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Lleno total en las dos funciones

Los esposos, según la mirada de tres mujeres descontentas

Foto: Lylibeth Coloma
Foto: Lylibeth Coloma
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Escuchar a tres mujeres criticar a sus esposos de manera diestra y siniestra podría resultar una tarea un tanto escabrosa para los hombres, más aún cuando pueden sentirse aludidos con algún tipo de comparación o situación.

Pero en ocasiones, esto podría resultar muy divertido y cómico cuando se lo hace desde el centro de un tablado tal como ocurrió el fin de semana pasado  (viernes y sábado), cuando las colombianas Lorna Cepeda (Lucy), Mónica Layton (Gloria) y María Eugenia Arboleda (Pilar) subieron al escenario del Teatro Centro de Arte para revelar las ‘10 reglas para no matar a su marido’.

Esta comedia, dirigida por Juan Ricardo Gómez, se centra en la historia de Pilar, una mujer exitosa que dirige un estudio jurídico y tiene como asistente a Gloria y a Lucy, la encargada de asear el despacho y servir café.

Desde que se sube el telón, ya se siente un ambiente de comicidad cuando tres novias aparecen con un largo velo (que reflejan su pureza o al menos lo que simboliza el gran tul sobre sus cabezas) y caminan de forma tétrica en medio de un retumbar de campanas, que en lugar de anunciar un casorio repican como anunciando un sepelio. Desde ese momento, las sonrisas se dibujan en los rostros de los asistentes que llenaron todas las localidades del teatro en ambas funciones.

Tras el coral “sí, acepto” se encienden las luces del despacho y vemos a Lucy limpiando (con gran flojera) los cubículos y escritorios del despacho en medio de particulares movimientos (dizque sensuales) que provocan risas. Esta simpática mujer es de origen muy humilde que tiene que trabajar para ayudar a su esposo “El William”, porque “el pobre no se alcanza con tantos gastos en el hogar”, a pesar de que aún no se han convertido en padres.

Al cabo de unos minutos llega Gloria con cara de “pocos amigos” y estresada por las múltiples tareas que le tocó hacer antes de entrar al despacho. Tiene la autoestima por los suelos al sentirse fea y poco atractiva para su esposo, quien no la ha “tocado” desde hace mucho tiempo, según confesó más tarde.

Más autoritaria y profesional entra Pilar a su despacho solicitando a Gloria los expedientes para una junta y a Lucy un café. Mientras estas se asustan porque vieron el mal humor que “trae encima” la jefa, comenzaron a sacar sus propias conjeturas. “Por qué eres así. No sé qué pasó cuando dije que aceptaba casarme contigo. Eres un inútil”, replicó Pilar mientras veía la fotografía de su esposo.

Este reproche fue oído por Lucy, quien voló a chismearle a Gloria que la jefa la iba a despedir porque “era una inútil”. La expresividad de Cepeda y el carisma de su personaje se roban la escena por completo haciendo que el publico no deje de reír. “Ay no mija, no me diga eso que me pone peor” con ese acento muy característico de los colombianos.

Tras dimes y diretes entre estas mujeres, Gloria rompe en llanto porque no aguanta más el infierno que está viviendo en el hogar. Este es el punto de partida para que estas compañeras comiencen a hacer una radiografía de sus vidas.

Gloria, quien tiene un hijo, representa a la típica mujer de clase media que tiene un trabajo estable (hay ocasiones en que se siente poco valorada). Aunque ella trabaja en busca de su crecimiento profesional, sin embargo siente que su vida de casada le ha robado las ganas de seguir adelante por la falta de apoyo de su esposo. “A mí no me pregunta nada. Solo quiere que lo atienda a él y a nuestro hijo. Me grita desde la sala -Gloria, pásame una botella- (...) es para lo único que sirve”, revela.

Gloria, en medio de llantos y reclamos, comenta que necesita de afecto y más compromiso de su esposo. “El matrimonio es algo de dos. ¿Por qué solo yo debo ser la superwoman que resuelve todo y maneja el hogar?”, se cuestiona el personaje.

Todas comienzan a sincerarse en lo que llamaron una conversación entre chicas. Lucy comentó que su esposo ha comenzado a bajar el interés por ella, a pesar de que trata de atenderlo de lo mejor y con mucha creatividad.

Le disgusta las constantes parrandas de “El William” y lo poco amoroso que se está convirtiendo, pero asegura que ella le habla las cosas como son y trata que todo esté “como debe ser”.

Más bien a esta mujer le atormenta su pasado y las decisiones que tomó en determinado momento que la convirtieron en la chica de mantenimiento.

No se queja del trabajo porque está consciente que dignifica, pero le hubiese gustado ser una mujer exitosa como su jefa. “Muchas veces me siento poco respetada y menospreciada por los demás. Soy invisible muchas veces”, replicó.

Sobre su escritorio está Pilar, quien por sus buenas decisiones empresariales ha llegado a tener una vida cómoda. Sin embargo, su esposo le acaba de solicitar el divorcio porque sale  con una mujer que “tranquilamente podría ser su hija”.

Estas mujeres se dan cuentan que a pesar de las diferencias socioeconómicas que existen entre ellas, hay muchas similitudes en torno a su vida conyugal. Ellas coinciden que “todos los hombres son iguales” y que tienen en su cabeza un “chip” de cómo ser con sus esposas en donde solo hay privilegios para él.

Una a una comienza a revelar cuáles son sus verdaderos intereses y necesidades para sentirse plenas. Por ejemplo, Gloria quiere volver a ser la chica enamorada que vestía sexy y que era consentida “hasta aburrirse” con el que ahora es su esposo.

Lucy quiere mayor colaboración antes que la rutina y el malestar se adueñen de su matrimonio, tras cinco años de casados; mientras que a Pilar le gustaría no ser tan productiva para compartir más momentos con su esposo e hijos y disfrutar más la vida, tras haber alcanzado estabilidad económica.

A las tres por momentos “les gustaría ser viudas”, pero también reconocen que no pueden estar sin los hombres de sus vidas, aunque critican que ese final de cuento se los ha metido los culebrones de las telenovelas. “Por eso es que las telenovelas se terminan cuando los protagonistas se casan.... el director sí que la tiene clara y no le conviene decir lo que realmente pasa”, cuestiona Lucy.

Antes lamentaciones, risas, recreaciones y un vaivén de emociones. Todas hacen conciencia de que ellas también tienen parte de la culpa de la monotonía que han caído sus vidas maritales.

Por ello, arman un cuestionario de los motivos por los cuales no matarían a sus esposos. Por ejemplo, alegan que si ellos tienen bloqueado el celular, ellas también deberían hacerlo, “aunque sea para darle un toque de misterio”.

Otras es entenderlos cuando ven el fútbol, pero involucrarlos a ellos de a poco a “ver las telenovelas”.

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