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¿Por qué son ciudades digitales y no inteligentes en Latinoamérica?

¿Por qué son ciudades digitales y no inteligentes en Latinoamérica?
30 de agosto de 2014 - 00:00

El 15 y 16 de agosto en la ciudad de Guayaquil se realizó el primer Guayastech, organizado por la Gobernación del Guayas, Campus Party y la Corporación Nacional de Telecomunicaciones, en el que tuve la oportunidad de participar como ponente con el tema ‘Hackers cívicos’. Con agrado escuché en la sesión inaugural la propuesta del gobernador del Guayas, Rolando Panchana, de impulsar la consolidación de Guayaquil como una ciudad digital. Ante este anuncio vale la pena preguntarse ¿Por qué el gobernador habló de ciudades digitales y no de ciudades inteligentes como lo hacen algunos de alcaldes del país? ¿En Barcelona fue presentado el mayor evento de Smart Cities del mundo, el Smart Cón de su Agenda Digital y Socialmente Innovadora? ¿Por qué el Ministerio de Telecomunicaciones hace pocos meses emitió un libro blanco de territorios digitales? Por todas estas dudas cabe mi pregunta ¿Por qué la diferencia de hablar de ciudades digitales y no inteligentes en Latinoamérica?

Para dilucidar este tema cito a Alexander Prince, un reconocido consultor argentino en el ámbito de las ciudades digitales e inteligentes, quien en su blog personal hace pocas semanas sugería que es buen momento para redefinir el concepto de las ciudades inteligentes o smart cities y adaptar su contenido a la realidad Latinoamérica: en su reflexión indicaba que al ser este un concepto emergente estaba perdiendo sentido y se había configurado como una palabra vacía, que a mi criterio está confundiendo a muchas autoridades locales, que en su afán de competir a escala regional, se han enfocado en adquirir grandes plataformas y herramientas tecnológicas, sin desarrollar una clara estrategia digital o e innovación.

Cuando una ciudad tiene una estrategia digital considera a la innovación como un elemento transversal que requiere un plan de acción, con objetivos estratégicos e indicadores de medición a mediano y largo plazo, y la inclusión de ciertos proyectos emblemáticos demostrativos (quick wings); este tipo de ciudades no solo son digitales e inteligente sino y ante todo innovadoras ya que han  decido como política pública no solo incorporar nuevas tecnologías (TIC) a su gestión sino que también actúan hacia su ciudadanía, involucrándola en la toma de decisiones, a través de programas de gobierno abierto, impulsando proyectos de cultural digital, generando así una nueva clase de actores cívicos, conocidos como ciudadanos digitales.

Este es el camino hacia donde deben ir las ciudades de Ecuador y por qué no decirlo de la región, y para ello debemos antes que nada centrar todos nuestros esfuerzos, en ser ciudades digitales; para ello un primer paso primordial y cada vez más urgente es trabajar en proyectos que procuren la reducción de la brecha digital, evitando que esta se expanda; en esta línea Pablo Bello, secretario general de AHCIET, en la ciudad de Panamá sugería que las políticas de telecomunicaciones deben focalizar su atención en los no conectados sobre los conectados.

Ecuador y sus ciudades no pueden ser la excepción en este primer paso, ya que  a pesar de que se ha avanzado (uso de internet creció 11 veces en 7 años según últimos datos del Mintel) la brecha digital es amplia, el 50% de la población aún no se conecta a internet de forma habitual, solo 20 de cada 100 habitantes tienen acceso a un teléfono inteligente y hay evidentes casos de exclusión de género, los porcentajes de analfabetismo digital son mayores en mujeres que en hombres. De ahí que el primer reto de nuestras ciudades no debe ser dotar de internet gratuito en espacios públicos, esto no nos hace ni menos ni más innovadores, el verdadero reto es cumplir un papel protagónico en este campo para acercar a los ciudadanos a la sociedad del conocimiento para que en el futuro puedan usar estas herramientas digitales, esto es empoderamiento digital.

Un segundo paso fundamental en las estrategias digitales es la democratización digital de nuestras sociedades, porque al parecer solo unos pocos estamos en Twitter y en Facebook y el resto de la sociedad ha perdido su oportunidad de expresarse; esto, adicionalmente, se transforma en una responsabilidad cívica de los nuevos ciudadanos digitales, quienes han empezado a participar de forma colaborativa en la gestión de sus ciudades.

Solo de esta forma podemos entrar en otras fases de planificación urbana, que ya han sido adoptadas en países como México, en donde existe la aplicación de procesos de innovación social, la que nos permitirá que los ciudadanos más allá de opinar e interactuar con la administración puedan volverse gestores de los servicios públicos, constituyendo de esta forma ecosistemas de emprendimiento mediante la colaboración público privada, y cumpliendo así con el nuevo modelo de gestión de la matriz productiva propuesto por el Gobierno Nacional, y en donde haya una interacción del Gobierno Estado-gobierno ciudad,  el sector privado, la academia y, sobre todo, un fundamental elemento: la ciudadanía.

Solamente cuando nuestras ciudades hayan alcanzado el éxito en los procesos de reducción de la brecha digital, democratización digital y desarrollo de la innovación cívica, podremos atrevernos a formular una estrategia de ciudad inteligente. Concluyo analizando el caso ecuatoriano en concreto: Quito tiene un gran camino recorrido en la administración municipal anterior al haber construido una estrategia digital, que debería aplicarse de forma íntegra e inmediata y no parcialmente; Guayaquil tiene toda la potencialidad para definir esta estrategia y articular esfuerzos que se realizan de forma aislada, teniendo la gran ventaja de ser una ciudad dinámica comercial y logísticamente, lo que le permitiría constituirse en un ícono a nivel regional en ámbitos de innovación comparable incluso con Barcelona en Europa; Cuenca, Loja, Manta y otras ciudades que tienen cubiertos en gran parte el acceso a servicios básicos, también podrían optar por el diseño de una estrategia digital con la planificación nacional.

Otras ciudades de menor avance deberán, por su parte, aprovechar la reformulación de sus planes de desarrollo y ordenamiento territorial para elaborar planes urbanos con alto énfasis e  incorporación de nuevas tecnologías, lo que a veces tiende a ser costoso, en un inicio,  pero que son sostenibles económicamente en el mediano y largo plazo y que incluso  determinados ejes como los ambientales, movilidad, energía y saneamiento gozan de apoyo y respaldo de entidades de financiamiento nacional o internacional.

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