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César Orbe conoció la danza cuando acompañó a una vecina para una audición
Aunque no proviene de una generación familiar de artistas, el bailarín quiteño César Orbe, uno de los fundadores de Ballet Ecuatoriano de Cámara, se ha dedicado por más de tres décadas a la danza. El haber ingresado en este ambiente lo toma como una casualidad, pues recuerda que cuando tenía 17 años, junto a su hermano Jaime, acompañó a una vecina para que haga una audición de ballet.
La vida sorprendió a los hermanos cuando les solicitaron que ellos también sean parte de la audición. A partir de ese momento no se han separado del ballet, pues fueron aceptados dentro del grupo de baile, a diferencia de la amiga que acompañaron y que no salió aprobada.
¿En verdad cree que fue una casualidad dedicarse a la danza?
Hace 36 años existían muchos prejuicios, la gente pensaba que un hombre no podía dedicarse a la danza, por lo que en mi cabeza nunca se cruzó hacer esto.
¿Y entonces por qué decidió hacer el casting?
Por la belleza de las bailarinas. Mi hermano y yo veíamos a muchas chicas guapas. Aceptamos hacer la audición para estar junto a ellas.
Pero si no tenían experiencia, ¿qué clase de pruebas les tomaron?
Físicas y musicales. Ese día pasó algo muy particular, estaba el maestro mexicano Rodolfo Reyes, quien consta dentro de la historia de la danza. Él no fue solo el sorprendido por nuestra elasticidad y destreza, sino que llamamos la atención del director, los profesores y estudiantes de la Compañía Nacional de Danza. Fuimos contratados para trabajar, ganábamos un sueldo y por tantas horas de ensayo ese año perdí el colegio. Estaba en quinto curso y eso fue por 1977.
¿Qué dijeron sus padres?
Ellos no sabían que me dedicaba a esta actividad, pero cuando mi padre se enteró no estuvo de acuerdo; él no quería que sus hijos se dediquen al ballet. Me exigió que continúe con mis estudios universitarios, y me decía lo típico: si estás en mi casa haces lo que yo digo.
¿Cómo cambió su vida al dedicarse a la danza?
Desde mi adolescencia empecé a ganar mi propio dinero, como tuve cierta independencia me marché de mi casa y podía mantenerme. Yo sí he podido vivir de la danza.
Para eso tuvo que prepararse mucho...
En esa época conocí a Rubén Guarderas, con quien junto a cuatro personas más fundamos el Ballet Ecuatoriano de Cámara (BEC). Rubén tenía la idea de no conformarnos con lo que sabíamos, sino de seguir creciendo y en 1980 creamos el BEC. Dos años más tarde viajé a Cuba para especializarme, es por eso que hasta la actualidad tenemos asesoramiento de maestros cubanos de mucha experiencia.
¿Qué tan complicado fue en un inicio convocar a jóvenes para que sean parte del ballet?
Cuando teníamos presentaciones, el público, especialmente el estudiantil, nos gritaba barbaridades. Pero al estar en el escenario primaba nuestra personalidad y hacíamos un trabajo serio, con ese convencimiento fuimos captando al público, que en ese entonces no le gustaba la danza nacional, solo asistían a los eventos de bailarines extranjeros porque cuando nosotros hacíamos funciones salíamos a la calle e invitábamos a la gente para que nos vea. Ahora ya tenemos en el país un público que gusta de la danza y es más crítico porque sabe cuando te aplaude y cuando no.
¿Alguna anécdota?
Recuerdo que una vez tuvimos que presentarnos en el coliseo del colegio Mejía, porque Rubén Guarderas estudió en esa institución. Fuimos temerosos porque eran 6 mil alumnos y todos conocen cómo son. En el coliseo ingresan 1.500 alumnos, y antes de salir a escena nos persignamos. Primero salieron las chicas, chiflaron, gritaron, pero luego se calmaron y al final aplaudieron mucho. Lo mismo pasó cuando nos tocó salir a los hombres, comenzaron a burlarse, pero les terminó gustando y aplaudieron. Hicimos lo que nos gusta con honestidad y cuando uno se presenta así le va bien en la vida.
¿Se burlaban por verlos con ropa ajustada y movimientos estilizados?
Para nosotros la mujer es mujer en el escenario, y el hombre igual, a pesar de que respetamos sus preferencias sexuales. Haciendo un trabajo serio nos ganamos al público y lo mismo nos ocurrió en todos los colegios en los que hicimos funciones de ballet neoclásico, danza contemporánea, danza popular, así como otros estilos y tendencias. Aunque después los seleccionamos y a apareció el Ballet Metropolitano con una tendencia popular; luego formamos el Ballet Contemporáneo y hace poco el Ballet Urbano. También tenemos la Escuela Metropolitana de Danza Metrodanza.
¿Las personas que se inscriben a estos grupos deben tener ciertas características para ser parte de ellos?
Así es. Todos podemos bailar, pero profesionalmente y con una técnica rigurosa es difícil. Muchos alumnos no han continuado como profesionales o terminado la carrera, algunos influenciados por sus padres, que prefieren que se dediquen a otra carrera profesional.
¿Cómo se preparan a los bailarines, siguen alguna dieta?
Se piensa que los bailarines tienen que ser delgados, pero nosotros apuntamos a cómo son los ecuatorianos, con nuestras características, no podemos tener la visión de que deben ser muy delgados con unas piernas y cuello muy largo. Podemos hacer buena danza con bailarines nuestros, como somos los ecuatorianos, mestizos. En el caso de las chicas, especialmente, cuando llegan a los 14 años no pueden controlar su peso por los cambios hormonales y se alejan del baile, se las ayuda enviándolas a un nutricionista para que les haga un seguimiento, pero en sí no hay ninguna dieta estricta, en mi caso me gusta comer de todo. Otros se alejan por lesiones o la presión de sus padres porque piensan que de la danza no se puede vivir.
¿Sus padres terminaron aceptando su gusto por el ballet?
Mi papá era oficial de la Policía, tengo un hermano militar, otro policía, otro de la Marina. Somos 14 hermanos (5 mujeres, 9 varones), y la tendencia era ser militar porque lo fueron mis bisabuelos. Mi padre siempre trabajó y mi madre se encarga de orientarnos. Después de 4 años de dedicarme con mi hermano a la danza, mi papá fue por vez primera a a un teatro para vernos. Cuando terminó la función nos esperó afuera. Era la primera vez que lo veía llorar; nos abrazó, se le escaparon las lágrimas y nos dijo: “nunca pensé que podían hacer esto, háganlo, pero háganlo bien”. Mi papá vio nuestro potencial en esta profesión, pero siempre recalcándolos que debíamos tener un título universitario.
¿Estudiaron otra carrera?
Sí, yo elegí Economía, aunque nunca la ejercí. Mi hermano estudió Pedagogía.
¿Y por qué Economía?
Para tener una carrera, aunque lo que en verdad me gustaba era pintar, hasta hoy hago mis dibujos. Pero mi papá me dijo: los deportistas se mueren de hambre, los artistas también, tienes que ver una profesión con la que puedas vivir, tener una familia y subsistir. Así que si no me dedicaba a ser bailarín sería militar, y en momento de ocio me hubiese puesto a pintar para llenar mi parte artística.
¿Aún baila?
Hace 2 años que no lo hago porque me lesioné, pero me encantaría seguir bailando. Ahora me dedico a coordinar todo lo que se va a hacer en el año en el Ballet, para ello cuento con el apoyo de mi esposa, que también es bailarina. Tenemos dos hijas de 14 y 9 años.
¿Ellas también bailan?
Con mi esposa les dábamos clases de danza, pero no les gustó, tampoco les exigimos, el lado artístico de ellas va por la música. La mayor pronto se graduará como violinista y la menor empieza este año con el chelo.