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La obra teatral de Betty la fea muestra un capítulo que no se vio en la telenovela

El elenco principal de la telenovela es el mismo que estelariza la obra dirigida por Mario Ribera. Se harán presentaciones en varias ciudades colombianas.
El elenco principal de la telenovela es el mismo que estelariza la obra dirigida por Mario Ribera. Se harán presentaciones en varias ciudades colombianas.
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El montaje en teatro de la serie colombiana Betty la fea, considerada en los récords Guinness como la telenovela más exitosa de todos los tiempos, era una apuesta de doble filo.

Por una parte, existía el riesgo de que, al sacar de un set televisivo una producción de 169 capítulos que se quedó en la retina de millones de latinoamericanos, la propuesta teatral, de dos horas de duración, no funcionara.

Por otro lado, Betty la fea es una marca muy poderosa en el negocio del espectáculo (tanto en Colombia como en el resto de los países de la región), por lo que cualquier puesta en escena respaldada por ese título lleva ventaja. Y más, si esta cuenta con el elenco original de la telenovela.

Ese es, precisamente, uno de los aciertos de Betty la fea en teatro, que los actores son los mismos que protagonizaron entre 1999 y 2001 la teleserie colombiana: desde Ana María Orozco, la intérprete de la poco agraciada pero brillante economista Beatriz Aurora Pinzón Solano (‘Betty’), hasta Jorge Enrique Abello (Armando Mendoza, ‘Don Armando’), Julián Arango (el modisto gay Hugo Lombardi), Lorna Cepeda (la ‘Peliteñida’), Julio César Herrera (el mensajero Freddy Steward Contreras) y Natalia Ramírez (Marcela Valencia, la prometida de ‘Don Armando’).

Ese reparto, que 16 años después de que la telenovela llegó a su fin en la televisión colombiana conserva la lealtad del público, es el soporte fundamental de la obra de teatro. El resto lo hace la producción, que es sencilla pero funcional; la dirección de Mario Ribero Ferreira y el guion de Fernando Gaitán.

Ambos cumplieron las mismas tareas en la teleserie y su participación en la obra de teatro era tan importante como la del elenco original.

En especial la de Gaitán, quien finalmente es el creador de Betty, de los personajes y de la historia que se convirtió en un fenómeno televisivo mundial a principios de 2000, cuando la telenovela de la cadena RCN se transmitió en 180 países, fue doblada a 25 idiomas y contó con 28 adaptaciones que en ningún caso se acercaron siquiera al libreto original.

Para el teatro, Gaitán optó por escribir una especie de capítulo de la Betty la fea televisiva, aunque con muchos elementos teatrales.

El resultado es una comedia de enredos en la que a lo largo de 120 minutos todo gira alrededor de los disparatados esfuerzos que hacen los empleados de Ecomoda, la firma de ropa de diseño que dirige don Armando y en la que trabaja Betty, para salvar a la empresa de la quiebra.

Las situaciones son absurdas, divertidas y propicias para que los diferentes personajes de la obra desborden su caricaturesco histrionismo, incluso con más intensidad de como lo hacían en la  telenovela. Y es que esto, a fin de cuentas, es teatro. Hugo Lombardi acentúa su voz chillona, sus iracundos gritos de contrariedad y sus ademanes afeminados. Freddy, el mensajero, una pieza central en la obra teatral, enfatiza su condición de empleado humilde, ingenioso y pícaro, al que no se le dan las ‘buenas maneras’ y el protocolo, por más que lo intenta. Y las secretarias ‘Pupuchurra’ (Martha Isabel Bolaños) y Aura María Fuentes (Estefanía Gómez) explayan sensualidad en el escenario, ya sin el recato que imponen los horarios familiares de la televisión.

Teatralidad y curvas

En la obra hay música -big-band, un bolero, algo de lounge-, algunas coreografías de Betty con don Armando, de Betty con su también feo amigo Nicolás (Jorge Ordóñez, único actor que no fue parte del elenco original), y hasta canciones interpretadas en play-back por los personajes estelares.

El mejor momento musical es una cumbia que pone a la curvilínea ‘Pupuchurra’ a mover las caderas en forma cadenciosa y rítmica, en un intento por enseñar ese baile colombiano al italiano Giorgio Carnevalli (Luciano D’Alessandro), un inversionista que tiene en su cuenta bancaria los 10 millones de dólares que se requieren para rescatar de la quiebra a Ecomoda.

En su intento por privilegiar en la puesta teatral la dimensión humorística de Betty la fea, Fernando Gaitán les dio mayor protagonismo a los personajes que tienen más marcada esa faceta, como Freddy el mensajero, la ‘Peliteñida’ -papel en el que Lorna Cepeda luce su talento como comediante- y el modisto Hugo Lombardi.

En contraste, Betty y don Armando no tienen la figuración que tuvieron en la teleserie. Ambos siguen llevando en el montaje teatral los roles principales, pero la trama no gira en torno a la inteligente pero poco atractiva economista, que se enamora de su jefe sin que él la tome en cuenta, hasta que el peso de las circunstancias lo lleva a descubrir que esa mujer que usa grandes gafas, chalecos obsoletos y brackets en los dientes es el amor de su vida.

Hay romance, desde luego, pero lo principal es la comedia, y Gaitán

-quien también fue el guionista de Café con aroma de mujer, la primera telenovela colombiana de exportación- optó por sacrificar la historia de amor de Betty con su jefe en aras de las hilarantes puntadas de los otros personajes.

La actriz Natalia Ramírez, quien además de interpretar a la vicepresidenta de Ecomoda, Marcela Valencia, es la productora de Betty la fea en teatro, dice a EL TELÉGRAFO que la obra “es como un capítulo de la telenovela que nunca se vio en televisión”.

Aquello es porque llevar una síntesis de la historia original al teatro resultaba demasiado complejo. Fernando Gaitán, el guionista, pensó que lo mejor sería presentar en escena un capítulo que tuviera todos los ingredientes de la telenovela en un formato teatral.

Al principio de la obra, el batallón de secretarias chismosas y divertidas, conocido en la teleserie como el ‘cuartel de las feas’ reelige a Betty como su presidenta. Y ella responde con un discurso que deja en claro a los asistentes el tono de la puesta en escena: “Me honra ser ratificada como la más fea -dice Betty a las muchachas del cuartel- teniendo en cuenta la fuerte competencia que tengo a mi alrededor”.

Como los buenos vinos

Aunque han pasado 16 años desde que el elenco de Betty la fea terminó las grabaciones de la teleserie, el paso del tiempo no se nota. Todos los actores, sin excepción, están en buena forma y en absoluta sintonía con su personaje.

Ana María Orozco, Betty, está incluso más esbelta que en la telenovela, ágil y saludable. En una escena con don Armando hace una voltereta de bailarina clásica que deja ver su estupenda forma física. Y Lorna Cepeda (la ‘Peliteñida’), Martha Isabel Bolaños, la ‘Pupuchurra’ y Estefanía Gómez, la recepcionista, lucen en sus 40 una potente y refinada sensualidad.

Desde luego que en la obra se advierte el paso del tiempo. Hay un selfie, una mención a la barbarie premoderna de Donald Trump; teléfonos celulares con acceso a internet y hasta una referencia a la trama de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht. Todo esto, con excepción de la corrupción, no existía hace 16 años.

Betty la fea en teatro ha sido exitosa en términos de público. Debutó el pasado 29 de marzo en el teatro Cafam de Bogotá y todas las funciones han sido con sala llena. La última exhibición de esta primera temporada en la capital colombiana será el próximo domingo 28 de mayo. Luego vendrá una gira nacional y por varios países latinoamericanos.

Aunque Beatriz Aurora Pinzón Solano, Betty, no se convierta en la versión teatral en una mujer bonita ni la obra termine en boda, como en la teleserie, ella sigue siendo el personaje entrañable que sedujo en el arranque del siglo XXI, con su fealdad, ingenuidad e inteligencia, a las audiencias latinoamericanas y de otras latitudes.

Ese poder de seducción de Betty y del resto de los personajes de Fernando Gaitán terminó por crear una complicidad entre el público y Betty la fea. Y eso es suficiente para que la puesta teatral fluya sin problemas, entre sonrisas, carcajadas, aplausos espontáneos y un arrebatado sentimiento de nostalgia por una época que estuvo cruzada por esa teleserie y que ya se fue. (I)

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