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La tecnología cambia sistemas de enseñanzas

La tecnología cambia sistemas de enseñanzas
13 de abril de 2019 - 00:00 - Fausto Segovia

El siglo XXI trae nuevos retos para el docente y la pedagogía. Lo más sintomático y complejo: el acto de enseñar y aprender no es ahora –curiosamente- un oficio exclusivo de los docentes y la escuela dejó de ser el templo de los aprendizajes.

¿Qué está pasando? Vivimos la sociedad del conocimiento, o la tercera ola, en los términos explicados por Alvin Toffler y Peter Drucker, que rompen con los esquemas antes irrefutables: la pizarra, la tiza, el texto escolar, la escritura a mano, la caligrafía y la máquina de escribir.

La era digital impone nuevas reglas: el hipertexto, la internet, las redes sociales, el teclado, el ratón, los programas, la computadora, el celular, el “big data” y los nuevos lenguajes.

Escenarios digitales
En este contexto, los ambientes de aprendizaje se multiplican a velocidad increíble. La escuela tradicional es apenas uno –y no el único como era antes- de los espacios donde la gente enseña y aprende. Los escenarios virtuales reemplazan progresivamente a los presenciales.

La era de la escritura a mano cede terreno ante la escritura en teclado y la caligrafía desaparece por encanto.

Los profesores –formados en un currículo antiguo- transmiten conocimientos en ocasiones obsoletos, no solo porque son “tradicionales” sino porque los conocimientos previos que traen los estudiantes son más avanzados que los que “dicta” el docente y la profesión docente se disuelve en una vorágine de contenidos que están en los textos oficiales, que parecen fósiles, porque no resisten ante la gigantesca “basura informativa” que circula por las redes.

Un hecho real es que lo que aprenden los estudiantes no les sirve –necesariamente- para la vida.

Existe un divorcio entre lo “dictado” y lo aprendido –recitado a veces de memoria, sin entender-, lo cual reproduce un sistema cuya escuela está moribunda, con un currículo rígido e impuesto por el ministerio de Educación.

Iván Illich (1926-2002), pensador austríaco, polifacético y polémico, clasificado como anarquista, crítico de la educación escolar, escribió el libro “La sociedad desescolarizada” (1971), en el que “considera que la educación, tal como se vive en las economías modernas, se reduce al consumismo, porque fuerza a los aprendices a cursar un currículo obligatorio”.

Afirma Illich que el sistema escolar vive en la ilusión de que “la mayoría de lo que se aprende es resultado de la enseñanza”; sin embargo, al igual que Marshall McLuhan, sostiene que en su mayoría los aprendizajes se obtienen de manera casual y principalmente fuera de la escuela.

Un ejemplo es el aprendizaje de lenguas: “La mayoría de las personas que aprenden bien otra lengua lo logran a causa de circunstancias especiales y no de aprendizaje secuencial”, por lo tanto, “si las escuelas son el lugar equivocado para aprender una habilidad, son el lugar aún más equivocado para obtener educación”.

La propuesta “parte del criterio de la naturaleza ineficaz de la educación”. Illich se muestra favorable al autoaprendizaje, apoyado en relaciones sociales libremente intencionadas en encuentros y conversaciones fluidas e informales.

Giovanni Sartori –otro investigador de prestigio- decía que el homo sapiens está en proceso de ser desplazado por el homo videns, un animal fabricado por la televisión cuya mente ya no es conformada por conceptos, por elaboraciones mentales, sino por imágenes”.

“La televisión invierte la evolución de lo sensible en inteligible, en un regreso al puro y simple acto de ver. La televisión produce imágenes y anula los conceptos y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella nuestra capacidad de entender”.

Economía del conocimiento
Otro autor relevante es Peter Drucker quien –en su libro La sociedad postcapitalista- establece que dentro de la sociedad actual es el conocimiento el nuevo recurso que ha de dominar, dejando de lado el capital, la tierra y las edificaciones. Esta nueva idea llevó a que se considerara al mercado libre como el único mecanismo aprobado para la integración económica global.

La sustancia de la economía ha cambiado- según Drucker-. Ahora prevalece el capitalismo de la información.

Los principales productores de riqueza son la información y el conocimiento. Y en la economía del conocimiento la competencia imperfecta parece ser inherente a la economía misma.

En la economía del conocimiento ni el consumo ni la inversión parecen dominar. Hay tres clases de conocimiento: mejora continua de proceso, explotación e innovación’.

Escuelas asociadas
“En la sociedad de conocimiento, la escuela se hace responsable del rendimiento y de los resultados. El alfabetismo de muy alta calidad es la primera prioridad; sin él ninguna sociedad tiene la capacidad de dar un alto rendimiento en la sociedad de conocimiento. Lo que se necesita ahora es la reafirmación del propósito original de la escuela; es decir, el aprendizaje individual”.

“En la sociedad de conocimiento, la gente tiene que aprender a aprender. Las materias pueden ser menos importantes que la capacidad de los estudiantes para continuar aprendiendo y su motivación para hacerlo. La educación no será únicamente la que la escuela da, será una empresa conjunta en que las escuelas sean socias. La revolución tecnológica está invadiendo la educación; dentro de unas décadas habrá transformado la manera en que aprendemos, incluso el modo en que enseñamos”.

El profesor del futuro
El papel del docente del futuro plantea dicotomías entre lo tradicional y los nuevos escenarios. Lo digital es una realidad como la presencialidad, ahora en declive.

Las tendencias parecen ser: la alfabetización digital, el aprendizaje por proyectos, la participación ciudadana, la interdisciplinariedad, la colaboración a través de redes, la creatividad, la innovación, el autodidactismo, el “big data” y la personalización.

Otros innovadores sugieren que los profesores deben ser facilitadores de los temas de los niños (responder a las necesidades específicas de aprendizaje), trabajar con hologramas, libros virtuales y como coach creativos. La conexión a internet será la protagonista, donde las plataformas digitales reemplazarán a la pizarra tradicional.

El profesor deberá entonces desaprender, si quiere subsistir en los nuevos escenarios. Y enseñar lo que no sabe. Dicho en otros términos: su papel será enseñar los métodos y técnicas para que cada estudiante aprenda por sí mismo, antes que transmitir conocimientos o informaciones para que memorice y recite en los exámenes.

La reforma universitaria –donde se forman los profesores- requiere de cambios profundos –y no meros maquillajes- que permitan el ingreso de otras disciplinas como las neurociencias y las neurodidácticas, por ejemplo, de la mano de la investigación científica, nuevas políticas de formación inicial y continua de los docentes y publicaciones pedagógicas indexadas.

Si el profesor es un guía o facilitador de procesos y el alumno creador de su propio aprendizaje es urgente cambios radicales en la universidad. Porque, si de la nueva escuela se trata, la clase magistral probablemente desaparecerá; el profesor se convertirá en acompañante. El aprendizaje será personalizado, permanente y primarán las competencias frente al saber académico. (O)

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