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La profesión de bibliotecario "agoniza" en la "alma mater"

Janeth Chilán trabaja hace 30 años como bibliotecaria en la Escuela Superior Politécnica del Litoral. Fue directora del Centro de Información de esa institución y cursó una maestría en este campo.
Janeth Chilán trabaja hace 30 años como bibliotecaria en la Escuela Superior Politécnica del Litoral. Fue directora del Centro de Información de esa institución y cursó una maestría en este campo.
Foto: William Orellana / EL TELÉGRAFO
21 de febrero de 2019 - 00:00

Mercedes Montaño, de 47 años, disfruta el olor que desprenden las páginas de los libros. A veces es un aroma húmedo y en otras a limpio. 

A diario los ordena con cuidado en las estanterías metálicas de la Biblioteca de Arquitectura de la Universidad de Guayaquil.

Ella usa guantes y mascarillas para revisar aquellos que tienen las hojas “tostadas” por el tiempo. Cada año los envía a restauración.

En dicha sala, equipada con computadores, hay 2.341 textos los cuales de lunes a viernes son consultados por   60 estudiantes.

La “casa de los libros” también es como el hogar de Mercedes. Hace 21 años se encarga del lugar en la alma mater porteña y anteriormente hacía lo mismo en una biblioteca médica.

La mujer oriunda de Esmeraldas confiesa que estudió esta carrera por accidente. Sin embargo, después de la primera clase aprendió a quererla. 

Ella es uno de los profesionales de esa rama que hoy conmemora el Día del Bibliotecario Ecuatoriano.

Según la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt), hay 1.604 bibliotecarios titulados: 1.507 con títulos nacionales y 97 con extranjeros.  

De ese gremio, 1.320 son mujeres y solo 284 hombres.

El perfil cambia
Ruth Carvajal, de 57 años, tiene una maestría y una especialidad en Bibliotecología.

En 1984 empezó a trabajar en la Biblioteca General de la Universidad Guayaquil, la más antigua del campus. En la institución superior existen 50 profesionales.

Para ella, el bibliotecario ya no solo se preocupa del proceso técnico y el cuidado del fondo bibliográfico, sino que debe aprender tecnología por los nuevos formatos de los textos.

Montaño añade que hoy  ayudan a canalizar la información que los alumnos necesitan. “Nuestro trabajo era invisibilizado. Nos tenían como alguien que pasaba los libros, pero ahora somos parte del apoyo académico”.

En la actualidad estos expertos manejan el sistema de la biblioteca y repositorio institucional, que es el más consultado.

“Ingresamos las tesis y colocamos palabras claves para que los estudiantes encuentren los libros con facilidad”.

La ocupación hace 19 años dio un giro. Pronto se convertirá en gestores de la información.

Janeth Chilán, del Centro de Información Bibliotecario de la Escuela Superior Politécnica del Litoral, explica que el gestor se ocupará de la planificación estratégica y participará en el diseño  de un sistema de datos.

Tras sus 30 años como bibliotecaria allí concluye que  su profesión no podrá ser reemplazada. “Somos un ente fundamental en el ámbito de la educación”.

El problema
Actualmente no existe una oferta académica de las universidades para la profesionalización del gremio.

La Asociación Nacional de Bibliotecarios Eugenio Espejo  (Anabe) de Quito calcula que el 70% de los que se encargan de esas áreas son empíricos.

Hasta 2017, según la Senescyt, solo cuatro universidades mantenían vigente la formación: la de Guayaquil, la Técnica de Manabí, la Estatal de Bolívar y la Nacional de Loja. Y 10 centros superiores dejaron de hacerlo.

Mientras que en el manual Construye tu Futuro, elaborado por la Senescyt en 2018, solo aparece un plantel que la oferta. 

En ese sentido, Verónica Maigua, presidente de Anabe, considera que la carrera de Bibliotecología está en declive. “Se necesitan de políticas públicas de apoyo para que se valorice”.

Para ella, no puede haber un plan de la lectura sin incluir al bibliotecario.

Al respecto, Édgar García,  director del Plan Nacional del Libro y la Lectura “José de la Cuadra”, señala que uno de los desafíos de este año es convertir a estos expertos en mediadores de lectura.

“Con Fundalectura están formándose los primeros 55 mediadores”, afirma.

 En marzo serán abiertos los “tambos”, es decir, puntos de lectura para la ciudadanía en general. (I) 

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