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Somos las experiencias que vivimos

Somos las experiencias que vivimos
El Telégrafo
06 de diciembre de 2020 - 08:00 - Dallyana Passailaigue

Tu historia, así como la mía, inicia antes de nuestro nacimiento. Somos fragmentos de seres que vivieron en otras épocas y en otros cuerpos: nuestros abuelos y abuelas. Muchas veces sin saberlo, esas vivencias marcan nuestro carácter y definen nuestro futuro.

En la línea de ascendencia familiar, podría decir que mi historia comienza en 1922 con mi abuela Ruth Venus Italia Baquerizo Vera, una mujer que decidió no someterse a las restrictivas normas sociales de la época que le tocó vivir. Fue la cuarta de once hermanos y los que le antecedieron fueron todos varones; aprender a defenderse de ellos marcaría su temple y su destino. A lo largo de su niñez y adolescencia se esforzó por terminar su educación y poder acceder a la universidad, convertirse en médica y romper la tradición de que las mujeres debían dedicarse únicamente al hogar. Como joven adulta, no permitió que su familia decida con quien debía casarse. Sin proponérselo, fue maestra de sus hermanos y no pasó mucho tiempo hasta que descubrió su verdadera vocación en la docencia, profesión a la que dedicó toda su vida y que la llevó a invertir gran parte de su tiempo en defender y representar al magisterio ecuatoriano.

Su genuino interés por resolver los problemas de la gente la convirtió también en activista por los derechos de las mujeres, cuando la lucha se centraba en que nuestro voto sea obligatorio al igual que el de los hombres, poder viajar y abrir una cuenta bancaria sin autorización de los esposos, y que la mujer tuviera una jubilación oportuna y digna luego de 25 años de servicio. Recorrió el país desde Esmeraldas hasta Loja -cuando hacerlo era como viajar del Vaticano a Ingapirca- capacitando a mujeres en sectores remotos, dándoles una oportunidad de conseguir la tan anhelada independencia económica. Una agitada agenda cuyo ritmo logró sostener por 51 años.

En mi libro Mujeres de hierro narro su vida y cómo su historia se intercala con la mía. Relato aquellas grandes e inolvidables lecciones que mi abuela me dejó y que tan solo con el tiempo logré entender, porque la sutileza de su enseñanza las convertía en un cheque a fecha. Cuento cómo sus constantes espaldarazos y apoyo incondicional dejaron huella en mi conciencia y se volvieron un aliciente para emprender y cumplir las más altas metas que me propuse en lo deportivo, personal y profesional. En este libro que es un tributo a su inspiradora forma de vivir, de pensar y opinar, revivo cómo su lucha se convirtió en el legado que hoy defiendo, cuando aquel día en 1.987 decidí que yo era feminista luego de que me explicara el significado de esa palabra y cuáles eran las banderas por las que luchaban: hombres y mujeres accediendo a los mismos derechos y oportunidades, en lo económico, lo político y lo social.

Mujeres de Hierro es una metáfora: el hierro es un metal fuerte y dúctil, con gran capacidad para transformarse. Las mujeres tenemos esa capacidad de reinventarnos para salir adelante o sacar adelante a nuestras familias. Nada supera la fortaleza mental de una mujer que está convencida de que puede lograr todo lo que se proponga. El ser humano no puede prescindir del hierro porque es un transportador del oxígeno; y la sociedad no puede prescindir de una mujer de hierro, porque limita su desarrollo.

En este sentido, Mujeres de hierro busca inspirar tres ideas:

1. Que todas las mujeres somos mujeres de hierro, porque toda mujer tiene su lado fuerte. Sólo debe explorarlo; 2. Que la construcción de un mundo mejor empieza en casa; y 3. Que cada persona emprende su propio camino para alcanzar sus sueños, y todos somos capaces de lograrlo.

Con estos relatos escritos en un lenguaje sencillo y cercano, confío en que los lectores podrán sentirse identificados porque es un libro de reflexiones que aborda temas como unión familiar, trabajo en equipo, violencia, feminismo, deporte, política, amor infinito hacia los abuelos; desde la perspectiva de dos mujeres en tiempos distintos que persiguen los mismos ideales. Pero sobre todo, es un homenaje a la memoria de Ita y de nuestros ancestros; y una celebración a la vida de cada mujer que ha pasado por esta sociedad.

Es una carta de amor que me tomó 40 años en escribir. Recoge momentos de mi infancia y textos que guardé cuidadosamente por un par de décadas; testimonios de momentos inolvidables como cruzar la meta del Ironman, atravesar la peor decepción amorosa de mi vida, haber sido elegida conductora del programa Así Somos de Ecuavisa o decidir posar y dirigir la portada de la revista internacional SoHo.

Mujeres de hierro está compuesto por relatos íntimos y familiares, cuyo título abraza a todas las mujeres que se sumerjan o no en esta lectura, porque son las experiencias que vivimos las que nos funden, transforman y con el paso del tiempo nos fortalecen.

Me gustaría que este libro haga por alguien, lo que Ita hizo por mí: permitirme soñar. (O)

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