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EL MÚSICO BRITÁNICO FLAMEÓ LA BANDERA ECUATORIANA
Aquellos momentos cumbres de un carismático Paul McCartney (VIDEOS)
¿Un momento cumbre? ¡Muchos! ¿Será la pirotecnia de ‘Live and let die’ en plena lluvia? ¿La infaltable ‘Hey Jude’ como himno? ¿O quizás los homenajes a Nancy Shevell, su actual esposa; Linda, la primera de la que enviudó; John Lennon o George Harrison? ¿Será la bandera ecuatoriana flameando junto a la de Inglaterra? Y es que escoger el clímax de un concierto como el de Paul McCartney es una tarea difícil.
De hecho, ni siquiera parece posible saber quién lo disfrutó más, si él o las 36.000 personas, de tres generaciones, que acudieron al estadio Casa Blanca, de Liga de Quito, la noche del lunes pasado.
‘Sir’ Paul se sentía en casa y su rostro evidenciaba un gozo absoluto de repasar un catálogo de canciones tan extenso que después de casi tres horas a uno le queda la sensación de querer más. Y es que el multiinstrumentista británico, quien el 18 de junio próximo cumplirá 73 años, tiene tantas canciones que (por lo menos- necesitaría de unas seis horas para interpretarlas).
El ex-Beatle simplemente disfrutaba de su propio show, con movimientos graciosos y una diversidad de gestos. A ratos apoyaba sus codos sobre uno de sus dos pianos para observar a su cariñoso público. En otros momentos usaba su mano izquierda como una especie de visera para divisar mejor a sus seguidores, desde los que estaban en las primeras filas de la localidad Red Carpet (una que costaba 550 dólares) hasta las graderías (donde se accedía con solo 80).
Y claro, el buen humor de ‘Macca’, a punta de un español forzado pero ampliamente bien recibido por el público, era un detalle más del concierto que forma parte de la gira sudamericana ‘Out there’, en la que promociona algunas canciones del ‘New’, su más reciente disco, el 22 sin los Beatles. De ese álbum interpretó la homónima, mientras los fans levantaban afiches con el nombre de esa grabación y ‘Sir’ Paul enmudecía por el gesto e incluso dejó que sus ojos brillaran y se humedecieran discretamente por la emoción.
La puntualidad, característica de los ingleses, marcó el inicio del espectáculo a las nueve de la noche con ‘Eight days a week’, una de las entrañables de su época como los ‘Fab Four’, de Liverpool, en la década del 60. Días antes de interpretarla, McCartney tenía dudas. Su otra opción de apertura era ‘Magical Mistery Tour’, pero se decidió por la primera.
Casi sin mayor preámbulo soltó la primera del ‘New’. Fue ‘Save us’, seguida de ‘All my loving’ (con escenas de la película A hard day’s night’ en la pantalla gigante de fondo) y ‘Listen to what the man said’, la primera de Wings que interpretó en Quito.
“¡Buenas noches! Estoy feliz de estar aquí finalmente. Esta noche trataré de hablar en Quito un poquito de español, pero también hablaré en inglés...”, decía el británico, con un acento mocho y su mirada a ratos hacia el piso para leer algunos mensajes en castellano y asegurarse de no equivocarse. Igual, cualquier cosa le era permitido a ‘Sir’ Paul, desde la más insignificante mueca, pasando por un coqueto despojo de la chaqueta roja con la que empezó el concierto, hasta algunos guiños de malabarismo (uno de ellos fue casi al final cuando equilibró su legendario bajo Hofner con la yema de su dedo índice izquierdo para entregársela al ‘roadie’).
El repertorio de unas 40 canciones era tan prolijo, que no cansaba al público. Podía pasar de clásicos de los Beatles como ‘Back in the URSS’, ‘Ob la di ob la da’, ‘Lovely Rita’, ‘Eleanor Rigby’, ‘Lady Madonna (con Lady Di, la reina Isabel, Frida Kalho, Anna Frank y otras mujeres en pantalla) o ‘Paperback writer’ (en la que el guitarrista Rusty Anderson volteó su instrumento para que se leyera el mensaje: “Gracias” y luego dejarlo caer al piso) a sus éxitos de Wings como ‘Let me roll it’, hacia lo más nuevo como ‘My Valentine’, dedicado a Nancy y que en la pantalla tenía a Natalie Portman junto con Johnny Depp interpretando un lenguaje para sordomudos, en blanco y negro.
Entre los “ché-ve-rre” (quería decir “chévere”) o “quieren una de yapa”, el público le rendía tributo al ex-Beatle con un ‘olé, olé, olé...Sir Paul, Sir Paul...”.
Mccartney es capaz de hacer rockear con canciones como ‘Helter skelter’ o ‘Get back’, ofrecer algo de psicodelia con ‘All together now’ y, a la vez, de tocar la fibra más sensible de sus fans con ‘Maybe, I’m amazed’, que en 1969 escribió para Linda, su primera mujer, quien falleció de cáncer en 1998 y era su cómplice en Wings. Y ni qué decir de ‘Hey Jude’, en la que McCartney fue el director de coro con su: “quiero escuchar a los hombres” o “ahora le toca a las señoritas”.
Seguirle la pista al ex-Beatle acerca de cuántas guitarras (entre acústicas y eléctricas) cambió es una tarea minuciosa. Con las de palo interpretó melodías como ‘Here today’ -que en 1982 le escribió póstumamente para el disco ‘Tugs of war’- o la infaltable ‘Yesterday’, con el escenario -de 30 metros de largo- solo para él. Lo mismo ocurrió cuando homenajeó a George Harrison, el otro Beatle fallecido, con ‘Something’, en versión ukelele al principio y luego con la banda completa.
El show se matizó por un juego de luces bien manejado, más sus pantallas gigantes a los costados que dejaban ver a ‘Sir’ Paul en todo su esplendor o la plataforma que se elevó desde la misma tarima para ‘And I love her’ o ‘Blackbird’.
McCartney amagaba con irse, era parte de su juego.
Pero ‘Macca’ no está solo. Posee una banda estable desde hace más de una década. Todos talentosos, pero sin opacar el uno al otro. Es innegable la capacidad multiinstrumentista de su tecladista Paul ‘Wix’ Wickens, quien también tocó la armónica, la guitarra acústica y hasta la clave.
No se quedaban atrás los solos de Rusty Anderson y Brian Ray, especialmente cuando recurrían a la técnica de ‘slide’ en canciones como ‘Hi, Hi, Hi’, de su época Wings o ‘The end’ (la tercera parte de esa fusión con ‘Golden slumbers’ y ‘Carry that weight’, plasmados en el ‘Abbey Road’). Allí también sobresale el robusto y calvo baterista Abe Laboriel para un final donde McCartney pagó con creces la ausencia de otros clásicos como ‘My love’, ‘Silly love songs’, ‘Mrs Vanderbilt’, ‘Evony & Ivory’, ‘Oh Darling’ y muchas más. Un final en el que tampoco faltaron los papeles picados y la pirotecnia, más un gesto de humildad al autografiar el bajo Hofner de un fan en plena tarima. Bien pudo ese ser otro momento cumbre, pero con un show como el de Paul McCartney es difícil escoger uno.