Desde los tiempos del cine mudo los robots siempre han fascinado, y aunque la mayoría de las veces no tienen un papel protagónico, a la larga han terminado por robarse la atención de los espectadores.

Y aunque algunas veces ‘interpretan’ papeles de aliados de los humanos, en ocasiones se han ‘rebelado’ contra sus creadores.

¿Quién no recuerda a Hal, la supercomputador de la película 2001: Odisea del Espacio, del desaparecido Stanley Kubrick, que al volverse loca asesina a casi todos los miembros de la tripulación. Aún hoy sigue inquietando esa lucecita roja que todo lo observa y todo lo domina.

Pero también, ya en el nuevo milenio, el filme de Steven Spielberg Inteligencia artificial, donde un genial Haley Joel Osment interpreta al robot-niño cuyo comportamiento  plantea preguntas acerca de cuál es la verdadera naturaleza del amor o si los afectos se pueden crear artificialmente.

Otra película mítica es Blade Runner (1982), donde Ridley Scott, a partir de una novela de Philip K. Dick, mezcla, de manera magistral, el cine negro con el de ciencia ficción, construyendo una película con una atmósfera inigualable y envolvente, que ha servido como referencia para muchas películas de ciencia ficción. Apoyado por Harrison Ford en un papel sobresaliente, como cazador de ‘replicantes’ que son robots construidos a semejanza de los humanos, más perfectos que éstos, pero sin sentimientos, y por lo tanto,  sin recuerdos.

Metrópolis (1927), muestra indiscutible del expresionismo alemán, dirigida por uno de los grandes del Séptimo Arte, Fritz Lang, que rodó un filme deslumbrante y moderno, que aún hoy sigue conservando todo su poder de fascinación. Su brillante diseño de edificios y autopistas futuristas sigue inspirando el cine actual. Los efectos especiales, como la puesta en marcha del robot y el videoteléfono, son imaginativos y conservan hasta hoy toda su validez.

Según el escritor Isaac Asimov, un robot no puede hacer daño a un ser humano. Tiene que obedecer las órdenes de un humano, a no ser que entre en conflicto con la primera ley y, como tercer punto, un robot debe autoprotegerse, a no ser que esto entre en conflicto con las otras dos leyes. Pues bien, de estas leyes se vale el director de Yo robot (2004), Alex Proyas, para construir una trama que describe la investigación del asesinato de un científico diseñador de robots, a cargo del detective Spooner. El principal sospechoso de esa muerte es un robot, Sonny.

En la lista de robots también se incluye a Pinocho, el clásico de la literatura infantil, que ha sido llevado al cine en varias oportunidades. En 2004,  Daniel Robichaud dirigió una versión animada en 3D (‘Pinocho 3000’). En esta película, aunque el argumento introduce añadidos originales –hay que destacar al pingüino Spencer–, la aventura mantiene el espíritu original, fantástico y humano de su creador.

Alan Turing, pionero de la inteligencia artificial, sostenía que si una máquina llegaba a ser lo suficientemente avanzada, sus actuaciones difícilmente serían distinguibles de las humanas. Ex Machina (2014), el  filme de ciencia ficción de Alex Galand, desarrolla estas hipótesis. Caleb, un joven programador que trabaja en una de las mayores empresas de internet del mundo, gana un concurso cuyo premio es una semana en la mansión privada del presidente ejecutivo de la compañía. A su llegada a la casa descubre que deberá participar en un experimento donde evaluará mediante el test de Turing a Ava, una robot dotada de la inteligencia artificial más potente jamás creada.