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The Breakfast Club refleja el clasismo en los colegios estadounidenses

Que en los colegios estadounidenses exista distinción de clases sociales no es algo nuevo y más bien es un tema recurrente para los cineastas. De hecho, en la sociedad ecuatoriana no es una situación ajena, solo varían el entorno: cholo o aniñado.

En Estados Unidos se discrima a los estudiosos de buenas costumbres y se los clasifica como ‘nerds’ (ñoños’, según la cultura mexicana). Incluso en el cine y las series se los ridiculiza, a través de una forma de vestir considerada por sus detractores como de mal gusto.

Están también los chicos populares (lo más semejante a los aniñados o pelucones. Que no se entienda que todos los son, se trata de estereotipos que crean quienes forman esos grupos sociales). Y los populares, generalmente y según la cultura ‘gringa’, son atléticos, deportistas que adoptan poses de engreídos.

Están las chicas populares, en la mayoría de los casos porristas o de clase alta a quienes solo les interesa ir de compras.  A ese grupo se añaden los vándalos e incomprendidos, faltos de afecto familiar.

Tras este antecedente sociológico se puede analizar la intención que tuvo el fallecido director John Hughes con ‘The Breakfast Club’ (1985), considerada como su obra maestra de los 80s por algunas revistas especializadas como Empire o Cinemanía, que la sitúan por encima de otros filmes de la época como ‘Indiana Jones’ o ‘E.T.’.

08-01-13-mix-victoriousMás allá del drama de los jóvenes estadounidenses de la época, la cinta invita a la reflexión acerca de lo que hay detrás de sus conductas. Tiene que ver con los dramas que viven en sus hogares de los que no se habían atrevido a contarle a sus amigos por temor a perder prestigio, pero ceden ante desconocidos, a través de una terapia de grupo de la que ni siquiera ha intuído el subdirector Richard Vernon (interpretado por el fallecido Paul Gleason).

El filme aborda la vida de Andrew Clarke (Emilio Estévez), el atleta; Claire Standish (Molly Ringwald), la princesa popular; John Bender (Judd Nelson), el desadaptado; Allison Reynolds (Ally Sheedy), la mentirosa compulsiva que se siente ignorada por sus padres, y Brian Johnson (Michael Anthony Hall), el ‘nerd’.

Juntos, sin proponérselo, forman el ‘club del desayuno’ o el ‘club de los cinco’. Y es que son cinco personalidades distintas con un solo sentimiento: resentimiento. Bender sufre de violencia intrafamiliar. Su padre lo golpea y por eso también es agresivo como mecanismo de defensa, mientras que Andrew es presionado por su papá a ser como él, un buscapleitos que no puede darse el lujo de perder su beca deportiva.  Por eso, para complacerlo desnuda a un ‘nerd’ y le pega cinta adeshiva en su cuerpo velludo.

Brian es virgen, al igual que Claire. Juntos evaden eso lo más que pueden para evitar mofas. Él es inteligente, pero con nula habilidad manual. Coquetea con el suicidio, pero solo destruye un elefante que hizo para su clase de arte, con una pistola que dispara bengalas.

Considera al resto como sus nuevos amigos y teme que en los siguientes días lo marginen por la vergüenza obvia del clasismo. Lo curioso es que el vándalo se queda con la princesa y el atleta con la desquiciada.

La historia ha influenciado a otros cienastas que parodiaron en filmes como ‘Not another teenager movie’ (2000) o la serie ‘Victorious’ con el capítulo ‘The Breakfast Bunch’ (2011).

Vernon está decepcionado de su carrera como maestro, muy distinta a la que soñaba en su juventud. Ese es su drama. Él pide que en una hoja con mil caracteres describiendo quienes son. Brian da la cara por el grupo delineando como Vernon los ve: “un atleta, el vándalo, la princesa, la chiflada y el cerebrito’, con el fondo musical de ‘Don’t you forget about me’, la canción que la cinta inmortalizó a Simple Minds.

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