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Mishqui Chullumbu le canta a la tierra y recoge las vivencias de su pueblo
Su nombre occidental es Carlos Pascual Alvarado, pero es más conocido como Mishqui Chullumbu, nombre que le pusieron sus padres a los ocho días de su nacimiento, según cuenta el músico ecuatoriano, y explica el significado de su nombre: Mishqui es dulce y Chullumbu es abeja, pero las dos palabras juntas significan miel.
Vive en su natal Porotoyacu, un pequeño poblado del Río Napo, donde empieza la selva tropical amazónica, y en donde lleva decenas de años haciendo música y gestionando la protección de su cultura, es por eso que hace ilustraciones y escribe libros sobre las leyendas de su pueblo.
Un recuerdo de su infancia viene a su mente: “a los menores de edad no se nos permitía entrar a las bodas, pero yo un día me escapé de la casa dejando a mis hermanitos, camine unos dos kilómetros y entré a la ceremonia. Mi padrino tocaba el violín, pero ese día estaba muy borracho, así que cogí el violín y comencé a entonar, aunque no sabía lo que entonaba. Al siguiente día mis padres me castigaron y me pusieron ají en los ojos por haberme introducido en la boda”.
Pese a esa mala experiencia, aclara que hoy, a sus 67 años de edad, sigue haciendo música. “No he desmayado, y no solo me dedico al canto, sino que he recopilado literatura, historias, leyendas, creencias y hechos del pasado y otros que siguen ocurriendo”, acota Mishqui, quien además de danzar, también tiene habilidad para crear artesanías.
La música que compone y ejecuta (violín y canto) recogen la experiencia quichua de su zona, en donde la música es utilitaria. Por ejemplo, sirve para la cosecha o la sanación; pero por el Napo pasaron frailes, exploradores de petróleo y madera, y gente que simplemente se iba a trabajar al Oriente. Cada uno de ellos dejó algo en la música de Mishqui, pero sobre todo, sus temas representan toda la música de los Andes.
A Mishqui se lo ve de camisa y pantalón tocando en la cancha del pueblo donde reside, todos lo reciben con cariño a pesar de las largas ausencias que hace cuando se pierde en la selva con la cara pintada y vestido de plumas.
Escribir novelas tradicionales de acuerdo a las leyendas que conoce es uno de los proyectos que tiene en mente, pues dice que los jóvenes “pasan viendo novelas de criminales o matones de otros países, teniendo nuestra tradición. Hay que priorizar lo nuestro, incluso muchos confunden la danza con el baile, eso me preocupa, por eso quisiera que haya una escuela de danza original de nuestras raíces, pues muchos turistas nos visitan para ver cómo viven las comunidades y compartir, no solo para ver los pájaros y el bosque, pero regresan decepcionados porque se imaginan que verán los rostros de los nativos pintados y no encuentran eso. Por eso mi idea es elaborar una aldea ancestral con características de hace miles de años”, agrega.
Las ideas que tiene Mishqui se harán realidad gracias a De Taitas y Mamas, un proyecto financiado por el Ministerio Coordinador de Patrimonio, que pretende rescatar el arte de iconos de la música nacional.
Mishqui es uno de los artistas escogidos, pues su talento innato se muestra a través de su cultura, creando e interpretando sus canciones, que hoy constituyen un patrimonio sonoro de todos los ecuatorianos, según dijo la ministra coordinadora de Patrimonio, María Belén Moncayo,
“Gracias a que me tomaron en cuenta en este proyecto la aldea será una realidad y escogimos un lugar que se llama Yawar Urku (Monte de Sangre) donde nuestros líderes pelearon contra la injusticia y la esclavitud. Ahí estarán 20 familias entregadas a la cultura, la creación ya está en proceso, pero primero estamos sembrando plátano y yuca para dar de comer a los animales y familiarizarnos con ellos”, explicó Mishqui.
De Taitas y Mamas también contempla la impresión de discos para que la ciudadanía conozca la música de los artistas que forman parte de este proyecto. Una de las canciones de Mishqui que se incluirán es Musanka, una melodía llena de sonidos andinos.