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El Telégrafo
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Pamela Cortés tiene fiesta para rato con su familia

Pamela Cortés tiene fiesta para rato con su familia
25 de diciembre de 2013 - 00:00

Un pequeño cuadrilátero improvisado en el espacio que divide la sala del comedor y delimitado con amarras, se convirtió en un verdadero ring de combate en plena Nochebuena.

Quienes boxeaban no eran luchadores profesionales y los golpes que ahí se propinaban no causaban traumatismo alguno ni mucho menos contusiones; más bien, provocaban risa y alegría a tres pequeños hermanos que se abalanzaban al suelo uno encima del otro, mientras sus padres los observaban desde el extremo de un amplio sofá.

Esta escena, la que se complementa con olores de canela, manzana y un pavo “casi en su punto” dentro del horno, forma parte de los recuerdos de infancia más valiosos que tiene la cantante Pamela Cortés y que un día como hoy vienen a su mente, en medio de nostalgias y alegrías.

Y aunque aquellos guantes de boxeo Papá Noel no se los dejó a ella, sino a uno de sus hermanos, la intérprete de ‘Dicen’ los disfrutó como si fuesen suyos, haciendo que se olvidara inclusive de las muñecas que recibía noches como esas.

Y pese a todo el éxito prematuro que alcanzó al convertirse en la primera Paquita de Xuxa ecuatoriana, el estar rodeada de niños no llenaban su espacio en las celebraciones de fin de año.

Desde entonces, Pamela ha soñado con tener una familia numerosa y hoy, ese sueño se hizo realidad. La cantante no solo disfruta de la compañía de sus padres, hermanos, cuñadas y sobrinos, sino que también de su esposo, el maestro David Harutyunyan y el primer hijo de ambos, Maximilian, quien la semana pasada recién cumplió su primer añito de edad.

“Ahora sí puedo decir que a mis treinta años soy la mujer más feliz del mundo porque tengo todo lo que siempre he soñado, y mi familia ya es numerosa. Es mi sueño hecho realidad”, comentó Cortés, mientras sus ojos se tornaron llorosos y un breve silencio se apoderó de la sala de la casa de sus padres, en donde recibió al equipo de este diario para compartir sus vivencias en Navidad.

Y si de vivencias se trata, en el seno de su familia, las navidades ahora parecen una fiesta de nunca acabar. Y es que a sus costumbres, han incorporado las de su esposo, que es de origen armenio y profesa la religión ortodoxa.

Para el director de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, las festividades comienzan recién el 31 de diciembre con el inicio de “El viejo Año Nuevo” que es cuando dan obsequios a sus seres queridos. Este día coincide con la celebración occidental de fin de año.

Es por eso que tanto Pamela como el pequeño Maximilian reciben regalos también la noche de fin de año, en medio de la quemazón del “año viejo”, tradición que este músico ha adoptado con mucha pasión.

“La forma en que aquí despiden el año es una cosa fantástica y única. Los que hacen esos monigotes son verdaderos artistas y muy genuinos. Me gusta esta tradición, que mi familia incluso ha venido de Armenia solo para ver la quemazón... es increíble”, enfatiza Harutyunyan.

El festejo continúa con la celebración católica de la llegada de los Tres Reyes Magos, es decir, el 6 de enero, que es la víspera ortodoxa del nacimiento de Jesús, en donde todas las familias se reúnen con sus seres queridos para comer y cantar villancicos.

En Armenia, país del cáucaso sur que divide imaginariamente a Europa de Asia, los ortodoxos se rigen por el calendario Juliano, mientras que en la mayoría de los países de Europa y del continente americano se basa en el calendario gregoriano con el que hay una diferencia de 13 días.

Pero la fiesta no termina ahí en la casa de los Harutyunyan-Cortés, ya que el 13 de enero celebran la llegada del Año Nuevo y el renacimiento espiritual. Aquí se conmemora la festividad de Santa Melania y el Malanka, festival de humor folclórico y de bromas espontáneas en la que generalmente se celebra con disfraces.

El músico comenta que las festividades son bastante parecidas a las de Occidente, y que cuando era pequeño recibió todos los regalos que siempre quiso tener (aún conserva varios de ellos), especialmente después que terminó la Unión Soviética, donde esta celebración quedó en segundo plano.

“La Navidad no era la fiesta importante entonces porque no cuadraba con las posturas ideológicas de ese gobierno, pero nosotros sabíamos que fuera de las fronteras se celebraba Navidad y que se daban regalos. Nosotros muchas veces lo hacíamos”, señala el armenio.

Pero ahora, tanto Pamela como David aseguran que cualquier cosa vivida en el pasado no se compara con la alegría de celebrar estas fechas con su pequeño hijo, que se ha convertido en el regalo más grande que Dios les ha dado.

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