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El Telégrafo

El uso del celular está relacionado con las emociones

Los investigadores sugieren a los padres de familia que dosifiquen el uso de la tecnología en el hogar y que la educación gire en torno a estas herramientas.
Los investigadores sugieren a los padres de familia que dosifiquen el uso de la tecnología en el hogar y que la educación gire en torno a estas herramientas.
03 de septiembre de 2019 - 00:00 - Redacción / El País

“Puede que ya sea hora de que los adultos dejen de discutir sobre si los teléfonos inteligentes y las redes sociales son buenas o no para la salud mental de los adolescentes y empiecen a encontrar formas de apoyar a los chavales”, dice Candice Odgers, profesora de psicología de la Universidad de Irvine, (California).

Un equipo de investigadores de esta universidad descubrió que el uso de los smartphones no está relacionado con problemas de salud mental en adolescentes.

Los investigadores no han calculado los posibles problemas de salud mental en el cerebro. Más bien preguntaron a los chicos sobre la percepción de los síntomas de problemas de conducta (por ejemplo, meterse en problemas, falta de atención/hiperactividad, preocupación y depresión).

El estudio se llevó a cabo a través de un método llamado Evaluación Ecológica Momentánea (EMA).

Los investigadores les hicieron preguntas varias veces al día, encuestas cortas entregadas a través de una aplicación para teléfonos inteligentes.

El estudio midió el uso de los adolescentes de la tecnología de varias maneras. En 2015, los investigadores preguntaron a más de 2.000 de ellos a través de una encuesta si tenían su propio teléfono móvil, así como sobre su acceso y frecuencia de uso de medios de comunicación social (redes sociales).

Hicieron el seguimiento de 400 adolescentes y dos años más tarde les preguntaron cuántos mensajes de texto habían enviado, cuánto tiempo habían pasado cada día usando la tecnología para hacer deberes, para la comunicación (online o por teléfono hablando con otros o enviando mensajes).

También para entretenerse (navegando en los medios sociales, viendo videos, jugando juegos) y creando contenido (publicando en los medios sociales, creando videos, etc.). Los expertos sumaron las estimaciones para obtener una medida diaria del tiempo total frente a la pantalla.

“Hemos demostrado que tener un teléfono, una cuenta en redes sociales y la frecuencia de uso de estos recursos no están relacionados con problemas de salud mental unos dos años después”, afirma Michaeline Jensen, profesora de psicología clínica en la Universidad de Greensboro de Carolina del Norte y autora del estudio.

“El problema del uso actual de los móviles no tiene que ver con la salud mental de los jóvenes - y la del resto de la población- sino con la absorción de libido que comporta ese uso”, señala José R. Ubieto, psicoanalista y profesor de la Universidad Oberta de Cataluña (UOC).

Cambio generacional
Ubieto piensa que antes cubríamos esas necesidades con un “Instagram analógico”.

“El WhatsApp predigital se hacía por cable, de dos en dos y Tinder exigía la participación de intermediarios que llevaban los mensajes. No era igual, pero satisfacía las mismas pasiones. Hoy se exacerba el narcisismo porque los gadgets nos permiten la ilusión de consolarnos solos. Eso no afecta solo a los niños y jóvenes puesto que estos objetos no han caído del cielo, se los proporcionamos nosotros, los adultos”.

Los autores de la investigación creen que se necesitan más datos sobre el papel que desempeñan los teléfonos móviles en la vida de los adolescentes.

Algunas investigaciones sugieren que muchos adolescentes están usando los medios de comunicación social e internet en formas que les ayudan a sentirse mejor emocionalmente (por ejemplo, buscando apoyo social).

“Necesitamos una investigación más rigurosa sobre los posibles inconvenientes de un fuerte compromiso con las tecnologías digitales, que podría incluir impactos potenciales sobre factores relacionados con la salud, como el sueño”, apunta Jensen.

Los padres han de tratar la crianza de sus hijos en torno a la tecnología de la misma manera en que lo harían con cualquier otro comportamiento adolescente.

“Probablemente sea menos importante perseguir y poner límites al tiempo que pasa su hijo frente a una pantalla, más bien deberían tratar de saber más acerca de lo que su hijo está haciendo en los espacios online. Los padres de hoy tienen una gran oportunidad para conocer mejor a su adolescente y su mundo”, señala Jensen.

“No se trata de prohibir o permitir, más bien es dosificar”, concluye Ubieto. (I) 

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