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El resurgir teatral invita a revisar sus bases y legado

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El auge teatral a raíz del despliegue del microteatro en Guayaquil ha planteado una inquietud al gremio: ¿En qué forma se está concibiendo, construyendo y proyectando la actividad para futuras generaciones y sus nuevos públicos?

Para analizar este tema, 8 reconocidos artistas develaron desde sus experiencias las condiciones que tuvieron que atravesar para emerger y posicionarse. Algunos de ellos coinciden en que la base de los factores adversos que el colectivo debió enfrentar y superar -tales como la falta de apoyo para desarrollarse académicamente y el irrespeto a sus derechos fundamentales, entre otros- fue la inexistencia de políticas públicas durante casi 30 años.

Talleres por falta de academia

La formación que el argentino Ernesto Suárez, fundador del extinto Teatro Escuela El Juglar, le dio a la generación de actores de la década del 80, está intacta en sus memorias.

Virgilio Valero, director de Teatro Ensayo Gestus, rememora aquella convocatoria que realizó el mendocino para dictar su cátedra, logrando acoger a casi 200 principiantes con los que se inició un nuevo movimiento técnico teatral.

“Participé en esta formación académica que se entregó en la Universidad Católica; en aquel entonces no había escuelas de teatro y, a partir del director, que era Ernesto Suárez y las autoridades universitarias, se implementaron espacios de información para aquellos que estudiábamos teatro. De ahí salieron muchos artistas, como Rossana Iturralde, Susana Nicolalde. Esto empezó en 1980 y tuvimos un proceso de formación alrededor de 4 años”.

Otro de los pupilos de Suárez fue el actor Marcelo Gálvez,  quien heredó su pedagogía. Como integrante del  elenco de El Juglar fue testigo de la primera obra que aterrizó la dramaturgia internacional, acostumbrada a evocar un lenguaje y realidades de la Edad Media, a un guion ajustado a la vivencia callejera de la ciudad.

“Guayaquil Super Star fue la primera obra en que hablamos el mismo idioma de nuestro público porque sacamos experiencia de la vivencia callejera del colectivo, el vendedor ambulante en los parques, del montuvio”, cuenta el director de programas de televisión. Destaca que con esta producción experimentaron el recurso de creación colectiva durante los ensayos, tomando elementos de la comedia de improvisación para construir la obra con la fijación de arquetipos para los personajes.

A este viaje en el tiempo se suma Andrés Garzón, director del proyecto de formación teatral Black Box, quien detalla lo que vino después de esta construcción actoral de su generación. “La semilla de El Juglar la tomó Oswaldo Segura para fundar su propio grupo La Mueca, y con esos lineamientos, junto a la coproductora Tati Interllige, fuimos haciendo y estudiando; trabajábamos por la mañana los talleres y en la tarde nos preocupábamos de los montajes. En esos procesos nació Entenados, como un hecho teatral que luego se volvió audiovisual”.

Paralelamente a estas vivencias, un atrevido Hugo Avilés se formaba a partir del largo peregrinaje que tuvo en todas las instancias de esta disciplina en cuanto a producción, dirección y dramaturgia, aprendidas en sus inicios como actor. “Fue la elección de vida lo que uno tomó; además, he considerado siempre el teatro como una herramienta de arte y comunicación porque toda la vida he tenido algo que decir, aún lo tengo y creo que la vigencia se ha dado por eso”.

Dice haber recorrido agrupaciones, experimentado nuevas técnicas, devorado libros para configurar la versatilidad de la educación teatral e implementó un intenso trabajo de laboratorio en cada montaje hasta formar su agrupación Fantoche.

La lucha gremial para una ley

Varios factores se sumaron a la falta de apoyo para este gremio, uno de ellos, la creación de asociaciones con autoridades que aparecían en forma episódica y sin proyectos sustentables, con cargos elegidos a dedo para luego desaparecer con los fondos de ciertos grupos que comenzaban a consolidarse.

Así reabre el capítulo de injusticias Héctor Garzón, presidente de la Asociación de Teatreros Casa del Teatro, quien, desde 2012 en este cargo, ha sido uno de los colaboradores que trabajó en los procesos que determinaron los lineamientos  de respeto y seguridad para los artistas, establecidos en la Ley Orgánica de Cultura.

Para el efecto, en 2013 se convocó a representantes de la música y danza, literatos, artistas plásticos y de otras actividades relacionadas al arte, quienes expusieron en mesas de participación sus necesidades y plantearon requerimientos que hoy constan en el decreto aprobado el 10 de noviembre de 2016.

Garzón, quien también es vicepresidente de la novísima Federación de Artistas Autónomos de Guayas, reseña que entre los beneficios de sus estatutos constan las denominadas acciones afirmativas, con las que el Estado reconoce el agravio y la falta de apoyo a los artistas en los últimos 50 años.

“El Estado nunca nos había retribuido nada hasta ahora, somos considerados un grupo vulnerable porque nunca hemos tenido seguridad social propia, y ahora la tenemos; otra de las maravillas de la ley es la titulación por trayectoria y las exenciones tributarias”.

Otro logro destacable es que los canales  de televisión están obligados a cumplir con una parrilla del 60% de producción nacional dramática con documentales que incluyan actores.

Sin embargo, la insatisfacción persiste para algunos entrevistados. Consideran que la demora y la forma como se ha concebido esta legislación no aclara el panorama presente ni futuro, de modo que la actividad teatral aún se maneja por autogestión y debe reinventarse para sostenerse en el tiempo.

El caso de Lucho Mueckay, precursor de la danza-teatro en Guayaquil, es el más reciente en cuanto al cierre temporal de su Centro Cultural Sarao, lo cual evidencia la notoria falta de políticas de apoyo para los espacios independientes.

“Consciente de lo trascendental que es participar desde el sector de los artistas y gestores, formé parte de algunos debates para la discusión de los componentes de la nueva Ley de Cultura, pero lamento su demora, el tiempo perdido y la manipulación de la que ha sido objeto por uno que otro tecnócrata”, expresa el artista, quien persiste en la formación de nuevos elencos, a través de cursos y funciones con el objetivo de crear nuevos públicos.

La formación y su proyección

Víctor Acebedo, máster en gestión y producción cultural, opina que aunque en la actualidad ya existe esta carrera como profesión, sigue quedando corta y se debe responder a nuevos formatos.

“Aunque hay un boom en el teatro, sigo creyendo que Guayaquil es episódico porque no ha sido de procesos ni de evolución. ¿Cuánto tiempo seguirá así y en qué momento va  a mutar?”, cuestiona el director de Ubríaco. Añade que la nueva casta de actores debe prepararse mejor, con estudio, lectura y creación de proyectos.

“Desde la experiencia que nosotros tenemos como personas grandes, con todos nuestros errores y complicaciones, hay que crear oportunidades para los chicos. Ese es el chiste: pensar el teatro de acá a 20 años”.

Su colega y catedrático Augusto Enríquez comparte la misma preocupación y dice poner en práctica la enseñanza de una técnica con dominio, no solo en lo teórico, sino en la práctica, frente a las cámaras y el escenario.

 “La gente opta por buscar la televisión y algunos llegan a conseguir fama, una imagen, un nombre y se proyectan, pero por una cuestión de ego muchas veces se estancan. A todos nos gustaría hacer cine, televisión y teatro, pero hay que hacerlo en forma profesional”, reflexiona el director de Kurombos, quien advierte que esa informalidad perjudica la calidad de las producciones en la TV nacional. (I)

 

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