asociación de Pastores Evangélicos del Ecuador. Ha demostrado que para él la palabra es, en verdad, la Palabra, así, con mayúsculas. Ergo, este hombre que guía sus actos a través del cedazo de un solo libro –el más importante para él–, ha hallado en el discurso de las Sagradas Escrituras el puente que edifica día a día con los demás. La dirección de su voz se despliega a veces: cree reconocer el principal problema en la conducción del Estado: está en la línea moral, en lo que llama “la defensa de la familia”. En efecto, el candidato propone colocar a la familia como uno de los centros de la atención colectiva, y que vuelva a ser considerada un patrimonio protegido.   

La tortuosa cuenta regresiva rumbo a la presidencia –y que arrancó hace una semana– va logrando tachar, jornada tras jornada, el calendario electoral a la vez que expone al país una vía de ocho pistas bien diferenciadas por colores, métodos y propuestas. De dichas ocho pistas, Zavala ocupa aquella a la que no pudo llegar Abdalá Bucaram Ortiz (que lleva 15 años exiliado en Panamá), por no haber sido calificada su candidatura por el Consejo Nacional Electoral.   

A pesar de pertenecer a un culto con cierta fama de apegado a rígidas líneas de proyección a sus fieles, las frases que salen de su boca no lucen como eslóganes cansinos, como es el caso de algunos de sus contendores. Más bien, cuando habla a través de los medios, se dirige a quienes lo escuchan con un tono de voz a veces agamuzado, a veces vitriólico, cargado de altos y bajos que convocan la atención e impiden perder su mensaje. Los estudiantes que han pasado por sus aulas lo recuerdan como alguien metódico, preocupado por asuntos sociales y éticos –incluso en los módulos que ha dado en la Espol-. En las evaluaciones que les realizan a los chicos para definir el desempeño de los profesores, Zavala ha sido ubicado en muy altos estándares. Uno de esos estudiantes –en el colegio La Moderna–, quien acaba de anunciarlo como candidato, lo tuvo como orientador espiritual.

Estuvo casado anteriormente con Marlene Cisneros Castro. Su matrimonio colisionó contra el lastimero tren de su inmadurez, ha afirmado en varias ocasiones. Se trataba de algo previsible, porque coincidió con sus épocas de exceso y despilfarro. Había copiosas entradas de dinero al peculio personal, debido a su trabajo como vendedor de bienes raíces. Algo de santa Mónica debió tener uno de sus hermanos, pues sus oraciones dieron resultado: a los 34 años dejó el whisky y abrazó la que ha sido su compañera desde entonces, la Biblia.  

Quizá sus declaraciones más cuestionadas (incluso en un panel que sobre derechos humanos se organizó en la Facultad de Psicología de la Universidad de Guayaquil) son aquellas en que se pronunció en contra de los derechos de las parejas homosexuales. Sin embargo, en sus recorridos proselitistas en la Floresta II, al sur del puerto, uno de los primeros beneficiados –con lo necesario para emprender un negocio- en su programa “Ama a tu prójimo” fue precisamente un joven de la comunidad GLBT. Cree en la censura al cine y a otros productos culturales. Gobernar con las manos sobre la Biblia no lo hará renunciar a sus principios, aunque afirma entender la pluralidad que compone el país.    

Otra visión  es la que marca ninguna tolerancia hacia quienes “quieren destruir a la familia”, y la reformulación del Ministerio de Educación en Ministerio de Valores, Educación y Cultura. En cambio, la creación del Ministerio de Pobres ha sido vista con escépticos ojos, aunque ofrezca atender a la maximización de recursos para la asistencia más eficaz a las personas de recursos limitados. Ha sentido, dice, el respaldo de no solamente ciudadanos pertenecientes a ese 12,25% de evangélicos que hay en el Ecuador, sino de fieles de otros fragmentos del Cristianismo, que poseen la misma ideología (aunque otros pastores miran su postulación como una decisión personal).

Cree en el referéndum sobre temas importantes, como si nuestro marco legal debe dar cabida al matrimonio entre personas del mismo sexo. Aunque él no acepta esa posibilidad, al final su conciencia estará en paz, pues esas cuentas se saldarán entre el pueblo y Dios. Asimismo, afirma estar convencido de que la nivelación permitirá el ingreso de los bachilleres a la universidad, y los alejará de la delincuencia.    

Su domicilio –en la urbanización Río Guayas, a un tiro de piedra del puente de la Unidad Nacional– es el espacio donde planifica los pasos que dará en el futuro. Denny Cevallos Capurro (abogada y psicóloga, ex asambleísta por Esmeraldas) es registrada como su binomio desde la candidatura a la vicepresidencia. Que haya dicho que su plan es pastorear a 14 millones de compatriotas fue algo que el público encajó de forma irregular. Para unos, fue acción que muestra sindéresis entre su pensamiento y su acción; para otros, más bien refleja el fuerte sesgo con el que gobernaría, si fuera elegido presidente de la República. Un taxista me dijo ayer que “a lo mejor el hermanito da una sorpresa”. Nadie puede saberlo con certeza. Menos en un país donde el atavismo ha sido una constante de sus decisiones republicanas.

ÍNTIMO

El pastor Nelson Zavala saltó a la vida política en 2008, cuando el país se aprestaba a aprobar la Constitución de Montecristi.

En aquella época contó con el respaldo de la jerarquía católica para rechazar un texto que, consideraba, permitía el aborto y los matrimonios entre parejas del mismo sexo.

Encabezó marchas y mítines. Tras la consulta volvió a la cotidianidad, hasta que Lucio Gutiérrez lo invitó a ser su binomio, pero no aceptó y se fue con el PRE.

*Nació en Guayaquil, en 1970. Se licenció en Letras en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Autor de varios libros y ganador de premios internacionales de literatura.

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