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La pieza, que se estrenó el jueves pasado, se repetirá el 13 y 20 de marzo próximos

A Cómicos le sobran recursos para sus parodias

Ney Calderón y Stephanie Manosalvas son Juan Estupiñán (El bueno), y Marilyn (La Patucha). A la derecha Jefferson Herrera como Perro Negro (El malo) junto a un compinche. Fotos: Eduardo Escobar
Ney Calderón y Stephanie Manosalvas son Juan Estupiñán (El bueno), y Marilyn (La Patucha). A la derecha Jefferson Herrera como Perro Negro (El malo) junto a un compinche. Fotos: Eduardo Escobar
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La Patucha está a punto de preparar unos cangrejos asados (claro, según ella) para Perro Negro, su macho, allá en el peligroso barrio de las Cinco Cruces.

En el camino tropieza y cae de rodillas, topándose cara a cara con un galán (que precisamente no es un Brad Pitt). Es Juan Estupiñán, un novato policía que en su primera misión tiene que infiltrarse en el vecindario para precisamente capturar a Perro Muerto.

Juan y la Patucha quedan alelados (de fondo suena la cursi canción que anuncia la llegada del Profesor Jirafales a la vecindad para visitar a su amada Doña Florinda en el Chavo del 8).

Ahora el problema para Juan es lidiar con su repentino y la misión, que un disparatado jefe le ha encomendado. De hecho, esa es la trama de la comedia ‘El bueno, el malo y la patucha’ (cualquier parecido con ‘El bueno, el malo y el feo, aquel ‘spaguetti western’ de Sergio Leone que hizo famoso a Clint Eastwood, en 1966, es pura coincidencia, o más bien un adrede concebido por Ney Calderón y su escuela teatral Cómicos).

A lo Baywatch.- Ney Calderón y Jefferson Herrera parodian a David Hasselhoff y Billy Warlock.

Ney, a punta de sus mil y un gesticulaciones faciales, es Juan, el bueno de la historia, mientras que Jefferson Herrera es Perro Muerto y Stephanie Manosalvas, la Patucha, un personaje que se llama Marilyn, según revela durante el desarrollo de la obra en el Teatro del Ángel.

Y parte de los absurdos que plantea este equipo de histriones, casi que tomando como referencia el humor de Mel Brooks en sus películas, es la forma de presentar a sus tres protagonistas, previo a la historia en sí.

Tras apagarse las luces, una bufonesca voz en off anuncia a Ney como el supuesto protagonista de ‘Pobre angelito’ (otra parodia más como recurso para causar hilaridad). Luego Jefferson y Stephanie son descritos como los Jack y Rose de una versión criolla del Titanic y ella misma, en un nuevo cambio de escena, es Marimar, de la telenovela en la década del 90 estelarizó Thalía. Aún quedaba otra parodia, la de Baywacth.

Más allá de la trama, uno de los aciertos de ‘El bueno, el malo y la patucha’ es el buen manejo de luces y sonido, dependiendo de lo que querían transmitir en cada ocasión.

En el primer caso los cambios de luces permitían a los demás actores armar el ambiente. De hecho, era una escenografía sencilla, básica con una banca de parque, unas dos o tres sillas y una tela blanca para representar proyecciones, ya sean de los sueños de Perro Muerto o una presunta visita al cine. Detrás de la tela se percibían las sombras de otros histriones -para toda la obra fueron 12 en total- que bailaban o simulaban los balazos de Perro Muerto, el famoso criminal de las Cinco Cruces y líder de la banda Los Ahorcaperros, quien al hablar -adrede- con una voz aguda le quitaba todo efecto de antagonista por uno hilarante.

Y las luminarias también funcionaron durante las escenas de pelea, con la canción ‘Eye of the tiger’, de Survivor (la clásica de Rocky). Tras cada golpe se apagaba la luz y al encenderse los actores aparecían en poses exageradas y ridículas, en ocasiones sostenidos por sus compañeros de reparto para crear la sensación de que están por los aires a lo Matrix. Y claro, lo gracioso era que los de reparto eran deliberadamente y claramente visibles para el público. A la vez las escenas quedaban congeladas. Simulaban secuencias tipo metraje de cine o ‘slides’ fotográficos (de esos que se usaban poquito antes de las cámaras digitales).

La proyección de sueños y pensamientos.- Una tela blanca y poca luz lograron ese efecto.

El sonido tuvo un rol determinante en la obra, especialmente en escenas como el canto tipo ópera de Stephanie como la Patucha y la mímica del silbido de pájaro que hacía Ney con su personaje de Juan.

Lo mismo ocurría con secuencias como la entrada del jefe de Juan, que tenía un extracto de la banda sonora de Locademia de Policía; el ‘We are the champion’, de Queen, para la asignación de la misión hacia su protagonista o los ‘Archivos X’ para las malas noticias.

Para Ney y sus amigos es habitual presentar el ‘sketch’ de ‘La billetera’ en sus propuestas. Se trata de un transeúnte que pasa por la calle y tropieza con el pie de un par que está sentado en una banca, quienes tras caer la víctima le devuelven la billetera. La supuesta realidad es que al tipo lo asaltan y se demuestra con la misma escena dos veces repetida en cámara lenta y súper lenta.

En esta ocasión quienes obligan al descubrimiento de la verdad son un equipo de reporteros de un canal (una de ellas se llama Suzana Horia) quienes parodian un flash informativo.

Con toda esa gama de recursos, más los cambios de vestuario, tonos de voz, la plasticidad gestual, el ‘slasptick’, a punta de bufonada, porrazos más, y hasta una pizca de drama telenovelero, convierten a ‘El bueno, el malo y la patucha’ en una comedia muy entretenida durante más de una hora en escena.

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