Publicidad
Blues Project Rolling es una mezcla de músicos rusos y ecuatorianos
Ritmos como el rock, el hip hop, el jazz y las fusiones tienen como base el blues. Para la mayoría de expertos ha sido el caldo de cultivo para la música contemporánea.
El movimiento blusero del Ecuador ha tenido a varios exponentes tales como Jaime Guevara, Héctor Napolitano, Ramiro Acosta, Los Tigres del Chaulafán, Hugo Idrovo, entre otros. En esta misma onda nació la ‘Blues Project Rolling’ hace 12 años para aportar con la generación de un público para el blues.
“Nuestra iniciativa fue tener la magia del blues y el rock clásico. En el proceso se han aprendido cosas interesantes”, cuenta Patricio Recalde.
Agrega que está preparando todo para el Séptimo Festival de Blues en Quito a realizarse en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, del 29 de julio al 2 de agosto. En él se realizarán talleres de armónica, música en vivo, videoconferencias y exposición de poesía blues.
El objetivo de este encuentro es pregonar que en Ecuador también se produce este tipo de música que hasta cierto punto se ha visto como elitista o alejada de las características latinas, sin embargo las raíces afros son compartidas por distintas regiones de Latinoamérica y es lo que Patricio tuvo presente al plantearse la banda.
“Todos tenemos raíces andinas innegables, pero podemos abrir nuestras mentes a más ritmos. Además, creo que esas melodías son compartidas, poseemos regiones en el país que tienen un parecido increíble en la forma de percibir la música”, afirma, mientras afina los detalles de los instrumentos para su habitual ensayo de los viernes.
Como la mayoría de músicos la afición por este arte trasciende las barreras del lucro -aunque no es despreciable que a uno le paguen por hacer lo que le gusta- según Pato (como le gusta que le llamen) a la música hay que sentirla y mucho si es un buen blues.
“El blues si bien es cierto nació de la tristeza y la resignación, pero los tiempos han cambiado, ahora tú puedes gozártelo y bailártelo”, asevera, al tiempo que busca su armónica para entonarla.
Paola –la negra– Brunner por su parte alista la voz y busca las letras de las canciones a ensayar.
“Hay que tener la polla para cantar en inglés”, bromea.
Patricio Sánchez prepara la batería, Wilson Báez los teclados, Pavel Sijk la guitarra y Sergey Proshunin el bajo- los dos últimos son músicos rusos que viven en el país desde hace varios años.
Ellos se muestran serios, ceremoniosos, incluso un tanto distantes; pero el panorama cambia cuando las notas empiezan a sonar y la voz grave de ‘la negra’, como la llaman con cariño, empieza a entonar.
El ambiente se vuelve más relajado, más familiar, como si durante la canción no hubiese más opción que cerrar los ojos y moverse. Los pies se mueven al compás y los labios tararean -aunque no se entienda bien lo que dice-.
“Esta es como una familia, todos nos conocemos y estamos pendientes de los otros, aunque a veces parezcan serios”, cuenta Paola, quien lleva en la banda alrededor de dos años.
Un buen día se encontraron en un festiva de música y Patricio la escuchó cantar, entonces la invitó a la banda para que sea la vocalista.
“Ha sido un tiempo de aprendizaje y buenos momentos, me encanta lo que hago”, reitera ‘la negra’.
Sobre el género como tal
Este género tiene como aceptación la melancolía y la tristeza. Es un género vocal e instrumental, basado en notas con un patrón repetitivo, que suele seguir una estructura de 12 compases.
Nació en las comunidades afroamericanas de Estados Unidos, y como la mayoría de las expresiones culturales se desarrrolla a través de las ritualidades, es decir que surgieron como canciones de oración y de trabajo, enriquecidas por las rimas inglesas, baladas escocesas e irlandesas narradas y gritos de campo.
En sus inicios se distinguía un patrón de llamada y respuesta, tanto en la música como en las letras, características indicativas de la herencia africana-occidental.
Sin embargo, con el paso de los años ha dado paso a fusiones y experimentaciones que han multiplicado las posibilidades de interpretación de este género.
El blues influyó en la música occidental en general, siendo parte y base de géneros musicales como el ragtime, jazz, bluegrass, rhythm and blues, rock and roll, funk, heavy metal, hip-hop, música country y canciones pop.
En un principio este género fue calificado de contraproducente en el sentido social, de incitar a la violencia desde el sentido religioso, tanto en su lugar de origen como en los países en los que se expandió. Ecuador no habrá sido la excepción cuando algunos dieron los primeros pasos y expresaban sus pensamientos.
Según Pato Recalde, el país está lleno de buenos ‘bluseros’, pero los espacios aún se han visto reducidos para este tipo de propuestas, sin embargo el camino que se trazó al incursionar en los escenarios ecuatorianos fue el de fomentar el disfrute de este ritmo.
Así como el de ganar espacios públicos para la música en general.
“Los frutos han sido satisfactorios, pero aún hay algo por hacer. Espero que con la Ley de Comunicación también se abran nuevos espacios de difusión”, concluye Patricio.
El ensayo continúa y la armónica en las manos del músico toma vida propia, y consigue hilar frases que no pueden ser entendidas solo con el oído. La vibración del lugar hace que el tacto también conjugue las melodías con las ganas de quedarse un rato más.