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Ana C. Barragán: Vale la pena arriesgar por lo que amas hacer

Escena de la película Alba, que fue exhibida durante el Festival de San Sebastián.
Escena de la película Alba, que fue exhibida durante el Festival de San Sebastián.
Fotograma de la película. Cortesía de Caleidoscopio Cine y TG producción y comunicación integral
27 de septiembre de 2016 - 00:00 - Cristina Zueguer-Albuja. Especial para EL TELÉGRAFO

Ana Cristina Barragán (Quito, 1987) tiene algo de esa Alba de su película.  Aunque su adolescencia no fue “así de silenciosa”, esta historia íntima y cercana retrata cosas que “salen del fondo de ti, que viste muy de cerca” y que innegablemente conectan con el espectador.  

“Alba es un personaje observador, una niña en plena entrada a la pubertad, que está adquiriendo una conciencia del mundo que antes no tenía”, cuenta a EL TELÉGRAFO, desde San Sebastián. “Le gustan los animales, es sensible, retrata esa edad limbo, hermosa y oscura de florecimiento y a la vez de ansiedad”, e imagino a esta joven artista sentada en el recibidor del hotel donde pactamos la entrevista. El bullicio propio de un festival no permite que podamos conversar, así que seguimos vía chat.  

Es una película sobre la primera etapa de la vida, vista desde la perspectiva misma de la adolescente. Se enfrenta a la enfermedad de su madre, al reencuentro con su padre, a la búsqueda constante de la aceptación social y de la identidad. Ser raro o normal dentro de una sociedad que puede ser Latinoamérica, pero no necesariamente. “Siento que la sociedad moderna tiene muchas divisiones, pero una de ellas es estar entre ‘ganadores’ y ‘perdedores’. Entre la gente que sigue el camino estándar del éxito porque tiene los recursos para eso (no digo solo económicos, sino afectivos) y la que se quedó al margen, estancada, rara”, comenta Barragán.

Otro de los grandes retos fue hacer un filme con poco diálogo en el que los pequeños gestos, el montaje y hasta los objetos adquieren otra expresividad. “Tuve que aprender a conocerla en el proceso de edición para que la película fuera emocional, cercana. Que el silencio fuera un pro y no un contra”.  

No fue fácil encontrar a Alba, pero Macarena Arias, que encarna a la adolescente, salió de un casting a 600 niñas. “Para mí, la elección de los actores es el 60% de la película. El trabajo con Maca fue de sensibilización, para que se conectara mucho con sus emociones, con su instinto. Comer con los ojos cerrados, pintar con colores cómo se sienten las emociones. Sentir a flor de piel. Creo que lo logró, estoy muy orgullosa de ella. Somos muy cercanas”.

A Ana Cristina le interesan mucho las emociones. Su próximo proyecto, en el cual ya está trabajando, se llama La piel pulpo, y trata sobre las relaciones entre hermanos.  Cree que el cine latinoamericano, y el ecuatoriano en particular, “tiene un potencial enorme, gigante, como espacio de creación”. Como tantos otros realizadores, afirma que faltan leyes que apoyen el cine, “pero lo que más falta es honestidad, rigurosidad, autocrítica y tiempo”.

Al pedirle que recuerde la noche de gala en San Sebastián -festival al que acude por primera vez-, responde: “La noche de ayer fue chistosa… yo no me esperé recibir un premio aquí, porque es un festival gigante con una competencia demasiado grande. Así que me fui a comprar un sánduche y a caminar por ahí, me crucé con una pantalla en la que se transmitía la gala y me senté a ver, en una plaza”. Así es Ana Cristina Barragán, una mujer sincera que ha renunciado por completo a hacer publicidad. Desde hace cuatro años solo se dedica al cine. “No es algo fácil, necesitas tener otro tipo de organización menos esquemática. No dejar de trabajar nunca. Vale la pena arriesgar todo por lo que amas hacer”. (I)

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