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Entrevista

"Las Fiestas de Quito fueron una imposición de la élite conservadora"

Manuel Espinosa Apolo. Historiador, sociólogo
Manuel Espinosa Apolo. Historiador, sociólogo
06 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Quito

Manuel Espinosa Apolo es un investigador, escritor y sociólogo, miembro correspondiente de la Academia Nacional de Historia que estudia temas relacionados con el mundo andino.

¿Cuál es la característica más notoria del habitante de Quito?

La rebeldía, la insurgencia. Este rasgo se puede notar con claridad en la historia social pues, al revisar los registros escritos, se puede observar que lo que caracterizó a la ciudad como entidad en sí misma, fue la permanente insubordinación ante la corona española. A través de la historia, se destacan permanentes rebeliones de la ciudad contra el poder colonial y sus representantes.

¿Cómo fue esa participación insurgente de los quiteños a través de la historia?

La revolución de las Alcabalas, a finales del siglo XVI, fue una rebelión de criollos y mestizos contra el poder colonial. El siglo XVII fue de relativa calma, aunque eso no significó que las tensiones sociales desaparecieran, pues estas estallaron con la presencia de don Alfonso Florencio de Inga, descen-diente de Atahualpa, quien tomaría el cargo de corregidor de Ibarra. Este personaje era un mestizo que sorpresivamente asumió el puesto, a pesar que las leyes coloniales no lo permitían. El cargo de corregidor lo logró sobre la base de negociaciones y sobornos que hizo la familia Atahualpa para que uno de sus familiares asuma este puesto. Este acto evidenció que la familia Atahualpa tenía una especie de proyecto de reconstitución de sus privilegios y poder. Además, mantenían la idea milenarista andina de la reconstitución del Tahuantinsuyo, proyecto utópico y político que data del siglo XVI.

¿Qué ocurrió en el siguiente período?

El siglo XVIII es de total insubordinación, pues sale a la luz la plebe de Quito, conformada por sectores populares de origen mestizo e indígenas aculturados que vivían en la ciudad, que se concentraban en los barrios de San Roque, San Blas y San Sebastián. Estos barrios protagonizaron una serie de levantamientos que culminan en la gran rebelión de los Barrios de Quito en 1765. Sostengo que en esta rebelión existió una especie de continuación del proyecto popular anticolonial y antiespañol.

¿Cuándo nace ese proyecto en sí?

En el siglo XVI y se hace visible en el siglo XVII con don Alfonso Florencio de Inga. Pero la rebelión comienza con la lucha de Manco Inga, hermano de Huáscar, quien fue coronado por Francisco Pizarro cuando entró al Cuzco. Durante algunos años fue colaborador de los españoles, pero al descubrir la intención de estos, se revela y huye al oriente del Cuzco y funda la dinastía de Vilcabamba. A través del método de guerra de guerrillas, resiste por algunos años, hasta que la rebelión fue sofocada por el virrey Toledo. Esta rebelión tiene repercusiones en Quito, pues la nobleza inca y la familia de Atahualpa que residía en la ciudad estaban dispuestas a acudir al llamado de Manco Inga. La idea fue traicionada, pues Isabel Llarucpalla, quien fue esposa de Diego Sandoval, avisa a las autoridades españolas sobre una posible rebelión. A pesar de ello, en el s. XVIII, aunque no se lo proclama claramente, aún había reminiscencias de lo que se llamaba la llegada del Inca o la restauración del Tahuantinsuyo.

¿Cuándo surge el proyecto criollo?

Surge en la segunda mitad del siglo XVIII; este no es antiespañol, sino autonomista. Tiene su máxima expresión el 10 agosto de 1809 con el Primer Grito de la Independencia. Pero luego del 2 de agosto de 1810, con la masacre a los patriotas, se radicaliza y se unen, de alguna manera, a los dos proyectos (entiespañol-autonomista). Así se consolida el proyecto independentista de la Revolución de Quito, que durará hasta 1812, el cual fue sofocado por Toribio Montes.

¿Cómo se explica la rebeldía de los quiteños?

La herencia empieza con el proyecto utópico atahualpista, que duró hasta el siglo XVII. Luego se suman los mestizos, que eran considerados rebeldes en esa época. También cuenta la insurgencia de los seguidores de Gonzalo Pizarro, que se rebelaron contra el rey. Estos aspectos sembraron el germen de la rebeldía de una ciudad contra la corona. Además, la presencia de Eugenio Espejo entrega a las ideas emancipadoras una argumentación filosófica y política.

A través de la historia se va transformando esa idea de lucha comunitaria ¿En algún momento se desgastó ese ímpetu?

A inicios del siglo XIX se desata la revolución de Quito, que fue desarticulada a partir del 2 de agosto de 1810, cuando las tropas del rey toman nuevamente la ciudad. No hay que olvidar que los patriotas eran la élite intelectual, política y social, que fue decapitada y liquidada. A los sobrevivientes les quitaron todos sus bienes y los exiliaron.

En la ciudad queda un vacío que luego llenó la aristocracia realista, que sustituye a la élite patriótica. Por lo tanto, la élite realista-conservadora, desmovilizó a Quito hasta el 24 de mayo de 1822. Apenas hay resquicios de ese espíritu rebelde con la sociedad del Quiteño Libre, que enfrentó a Juan José Flores, que representaba a la élite conservadora. Acordémonos que Flores llega al poder a través del matrimonio con Mercedes Jijón.

¿Cuándo resurge la lucha popular?

Con el alfarismo se vuelve a activar un poco la movilización popular en Quito, pero aún es conducida por la élite conservadora, que controla, desde el siglo XIX, la movilización popular y la usa para sus intereses. Por esa razón, esa misma élite planea el asesinato de Eloy Alfaro.

¿Cuándo se genera esa ruptura entre la élite conservadora y la movilización popular?

En los años veinte y treinta surgen las ideologías emancipativas generadas por las capas medias intelectuales. Además, debemos recordar que este segmento de la población ya estaba formado por el alfarismo y por la educación laica. Cabe mencionar que el alfarismo dejó una huella profunda en Quito, pues esa corriente cuestionó fervientemente a la iglesia, a los hacendados; en sí, a la élite conservadora a la cual arrinconó.

¿Qué papel jugaron los partidos de izquierda ante la manipulación que ejercía la élite conservadora a las movilizaciones sociales?

El afianzamiento de los partidos de izquierda (socialista y comunista) disputa el movimiento popular. Esto significa que la élite conservadora ya no conduce las manifestaciones populares, pues también la izquierda toma partido (...). En el siglo XX, la movilización popular es conducida por la izquierda y centro-izquierda; la derecha pierde fuerza con la decadencia del Velasquismo.

¿En qué estado se encuentra la movilización popular en Quito?

Aún existe esa característica en las capas medias, pero esta carece de una dirección política. En ocasiones es dirigida por la izquierda o la derecha. Creo que en este momento la derecha dirige a clase media. Desde este escenario, se visibiliza un error de este Gobierno, pues creó un vacío político, no educó y reforzó una cultura política democrática de centro-izquierda, prosocialista; la dejó sola y por eso la fuerzas de derecha la reconducen.

¿Qué papel cumplen las fiestas de Quito en la relación entre el pueblo y las élites de la ciudad?

Hay que destacar que las Fiestas de Quito fueron una imposición de la élite ultraconservadora. Ellos oficializaron la recordación del 6 de diciembre en los años treinta y utilizaron al diario Últimas Noticias, a fines de los cincuenta, para convertirla en una fiesta popular; en los primeros 20 años solo era un acto formal y convencional del Municipio. Las Fiestas de Quito tuvieron esa función desmovilizante y embrutecedora de la conciencia crítica, pues en los cincuenta lograron convertir en farra a esta fecha con el auspicio de las empresas de aguardiente. La farra fue una estrategia político-militar para distraer a la gente.

¿Qué beneficio buscaban, de manera particular las élites dominantes de la ciudad?

Necesitaban legitimarse. Era una cuestión reaccionaria, pues se impuso a una de las ciudades más rebeldes de Latinoamericana, la celebración de la llegada de los españoles, la conquista. La élite conservadora, que es descendiente de los realistas, crea esa barbaridad. No se celebra el 10 de Agosto, se celebra la caída de un pueblo, más no su liberación. Incluso ponen el nombre en las calles de sus conquistadores como la Toribio Montes, Barón de Carondelet, etc. Así, la clase conservadora legitima su poder, utiliza al Municipio para hacer esa barbaridad. (I)

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