A los 27 años, a Gonzalo Pinto le diagnosticaron psoriasis, una enfermedad autoinmune que no tiene cura, pero tampoco provoca la muerte de quien la padece.

Hoy, 15 años después, las cremas, ungüentos y lociones son parte de su rutina diaria para disimular las placas eritematosas (marcas rojizas) que tiene en articulaciones de las manos, las piernas e incluso en el cuero cabelludo.

Por eso las camisas con mangas son parte fundamental de su vestimenta diaria.

Incluso cuando va a la playa utiliza buzos y pantalonetas largas que esconden su patología. Solo se las quita cuando no hay personas cerca de la orilla para aprovechar los beneficios de ese clima.

“El sol y la sal del mar ayudan bastante en esta enfermedad, pero siempre con una exposición moderada”.

La psoriasis no es contagiosa, pero quienes la padecen afirman que la gente siente recelo de acercarse, sobre todo cuando ve las placas escamosas que en muchos pacientes son evidentes.

Gonzalo recuerda que al recibir el diagnóstico pensó que la enfermedad pasaría, pero no fue así y aprendió a convivir con la misma.

Ahora intenta desarrollar su vida normal y para eso se ha sometido a diversos tratamientos, aunque el uso de metotrexato le generó una afectación al hígado.

Le indicaron que debía ingerir ácido fólico para evitar daños hepáticos.

“Tengo un hígado como si fuera una persona que ingiere demasiado alcohol y esa no es para nada mi realidad. Estoy en grado cuatro de afectación a punto de ser candidato a donación”.

Estadísticas nacionales
En el país no existe un registro oficial de cuántas personas sufren esta patología, pero según el dermatólogo Patricio Castillo, parte de la Fundación Ecuatoriana de la psoriasis (Fepso), en el mundo la padece el 0,5% de la población. 

Solo en Quito se presume que hay cerca de 10.000 pacientes y 1.000 de ellos acuden regularmente a la Fepso, ubicada en la Mañosca y Pedro Bazán, al norte de la urbe.

En el lugar se da tratamiento sicológico.

“El procedimiento se encamina a mejorar la calidad de vida del paciente porque con esas lesiones en la piel los estigmatizan y rechazan”.

Se requiere un tratamiento específico, según la condición de cada paciente.

El habitual es la ingesta de medicamentos de forma oral o la administración tópica de corticoides sobre la piel afectada.

También se utilizan emolientes humectantes y derivados de la vitamina D (calcipotril), champús queratolíticos, entre otros.

“Todo lo hacemos en base a la gravedad y cantidad de la psoriasis porque a varios les mejora solo con la administración tópica, mientras otros requieren también la ingesta de medicinas”.

Lo más novedoso para abordar la patología son los medicamentos biológicos, pero por su elevado costo ($ 1.500 mensuales) no se los puede aplicar a todos los pacientes psoriásicos.

“Solo damos esos medicamentos en caso de una psoriasis severa y cuando no hay otra alternativa”.

El costo mensual promedio que la patología representa es de $ 200 y puede variar según el tamaño de las placas: a mayor dimensión mayor cantidad de crema.

Para establecer un tratamiento adecuado y las medicinas específicas se toma en cuenta la existencia de otras patologías como hipertensión, diabetes, entre otras.

Los corticoides tópicos, el metrotexato y los retinoides están incluidos en la lista de medicamentos básicos que se entregan en los dispensarios que son parte del Sistema Nacional de Salud.

Otra alternativa es la fototerapia (tipo especial de radiación) que se administra de 1 a 1,5 minutos y ayuda a modular la inmunidad del organismo, lo que mejora la condición de las placas y hasta disminuye su tamaño.

Castillo aconseja para estos pacientes evitar el estrés y el alcohol, desencadenantes que aumentan la patología, mientras que la misma disminuye y mejora cuando las mujeres están en estado de gestación. (I)