En los 30 minutos que dura la obra se fabrican imágenes de la cosmovisión andina a través del movimiento corporal. La coreografía ideada por Pablo Cornejo se sustenta en las investigaciones de Paco Salvador en cuanto a las raíces ancestrales que compartimos quienes nacimos en la zona andina.

Se presenta como un acercamiento desde la danza contemporánea a la ritualidad y festividad andina. El objetivo: reencontrarse en el otro y, sobre todo, con las raíces que quizás -sin darnos cuenta- están presentes en la vida cotidiana.

Para Salvador, “La Pacha” se representa como un elemento constitutivo de la vida, en el cual se entretejen las energías para el desarrollo de la existencia individual y colectiva.

El fuego, símbolo de la energía suprema, acompañado por elementos como el agua, el viento y la tierra, tienen un papel primordial dentro de esta obra que tomó un poco más de 4 meses en montarse, puesto que la música, el vestuario, la escenografía y las frases dancísticas tenían que formar un círculo perfecto de representación.

María Luisa González, directora de la Compañía, se mostró complacida por la nueva propuesta y por los resultados del trabajo en conjunto con los bailarines, ya que también representó un reto lograr que los intérpretes interiorizaran estos conocimientos.

Por tal motivo se impartieron talleres, donde Paco Salvador explicó la cosmovisión andina, así como pequeñas tareas de investigación para los bailarines.

La experiencia para ellos fue enriquecedora, el objetivo del ‘reencuentro’ con las raíces no se limita al público que mira desde las butacas sino desde la estructuración de la obra, hasta la interpretación.

“El aporte de los maestros en este redescubrimiento a través de la danza fue muy importante”, afirma Cristian Masabanda, miembro del elenco de la Compañía.

Según el bailarín, el proceso les sirvió para reconocerse como mestizos y andinos, como hijos de la simbiosis de culturas americanas y europeas. Actualmente existen códigos que se han mantenido a través de los siglos, después de la conquista española.

Para la integración de los elementos ancestrales con la técnica contemporánea fue necesario divorciarse hasta cierto punto de este conocimiento que por tantos años aprendieron maestros y bailarines.

La búsqueda de los sentidos fue lo más importante a la hora de crear, mientras que la técnica se adaptó al ritmo de las ritualidades y festividades indígenas.

El término Pacha es la raíz de toda la estructura metafísica y filosófica del mundo andino. Es el gran ordenador y ser supremo de esta cosmovisión, esto puede ser comparado con el Dios del cristianismo.

Paco Salvador explica que la Pacha es la raíz de todo lo que vemos y que tiene tres niveles: El Hananpacha, que es el mundo de las deidades; el cielo, donde se manifiesta el viento y se encuentra la divinidad más importante: el Inti o Sol. Este nivel se entrelaza y se expresa sobre el ‘Kaipacha’ (el presente) que es el mundo terrenal, donde existen todos los seres vivos. Debajo de este está ligado un inframundo: el ‘Ukupacha’, donde crecen los frutos y donde se engendra la vida que se manifiesta en el ‘Kaipacha’, es el sitio donde moran los ancestros. Esto se manifiesta en armonía y como circunstancias físicas y naturales para que puedan coexistir las energías.

Es por ello que ‘Pacha’ es la raíz terminológica de varios conceptos como Pa-chacama, Pachakutik o la misma Pachamama.

La música que complementa la obra evoca a la vida en el campo, la ritualidad se manifiesta con la sonoridad de churo y los tambores; en cuanto la coreografía se va sucediendo los momentos en el libreto cambian, suena un poco de banda de pueblo - mientras los bailarines representan una fiesta y después la cotidianidad del amor y la relación cercana con la tierra.

La cita para presenciar la obra es esta noche en el Teatro Nacional Sucre, fiesta de danza con la que la Compañía Nacional celebra sus 38 años.