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Sangay tiene 586 especies endémicas

Sangay tiene 586 especies endémicas
01 de diciembre de 2013 - 00:00

Los científicos Jorge Brito (ecuatoriano) y Reed Ojala-Barbour (estadounidense) descubrieron al ratón marsupial hace unos meses  en los páramos del Parque Nacional Sangay, una  reserva forestal de 517.765 hectáreas  entre  Morona Santiago, Chimborazo y Tungurahua,  declarada   reserva natural en el año 1975.  

El ratón marsupial o caenolestes sangay, que apenas mide 24,1 centímetros,  pisotea la hojarasca granizada que se ubica a más de 2.000 metros de altitud.    

Auspiciados por la Fundación Fullbright, los dos biólogos fueron al parque en varias ocasiones para registrar musarañas, ratones y zarigüeyas pocos conocidos hasta que  apareció el caenolestes sangay.

El investigador ecuatoriano aplicó la técnica de las bobinas para estudiar los nidos del ratón marsupial. Se unta silicona en la espalda de los ratones marsupiales y ahí se pega un rollo de hilo. Ojala-Barbour se extrañó con esta metodología. Ambos invirtieron un año de estudio de la especie.

En esta reserva los volcanes Sangay, Tungurahua y El Altar se empinan sobre el verdor de la flora. Las variadas altitudes inciden en el clima que va  de  templado-permanente húmedo a frío de alto andino.

Ese escenario se combina con  arroyos y ríos, junto a los cuales los científicos colocaron cerca de 100 trampas de captura viva tipo Sherman, que pesan unos 20 kilogramos. Las trampas contenían anzuelos como rollos de avena, trucha cruda, vainilla y mantequilla de maní, los cuales atrajeron al caenolestes.

Las enciclopedias explican que ciertos mamíferos contienen una suerte de bolsa o marsupio en la que transportan a sus crías. El caenolestes sangay carece de marsupio, pero ¿qué lo hace un marsupial? Al nacer las crías de esta especie andina  se agarran del pezón de la madre y ahí se desarrollan, indicaron los científicos.

¿De qué se alimenta esta nueva especie? Principalmente de insectos y, posiblemente, cazan jóvenes mamíferos más pequeños que ellos. Para Ojala-Barbour, “es muy suave el pelaje del ratón marsupial, que  se mueve  demasiado rápido  pero no puede  escalar árboles”.

Los científicos no contabilizaron el total de caenolestes sangay porque el territorio es extenso y encima hay formas diversas de vegetación que los ocultan junto a otros animales. De hecho, cada una de las variadas  pendientes tiene su propia vegetación y, a la vez, diferentes climas y fauna.

Miguel Pinto, descubridor del olinguito, se integró en la redacción de los datos obtenidos y publicados en la revista Journal of Mammalogy bajo el título ‘A new species of shrew-opossum (Paucituberculata: Caenolestidae) with a phylogeny of extant caenolestids’.

Una fuente  de  biodiversidad  

Se estima que en el Parque Nacional Sangay habitan  más de 500 especies de vertebrados, de las cuales las aves constituyen el grupo más representativo  con 343, seguido por los mamíferos con 100, los anfibios  con 25 y los reptiles con 14. Algunos de los animales endémicos identificados son  el jacamar, el guacamayo militar, la tangara montaña, el cuy silvestre, el tapir de montaña, el oso de anteojos,  el guanfando, el puma y la rana jambato.

Asimismo, la vegetación diversa que copa este sector engloba alrededor de 3.000 especies, de las cuales  586  son endémicas.  Hay una mezcla de pumamaqui, arrayán,  olivo, cedro, laurel, guayacán,  licopodios,  palma real,  caoba, chuquiraguas,  chontaduro,  achupallas, pajonal, helechos y  orquídeas .

Por la riqueza biológica, la Unesco declaró al Parque Nacional Sangay como Patrimonio Natural de la Humanidad en 1983. Sin embargo, pocos años después, en 1992, se reconoció que este espacio  estaba en  peligro por los impactos de la construcción de la carretera Guamote-Macas. Ahora se habla de otras amenazas: la caza ilegal, que ha puesto en riesgo la perdurabilidad de animales como el tapir de montaña, el oso de anteojos y el puerco espín de cola corta.

De hecho, los científicos  Brito, Ojala-Barbour y Pinto señalan en su informe que las “nuevas vías y la conversión de tierras amenazan   los hábitats  aledaños a los que frecuenta el caenolestes sangay”.

También Luis Haro, guardaparque de este sector natural, manifiesta  su preocupación  porque “los animales están amenazados por los cazadores,  incluso nos dan bala por cuidar este tesoro del país”.

En los páramos del Parque Nacional Sangay el equipo científico vio evidencia de la caza furtiva. “Un tapir joven yacía rebanado en una zona del parque. Esta especie está en peligro de extinción y los cazadores solo se llevan una porción de carne, dejan que el resto del animal se pudra. Verlo fue muy triste”, relata el biólogo.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) publicó que 441 nuevas especies fueron registradas en la Amazonía desde 2010.

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