La historia de Pinocho, que escribió Carlo Collodi hace 134 años,  llega hoy, desde las 20:30, al tablado ecuatoriano como una propuesta del Teatro Sánchez Aguilar y Daemon, bajo la dirección de Jaime Tamariz, quien durante el último lustro se ha caracterizado por cerrar la temporada teatral con un show dedicado a la familia.

Usted ha llevado al teatro una decena de clásicos y es posible que el público esperara a Pinocho. ¿Por qué tardó mucho tiempo en ponerlo en escena?

Lo que pasa es que hemos producido muchas cosas en distintos frentes. Creo que las obras que voy montando son testimonio de mi proceso como artista y cada una se ha dado en el momento correcto. De todas formas siempre tengo en la cabeza muchos títulos de grandes clásicos que me gustaría llevar a escena, pero en estos años como productor he aprendido a esperar el momento adecuado.

¿Qué hace especial a este clásico?

Creo que lo más especial es que es una búsqueda de la humanidad. Es la historia de una marioneta que, a través de los errores que comete, aprende cuál es el sentido de la humanidad. El Hada Azul dice: “Jamás seremos verdaderamente felices si solo buscamos nuestra propia felicidad antes que la de los demás”. Creo que ese es un buen mensaje para compartir con las familias en esta Navidad.

¿Habrá algún cambio de la obra original?

Yo lo que trato en toda producción es ser honesto y divertirme con lo que hago.  Eso es lo que me funciona, cuidándome de no ser pretencioso, pero al mismo tiempo dándome la libertad creativa que necesite. Creo que la singularidad de cada obra la define el equipo y en esta producción es básicamente el mismo staff que produjo El Mago de Oz y Peter Pan.  

¿Cómo fue el proceso previo a este montaje?

Fue muy escabroso. La verdad es que Denisse Nader, mi socia, y yo no queríamos hacer Pinocho.  Nos sentamos una noche en un café y llegamos a la conclusión de que mejor hiciéramos otra cosa. Pinocho era muy complicado porque era un niño muy malcriado y a veces nos caía mal.  No valoraba nada, ni a su padre, y parecía no tener nada bueno que resaltar. Le dimos una nueva oportunidad con una relectura. Luego Denise escribió este maravilloso texto que es el resultado de una larga investigación entre el texto original de Carlo Collodi y las distintas versiones del mismo.  

¿Montar un clásico asusta?

Todo asusta, claro que trabajar con texto clásico implica una investigación amplia de fuentes secundarias; además, uno sabe que su trabajo será comparado con otras versiones. Eso puede generar mucho estrés, pero, siendo muy honesto, me da igual. Cuando el miedo aparece lo que hago es centrar mi atención en lo que me motiva a hacer mi trabajo.

Usted ha montado obras para un público adulto, como El amante, Perros o La gata sobre el tejado caliente, pero también más para niños o familiares, como Peter Pan y ahora Pinocho. ¿Con cuáles se divierte más?

Son experiencias distintas y, por lo tanto, formas de diversión diferentes, aunque igualmente gratificantes en ambos casos. Sin embargo, algo que sí es verdad es que en todas tienen un proceso, sobre todo al inicio de investigación del cuerpo y movimiento. Esos talleres son muy importantes, pues se utilizan para la exploración del personaje y para consolidar al grupo de trabajo. Esos talleres son mi parte favorita y es lo que me divierte más.

Pinocho de por sí es una historia mágica, ¿Cuál es el encanto que existe en su propuesta?

Pues está sobre todo la magia que es el teatro en sí y la capacidad de hacernos experimentar conflictos y valores humanos importantes.

Pero si te refieres a las imágenes mágicas, pues hay algunas que tenemos. Por ejemplo, tendremos una hada azul bellísima, se apreciará una nariz que crece, el grillo parlante y el público verá una ballena gigante que entra al escenario.

¿Jaime Tamariz cree en la magia?

La magia es sinónimo de juego. A través de la convención teatral, el público y los artistas jugamos a otra realidad posible.  

¿Del clásico cuál es la parte que personalmente a usted le gusta más y por qué?

Tratamos siempre de ser muy respetuosos con la esencia del conflicto, que es lo que consideramos más importante de la obra, su premisa de la obra.  Personalmente me gustan los clásicos porque siempre tocan temas atemporales que siguen siendo irresolubles e interesantes y de los cuales la única forma de acercarse es a través del arte.

¿Por qué pensó en Jaime Pérez, Marcelo Varas, Érika Vélez, Víctor Aráuz e Itzel Cuevas como protagonistas? ¿Dieron la medida justa?

La selección del elenco es un proceso que hacemos en conjunto todo el equipo de producción. La verdad, estoy muy contento con los que he trabajado antes y siempre es muy cómodo y agradable trabajar con amigos.

¿Considera que Alejandro Fajardo es una especia actor fetiche para usted?

Alejandro es un gran actor y profesional, pero sobre todo es mi gran amigo. Fue el primero que me invitó a trabajar en Guayaquil a mi regreso de Madrid y ya son más de 10 obras juntos. Confío muchísimo en él y valoro mucho su criterio.

¿Cómo se concibió el vestuario y apariencia de los personajes?

Ese es un trabajo que comenzó hace más de 6 meses. Hay un equipo formado por profesionales, tanto de vestuario como de maquillaje y efectos especiales que durante muchas horas de investigación, pruebas e innovaciones han conseguido un resultado excelente.

¿Qué proyectos prepara para el próximo año?

Estamos planificando para el próximo año varias producciones, como El Principito, Alicia en el país de las maravillas, entre otras sorpresas.

Usted actuó en Las Brujas de Salem, ¿seguirá interpretando?

Sí, estoy con muchas ganas de volver a las tablas y tengo por lo pronto dos oportunidades. La primera es una pieza para microteatro a partir de unos poemas de Oliverio Girondo y la otra es con un personaje mítico. Parece que será un año con mucho trabajo. (I)