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A Carla, el Everest la seduce intensamente

A Carla, el Everest la seduce intensamente
12 de abril de 2013 - 00:00

La majestuosidad del Everest, la montaña más alta del mundo, con 8.848 metros, tendrá como una de sus visitantes a la ecuatoriana Carla Pérez Ruales, quiteña de 30 años de edad que forma parte de la expedición “Somos Ecuador”, liderada por el “embajador montañero” Iván Vallejo.

El equipo, que lo integran además Esteban Mena, Rafael Cáceres y Oswaldo Freire, pretende “conquistar” la montaña sin la ayuda de oxígeno artificial.

La afición de Carla nació en los primeros años de su existencia gracias a su padre Santiago, quien le inculcó el amor por el montañismo y la naturaleza. Con apenas cuatro años, junto a su progenitor, comenzó a visitar los páramos y ese contacto creó en ella una energía y una conexión especial  con las montañas.  

Cuando cumplió 12 años empezó a subir. En el club de la Politécnica realizó la primera ascensión al Cotopaxi, en 1996. “No logré pasar, llegamos a la grieta, a la escalera, en un clima hermoso, pero entonces me dije, esto es lo mío y me encanta”, anota.

Un accidente a los 17 años (ruptura de la rótula), agravado por el peso de las mochilas en su espalda, motivó una para obligada. Una vez restablecida, luego de un riguroso proceso de rehabilitación postoperatorio, emprendió una serie de ascensiones. Fue la primera latinoamericana que escaló la pared sur del Aconcagua (Argentina).  

Dedicada por entero a este deporte, extendió sus aventuras en montañas de la Patagonia (Argentina), Perú, Bolivia, Colombia y Estados Unidos. Posteriormente viajó a Francia, Italia, Suiza, Alemania, Kirguistán, Estados Unidos y Nepal. 

Cuando se radicó en Francia, gracias a una beca académica, subió a los Alpes y aprovechó aquello para desafiar varias veces al Monte Blanco, por distintas  rutas.

Convertida en una profesional en geoquímica, debido a su interés por la investigación, especialmente de los volcanes, regresó al país pero no encontró asidero para desplegar su profesión. Entonces se vio obligada a trabajar en la rama petrolera, que resultó incompatible con su forma de ver las cosas.

Un nuevo reto tuvo el año pasado al ascender al monte Manaslú, de 8.163 metros de altitud, en la cordillera de los Himalayas, junto a Esteban Mena y Oswaldo Freire. “Fue la primera vez en el Himalaya, para mí fue hermoso estar en esas montañas y por eso tengo mucho agradecimiento con la vida y con Iván (Vallejo), así como con toda la gente”, sostiene la deportista.

“Somos Ecuador” se ha propuesto este nuevo desafío, pero no es la primera ocasión que tricolores estarán en la cima de la elevación más alta de la Cordillera de los Himalayas, si el tiempo y la montaña lo permiten.

REFLEXIONES DE UN APASIONADO POR EL MONTAÑISMO

La guía y experiencia de Iván Vallejo son sinónimo de seguridad, por su preparación físico- técnica y experiencia. Es el tercer americano que ha conseguido ascender a las cimas de las 14 montañas más altas del mundo, que superan los 8 mil metros, sin uso suplementario de oxígeno.

Su conexión con la montaña es algo especial, pues tiene una profunda identificación con ella. “Somos Ecuador” es un equipo auténticamente nacional de alta montaña, que se ha propuesto ascender al monte Everest, pero esta vez sin la ayuda del oxígeno.

Para el líder del grupo, el trabajo de equipo radica en repartirse las labores, compartir las alegrías, los sufrimientos y la emoción de una cima. El campamento base lo considera como un lugar de descanso, donde se vuelve a planificar y se recarga las energías.

La “cordada” (subir en hileras) es sinónimo de “una familia por elección”, escogida porque a todos les une “la ilusión de llegar a un mismo punto”, asegura Vallejo.

La caída en una grieta, que ya la experimentó en una de sus ascensiones, “es un momento angustioso, de mucho sufrimiento, que no desea que le ocurra nuevamente a él ni a ninguno de sus compañeros de aventura.

Estar en la cima de la cumbre tiene un significado muy especial para el equipo,  porque es un momento profundamente emotivo y de mucha gratitud, aunque el mal clima o un descenso peligroso pueden alterar los planes.

El deportista guarda gratos recuerdos de sus ascensos al Cotopaxi, Everest y Kanchenjunga.

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