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Crónica a pie

La quiteña que desafió a la muerte y ganó la apuesta

La quiteña que desafió a la muerte y ganó la apuesta
Foto: José Morán / El Telégrafo
17 de agosto de 2016 - 00:00 - Ángela Portilla Caballero

El pasado 30 de junio, Génesis Guevara se lanzó desde el departamento del sexto piso donde vivía, en el sector del cerro Santa Ana, en Guayaquil. Sobrevivió gracias al techado de una escuela que frenó su caída. Desde la cama del hospital, donde se recupera de la operación en la columna vertebral, habla de todo, menos del accidente que le dio un vuelco a su vida.

Génesis, de 25 años, es quiteña y tiene una hija de 4 años y hasta el 30 de junio formaba parte del 30% de jóvenes de todo el Ecuador que llegó al puerto principal para estudiar en la Universidad de las Artes.

Apasionada por la danza, hizo estudios de baile en la Casa de la Cultura, en su Quito natal, pero el nacimiento de su hija (2012) la obligó a una para de dos años. Más tarde, la oferta de la recién creada Universidad de las Artes le abrió nuevas posibilidades. “La universidad recién había abierto, de modo que con mi expareja  decidimos venir aquí porque teníamos el chance de estudiar”, recuerda.

Estudiar en Guayaquil implicaba el traslado de la pareja y la hija de ambos, y también contar con los medios económicos para hacerlo.

Comenzó a investigar sobre las posibilidades de conseguir ayuda y descubrió que el IECE (hoy Instituto de Fortalecimiento del Talento Humano) daba becas de movilidad territorial. “Eso resolvió nuestros problemas económicos, ya que la ayuda consistía en un sueldo básico para cada uno.

Luego llegó el proceso de adaptación al tórrido clima de Guayaquil. Aprovechando que su expareja es oriunda de Chone (Manabí), “ciudad más caliente que Guayaquil”, decidieron instalarse allí por un tiempo, como preámbulo al calor que les esperaba en la ciudad portuaria. “Cada cierto tiempo veníamos a Guayaquil, desde Chone, para hacer los trámites en la universidad y buscar una casa”.

El proceso no fue fácil. “Hay mucha desconfianza el momento de alquilar -cuenta Génesis- porque te piden muchas referencias, certificado laboral, cosas que en la capital no siempre piden”. No obstante, en la primera semana de clases encontraron una casa en el barrio del Seguro, en el sur de la ciudad. “Una villita muy bonita, pero con una arrendataria complicada. A tal punto que para convencerla de que nos quedaríamos todo el año, mi expareja tuvo que darle por adelantado 12 cheques como garantía”.

La adaptación a la vida universitaria resultó menos complicada. “No me costó tanto acostumbrarme. La universidad es bastante diversa de por sí. Hay mucha gente de la Sierra, y de otros lugares de la Costa y del Oriente”.

Aunque con una mayoritaria población local, la Universidad de las Artes es un microcosmos que alberga gente de todas las provincias. La arquitecta Patricia Bermúdez, coordinadora del departamento de Vida y Derechos del Estudiante,  revela que este centro de estudios tiene 1.141 alumnos, de los cuales el 69% es guayaquileño, el 9% viene de Pichincha, el 4% es de manabitas, 2% de Los Ríos y el restante 16% corresponde a las demás provincias y a estudiantes extranjeros.

Génesis comenzó a insertarse en la vida de una ciudad a la que estaba aprendiendo a conocer -visitó Guayaquil cuando tenía 7 años y regresó a los 24 para estudiar-. Todo era nuevo para ella. Revela que aunque le asombran las grandes industrias, el comercio y las amplias avenidas de la ciudad, le parece que a la urbe le falta una cierta atmósfera de artistas y manifestaciones culturales. Por lo demás, echa de menos las ciclovías de su ciudad natal.

Resuelto el problema de vivienda y de adaptación a la vida universitaria, Génesis empezó a sobrellevar sus estudios con la vida de hogar, junto a su hija y su expareja. “Yo cocinaba, hacíamos el mercado. Mientras vivimos en el sur, cuando asistíamos a clases, mi hija se quedaba en la guardería, pero cuando nos cambiamos al departamento en el sector del cerro Santa Ana, fue difícil conseguir guarderías, así que cambié mi horario para quedarme con la niña. Y cuando mi pequeña comenzó a ir a la escuela, entonces ambas estudiábamos en la mañana y nos reuníamos en la tarde, luego de las clases”.

Con nostalgia recuerda las ocasiones que se asomaba a la ventana de su casa, del sexto piso del sector Las Peñas, admirando los lindos atardeceres y de repente se sorprendía viendo pasar un barquito por el río. “Algo nuevo para alguien que como yo venía de la Sierra”, rememora. Dice que estudiar literatura le abrió los caminos, pero dejará los estudios en la universidad para volver a Quito con su familia para rehabilitarse. “Aquí estoy sola, si bien con la beca, pero no me alcanza para mantener a mi hija”. Y valora un aspecto que resalta: “No me siento como la serrana que está fuera de… sino como la serrana que vive en Guayaquil”. (I)

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