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Juan Marsé fue el autor de una Barcelona que fue mítica

Entre sus obras destacadas se encuentran Últimas tardes con Teresa, que lo terminó consagrando con la crítica tras su publicación, en 1965.
Entre sus obras destacadas se encuentran Últimas tardes con Teresa, que lo terminó consagrando con la crítica tras su publicación, en 1965.
Foto: Internet
20 de julio de 2020 - 00:00 - Redacción Cultura

En los setenta Juan Marsé, quien había sido joyero, periodista y ayudante de laboratorio en París, editó La oscura historia de la prima Montse (1970) y Si te dicen que caí (1973). Se trata de un relato a modo de crónica de la Barcelona de posguerra que recibió el Premio Internacional de Novela de México y que no fue publicada en España hasta 1976 por la censura franquista.

Para el autor, la novela no es tanto una revancha personal contra el franquismo, como una secreta y nostálgica despedida de su infancia.

Es una de las obras más personales, pues al escribirla solo pensaba en los anónimos vecinos de un barrio pobre que ya no existe en Barcelona, en los furiosos muchachos de la postguerra que compartieron con él las calles leprosas y los juegos atroces, el miedo, el hambre y el frío, en su propia infancia y adolescencia.

La novela está compuesta por voces diversas, contrapuestas y hasta contradictorias, voces que rondan la impostura y el equívoco, que tejen y destejen una espesa trama de signos y referencias y un ambiguo sistema de ecos y resonancias.

 Enric González le dijo en una entrevista que si  “alguien ha escrito la mítica gran novela de Barcelona, ese alguien eres tú, porque has creado un universo barcelonés. Pero pienso que eres especialmente brillante en los personajes”.

Marsé contestó que ha puesto mucho el acento en la escenografía, por así llamarlo, en la recreación de Barcelona, “pero mi respuesta es muy sencilla, y es que mi experiencia es barcelonesa, por lo que no se me ocurre trasladar la acción de una novela a otra ciudad. Naturalmente, si es necesario muevo a los personajes, pero el hábitat natural donde me interesa desarrollar las invenciones (porque no olvidemos que es ficción, a pesar de que sea una Barcelona muy real, con nombres de calles y plazas muy reales) es Barcelona”.

Críticos literarios y escritores lo califican como el “último novelista clásico” de España. Tímido, algo esquivo y modesto, Marsé nunca se calificó como intelectual, solamente como “narrador”.

“Mi vida carece de interés”, le dijo a Josep María Cuenca, autor de su biografía Mientras llega la felicidad, cuando empezaron a reunirse.

En 1965, gracias a la obra Últimas tardes con Teresa,  Marsé acabó consagrándose.

Su tercera novela ya había irritado a los miembros del jurado del premio Biblioteca Breve.

Carlos Barral, Josep María Castellet, Salvador Clotas, Juan García Hortelano, Luis Goytisolo y el propio Vargas Llosa guerrearon hasta arrojar el fallo que dio ganador a Marsé (cuatro votos) sobre La tentación de Rita Hayworth, de Manuel Puig (dos votos).

Entre los más enojados, un Luis Goytisolo que había apoyado a Puig y que se sentía molesto –como Salvador Clotas– por la cáustica imagen que Marsé daba de los incidentes universitarios del 56.

Además del Cervantes, sumó prestigiosos galardones. El primer aldabonazo popular fue La muchacha de las bragas de oro, que en 1978 obtuvo el Premio Planeta, y que ratificó apenas cuatro años después con una de sus obras mayores, Un día volveré.

Luego ganó el Biblioteca Breve (1966), por Últimas tardes con Teresa, el Premio de la crítica de narrativa castellana (1993) por El embrujo de Shangai o el Juan Rulfo, en 1997, el premio latinoamericano más prestigioso.

“Juan Marsé no sabe realmente cuánto talento tiene, qué importante es la obra que ha hecho, ni cuánto le debemos sus lectores”, dijo en aquel momento Mario Vargas Llosa.

Aunque se lo considera fundamental en la narrativa española, antes de morir le dijo a un periodista que “todos estamos abocados al fracaso, que es la muerte. Ya puedes hacer lo que quieras que todo acaba en nada. No soy pesimista hasta el punto de pensar que el centro de todo es el fracaso del hombre, me lo planteo de una manera más sencilla y cotidiana”. (I)

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