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Anécdotas, poesía y buena música primaron en el show de Drexler

Anécdotas, poesía y buena música primaron en el show de Drexler
08 de julio de 2013 - 00:00

Jorge Drexler emana poesía cuando canta, cuando toca su música, cuando habla… No hay cómo separarlo de este género literario. Hacerlo sería imperdonable e injusto. Es un artista del que fluye de forma natural un estilo versado que deja boquiabierto a cualquier espectador.

Su elegancia complementa esa característica, su voz suave y calmada la refuerzan. “Jorge Drexler es otro nivel”. Lo dice la gente que pagó para verlo en exclusiva el pasado sábado en la sala principal del Teatro Sánchez Aguilar, en una versión íntima de su tour Mundo Abisal.

Esa noche, el parqueadero de ese centro cultural lució repleto de autos. Todos estacionados por seguidores del artista que ganó un Oscar en el 2005. Pese a que el concierto se anunció a las 20:30, desde las 20:00 ya había filas para ingresar a lo que se pronosticaba: un auditorio repleto.

Así fue. En un concierto se estila que el público reaccione con algarabía, pero este no fue uno de esos shows. Las personas esperaron con paciencia y en silencio al uruguayo durante media hora. Hizo su arribo en una tarima oscura, que solo lo iluminaba a él con un hilo de luz sobre su cuerpo.

Los aplausos no se hicieron esperar. Después de dar a manera de saludo las primeras líneas de ‘Hermana duda’, Drexler se dirigió a su público: “Buenas noches, Guayaquil, qué alegría más grande estar al fin aquí”. Dijo esto porque esa fue su primera visita a la ciudad, a la que también dedicó unos improvisados versos que confesó haber escrito tras bastidores.

En conciertos como los de Drexler, cuando la complicidad artista-espectador está reforzada por la proximidad que existe entre esas partes, las anécdotas son complementos importantes. Él está consciente de esto, pues no dudó en usar ese recurso a la hora de describir uno de sus temas. “Estaba en una playa del Este de mi país…”, empezó. Varios en el público aplaudieron. Sin comprenderlo del todo, se limitó a comentar: “Ah, es que esta es la parte del concierto en que los compatriotas se hacen ver…¿alguien dijo algo?”, y otra interrupción surgió entonces, esta vez de los labios de una fanática, que aprovechó la breve pausa para confesar un ruidoso “¡Te amo!”. “Gracias…”, contestó con graciosa caballerosidad.

En la breve interacción contó el origen de la canción ‘Noctiluca’, un tema que escribió para su hijo después de tener una revelación de esperanza gracias a un faro que alumbra un rústico balneario de Uruguay. Esa luz, que llegaba cada 12 segundos, inspiró no solo ese tema, sino también al disco ’12 segundos de oscuridad’, escrito en una época muy difícil para el artista.

Antes de que salga a escena, una voz en off advirtió que el uso de celulares estaba prohibido, pero desde el balcón de prensa se podía ver muchas luces de móviles y tablets encendidas durante largo tiempo, ávidas de capturar en imágenes y vídeo el show intimista que propuso.

Él lo noto y lo hizo saber de forma sutil: “A algunos de ustedes ya los conozco, porque tienen la generosidad de encender sus teléfonos. La luz de estos les alumbra el rostro. Y ahí están, tranquilos, enviando al Facebook cada detalle del concierto, en vez de que sea privado…”. Aunque algunos lo tomaron como broma, otros prefirieron dejar de lado los aparatos y dedicarse al show. Más aún cuando el cantautor dijo: “A ver, ¿qué quieren escuchar?”.

Allí no solo se perdió el silencio, sino también el glamour. Todos gritaban al mismo tiempo, como en un capítulo de ‘El Chavo del 8’ en la escuela. “Creo que no fue buena idea”, reconoció con algo de humor.

En esa sección, a la que Drexler denominó “repertorio abierto”, sonaron los versos ‘Milonga de un moro judío’, y su estribillo marcado como con resaltador: “Yo soy un moro judío / que vive con los cristianos, / no sé que Dios es el mío / ni cuáles son mis hermanos. / No hay muerto que no me duela, / no hay un bando ganador, / no hay nada más que dolor / y otra vida que se vuela…”.

Se escucharon al final ‘Mi guitarra y vos’, ‘Disneylandia’, ‘Al otro lado del río’… coreadas por voces encantadas por Drexler, quien fue ovacionado de pie. Él también se fue feliz. En más de una oportunidad lanzó halagos a la acústica del teatro, “de las pocas que se encuentran”,  aseguró.

Si algo destacó del concierto, además de todo, fueron las luces. Durante todo el show se hicieron protagónicas. Complementaron la velada de manera armónica. Con cada canción se ofrecía una nueva sorpresa: juego de sombras, alumbradas tenues al escenario, iluminación azul suave sobre el público… todo un espectáculo.

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