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Sylleros, un ex ‘rock star’ que recorre el mundo enseñando
Desde sus inicios el grupo chileno La Ley estuvo marcado por los constantes cambios de sus integrantes. Unos salían y otros llegaban, como en una puerta giratoria.
Hace diez años se dio uno de esos episodios: su tecladista dejó la agrupación de pop rock y en su reemplazo ingresó Andrés Sylleros, que junto con Beto Cuevas, Mauricio Claveria y Pedro Frugone serían quienes pusieran fin a la historia de la banda, en 2006. Esa que, precisamente, iniciaron a finales de los ochenta dos tecladistas: Andrés Bobe (Paraíso Perdido), quien falleció tras un accidente en moto, y Rodrigo Aboitiz (Los Prisioneros).
Y aunque solo fueron cuatro años los que Andrés estuvo en La Ley, ese tiempo le fue suficiente para vivir la experiencia de ser un rock star. “Llegué en la mejor época del grupo, estuvimos de gira por muchos países. Algunas de las cosas que más recuerdo fue cuando tocamos en el teatro griego de Los Ángeles y en el Gibson de los Estudios Universal”.
Pero la trayectoria de Andrés como músico se originó muchos antes de que llegara a la agrupación. Ya a la edad de seis años, después de ver a su prima tocar el piano -ella era concertista-, decidió que quería aprender a tocar ese instrumento. “Fue como el llamado de Dios a sacerdote, fue una cosa vocacional.
Cuando escuché el piano no me interesó nada más”. Entonces su padre, que era arquitecto, lo inscribió en una escuela clásica, que más tarde dejó para ir a aprender el teclado en la academia de Yamaha. “No me veía como un pianista clásico, porque había que estar todo el día encerrado y yo soy de andar en la calle”.
Esa misma habilidad y experiencia en los teclados y el piano lo llevó, desde el año pasado, a integrar la orquesta del Festival de Viña del Mar, como músico de planta.
En el 99 tuvo el lujo de trabajar con el ex Soda Stereo Gustavo Cerati -quien está en coma inducido- en la producción del disco “Sueños de tránsito”, de la reconocida cantante chilena Nicole.
“Trabajar con un tremendo músico como Gustavo fue maravilloso, porque yo venía de una experiencia como jazzista y su papá tocaba jazz, por lo que llegamos a concordar mucho musicalmente. Había una admiración mutua. De hecho, todas las maquetas que hice, él las respetó y trabajó sobre eso. Ya fuera de los estudios llegamos a coincidir en el escenario. Hubo alguna ocasión en que acudió con su novia a una de mis tocadas como jazzero”.
Desde entonces su faceta como productor no se detuvo. Dos años después de aquella experiencia, relata que se dedicó a producir bandas de pop. Recuerda que una de las primeras fue CIAO, que tiempo después se convirtió en Kudai, por la que pasó la ecuatoriana Gabriela Villalba, a quien -dice- le tiene un profundo cariño, ya que es una gran amiga de dos de sus hijos (que tuvo fruto de su relación con una guayaquileña, llamada Stefanía).
Según el tecladista, de 48 años, el terreno como productor es el que más ha explotado en su carrera musical. Y es que además de trabajar para agrupaciones, también experimentó con la televisión, al hacer jingles y música para películas. Esto último lo llevó a una sociedad con su viejo amigo Mauricio (baterista de La Ley) y creó una compañía dedicada a esas producciones.
Además de todo eso, es docente de las universidades del Pacífico y de Las Américas, en su natal Chile. Uno de sus proyectos más recientes es la gira de charlas “Clínica musical Yamaha”, que realiza por Latinoamérica y con la que regresó a Ecuador tras siete años.
En ella, Andrés, aparte de explicar las características de los sintetizadores Motif FX, recuerda sus viejos tiempos con La Ley, cuando armonizaba desde su teclado las notas de los temas como Mírate y Mas allá (inspirada en una fanática que se suicidó por no conocer a Beto Cuevas). Nunca está mal desempolvar la vida de “rock star”.