Aún conserva el estilo de la época de los 80; se peina hacia atrás, luce gafas oscuras, le gusta vestir ropa clara y usa cadenas. Freddy Barberán (foto) es un guayaquileño de 61 años y su parecido físico con Héctor Lavoe sorprende a muchas personas.  “Es idéntico a Héctor, parece su hermano gemelo”, comenta Jéssica Plúas de 34, mientras le pide una foto.

Hoy cumple 24 años de fallecido Héctor Lavoe, salsero puertorriqueño quien para muchos de sus seguidores aún vive.

A Barberán  lo conocen como el ‘Lavoe ecuatoriano’.

Tenía 11 años cuando escuchó por primera vez la ‘Murga de Panamá’, uno de los grandes éxitos del boricua. Desde ese momento nació el gusto por la salsa y admiración por el cantante.

Inició su carrera artística a los 17 años, presentándose en el ‘barrio de tolerancia’ ubicado en la 18 y Brasil.

Recuerda que su mamá lo echó de la casa y por ello se fue a vivir con la ‘China Nancy’, una cortesana de 25 años.

Su primer grupo como cantante profesional fue con ‘Los Juniors’, Barberán ya tenía 18 años. Su facilidad para improvisar en la tarima originó que se gane el reconocimiento de los demás artistas; así llegó hasta que logró ser parte de la orquesta de Joe Mayorga a quien conoció en el conservatorio.

Con la orquesta de Mayorga, Barberán ganó experiencia, se perfeccionó como cantante y en el arte de tocar el bongó.

En 1984 conoció a Lavoe y el boricua le dijo. “Sé que eres un tigre para el bongó. Así integró la agrupación que lo acompañó en el país.

“Lavoe  vivió en Guayaquil cerca de dos meses, en el Hotel La Moneda (centro de la ciudad), invitado por William San Andrés. Fue un guayaquileño más, solía comer cangrejos en Los Ríos y Camilo Destruge”, recuerda Barberán. (I)

El cantante le regaló un saco que aún conserva

Este personaje ecuatoriano, gracias al parecido físico que tiene con el boricua tuvo la oportunidad de presentarse en escenarios de Perú y Colombia.

Cuenta entre una de sus anécdotas que en una ciudad colombiana le ofrecieron  $ 2.000 por un saco que le regaló Héctor en 1985. “Un fanático estaba dispuesto a pagar pero ni loco lo vendo, es un regalo que guardo con mucho cariño y que se lo dejaré de herencia a mis nietos. Los recuerdos no se negocian”, expresa. (I)