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‘Brainrot’: la estética viral que desgasta el cerebro (pero fascina)

‘Ballerina capuchina’ y ‘tralalero’ son ejemplos de ‘brainrot’.
‘Ballerina capuchina’ y ‘tralalero’ son ejemplos de ‘brainrot’.
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En TikTok hay una serie de tendencias inexplicables, pero que se vuelven virales, tan virales, que no se salen de tu cabeza. En el argot digital se lo conoce como ‘brainrot’, que es cuando una canción, video, tendencia o estética te consume, te obsesiona y vive en tu cabeza como un virus.

No se trata simplemente de pasar muchas horas viendo TikToks. El ‘brainrot’ aparece cuando un contenido se instala en la mente de forma tan intensa que uno ya no distingue si es arte o broma. 

Una estética que no necesita sentido, solo intensidad

El ‘brainrot’ es más que una tendencia, es una estética emocional. Se alimenta de imágenes glitch, frases crípticas, edición excesiva, nostalgia filtrada, referencias oscuras y música distorsionada. Todo lo que no sigue una lógica narrativa, pero apela directamente a los sentimientos.

Frases como “quiero ser suave y cruel como una ballerina capuchina” son parte del lenguaje que va acompañado de una imagen sacada de una película de terror, mezclada con ballet, anime triste y Tumblr 2012.

Fiebre de la ballerina capuchina

Uno de los fenómenos que mejor representa este universo es la ballerina capuchina: una especie de criatura estética inventada por el algoritmo. No se trata de un personaje real, sino de una mezcla de: la fragilidad del ballet, la sombra de lo gótico, lo sacro distorsionado y una melancolía casi teatral.

Videos con este título suelen mostrar siluetas etéreas, música clásica ralentizada, efectos visuales glitch y textos existenciales. Es contenido que no busca ser entendido, sino sentido. Y ahí está la clave del brainrot: la sobreestimulación sensorial que reemplaza cualquier necesidad de lógica.

El tralalero: cuando el ‘brainrot’ suena como delirio colectivo

Otro caso es el fenómeno del tralalero. Una palabra sin significado aparente que empezó a aparecer en TikTok acompañada de sonidos repetitivos, filtros delirantes y frases crípticas como:

“Tralalero tralalá, ya no puedo más con esta ansiedad digital”.

Los usuarios lo repiten, lo editan, lo transforman: “Esto es mi cerebro a las 3 a.m.” o “soy la ballerina capuchina bailando el tralalero”.

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