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Rituales andinos aún se conservan en los funerales

Las flores son los principales elementos en un velorio. El funeral está lleno de acompañantes de las comunidades.
Las flores son los principales elementos en un velorio. El funeral está lleno de acompañantes de las comunidades.
Fotos: Fernando Machado / EL TELÉGRAFO
16 de junio de 2018 - 00:00 - Redacción Ecuador Regional

Aunque dolorosa, la muerte es parte de la vida y su presencia involucra una serie de rituales que en muchos casos aún se mantienen en nuestro medio, en especial dentro de las comunidades andinas.

En los textos de los escritores Juan Martínez, Harald Einzmann, Napoleón Almeida y en el libro la Cultura Popular en el Ecuador se detalla que en esta cultura es posible prever la muerte a través de varios indicadores, como la presencia reiterada de moscas en la vivienda, los constantes aullidos de perros y, sobre todo, el avistamiento de búhos y lechuzas.

Estas aves, al ser nocturnas, son consideradas parte del mundo oscuro, por lo tanto emisarias de malas noticias o  “mal agüeras”.

Cuando el deceso es evidente es preciso preparar a esa persona para su defunción. Por lo general, se contrata un sabio, quien mediante ritos ayuda al doliente a ir entre la vida y la muerte.

Luego vienen los ritos de “paso”. El primero consiste en la vestimenta, tanto del difunto como de la familia. Las personas allegadas, generalmente la madre o cónyuge, colocan al fallecido sobre una mesa y lo bañan con agua del río y hojas de romero.

Posteriormente a esto se escoge la mejor vestimenta del finado y se prepara la mortaja. Por su parte, los familiares vestirán de negro como símbolo de duelo.

Es de gran importancia cerciorarse que el cadáver tenga los ojos y la boca completamente cerrados, caso contrario “el alma podría escaparse o los malos espíritus ingresar”. La preparación del velorio recae sobre todo en los familiares. Las velas y flores son imprescindibles, así como la comida y el aguardiente.

Años atrás los acompañantes llegaban en parejas, las mujeres portaban las sopas o el locro (comida) y los hombres dinero y coronas de flores, recuerda la ciudadana Cecilia Vargas.

“Usualmente se solicita a una persona mayor que conoce las plegarias tanto en quichua como en latín que inicie los rezos”.

Una vez terminadas las oraciones está permitido jugar el huairo y el chunkana.

En el caso del primero se colocan velas y el cuadro de almas (lienzo), además de un mantel o chalina en el suelo, sobre este un tablero de madera con agujeros en donde lanzan el dado y recorrerán el número de espacios que establezca. 

En el juego original se empleaba el huairo, que es una parte del fémur, si este cae de pie el concursante gana.

El dinero recolectado es entregado a la familia del difunto. El velorio dura hasta cuatro días. Generalmente la familia permanece en vela y los acompañantes se retiran al amanecer.

Preparativos
Previamente al entierro se prepara el cuerpo y se ordenan los elementos que el difunto necesitará en el otro mundo. El plato de barro y la cuchara de palo es para que pueda alimentarse; la escobilla de romero para que barra su nueva casa; la soguilla de ramos benditos para que cargue los granos de la cosecha.

Las monedas para que pague su contribución en la puerta de entrada del otro mundo; la aguja y el hilo para que remiende su traje.

Luego de la misa en honor al fallecido, los familiares sacan el ataúd y dan tres vueltas a la casa. En el patio con la vista al interior de la vivienda se arrodillan y parten rumbo al cementerio.

Los días martes y viernes son considerados “días del diablo”, por lo que se evita enterrar a los muertos en estas fechas. Antes del entierro, el ataúd se abre para que el difunto mire por última vez este mundo. Luego de este evento, la familia doliente ofrece un banquete donde los alimentos pesados como la carne de cerdo y el ají no están permitidos.

En su lugar se come res o pollo y maíz blanco.

En el quinto día tiene lugar el pichca, popularmente conocido como “El Cinco”.

En este rito la familia del occiso se reúne para lavar su ropa y eliminar los “malos humores”, de modo que este no se presente para reclamar sus pertenencias. Solo cuando este acontecimiento se consuma está permitido obsequiar las prendas del occiso.

Con este suceso se cierra el ciclo de la muerte y se da paso a los rituales de conmemoración. La primera ceremonia se conoce como Semana Karai y tiene lugar ocho días después del pichca, donde los familiares se reúnen en torno a la tumba, celebran una eucaristía y comparten alimentos.

Las celebraciones continúan en los aniversarios del fallecimiento, en el cumpleaños del occiso y en el día de muertos.

Elsa Sinchi, investigadora, elabora un proyecto que recoge las distintas costumbres funerarias andinas que permanecen hasta estos días.

“Han habido transformaciones; sin embargo, los ritos de paso están presentes tanto en la ciudad como la parte rural”, comenta Sinchi.

“El Cinco”, los juegos y la preparación de alimentos son tradiciones que se mantienen. No obstante, se han adaptado a los contextos del tiempo. “Uno siempre va a enterrar a sus muertos y siempre tendrá ritos para hacerlo”. (I)  

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