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El Telégrafo
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"¿Por qué nos quieren decir cómo vestirnos?"

"¿Por qué nos quieren decir cómo vestirnos?"
Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
30 de agosto de 2016 - 00:00 - Redaccion Sociedad

La oración o el salat, entre un grupo de musulmanes congregados en el Centro Islámico Guayaquil, se escucha desde el exterior del primer piso, en donde se ubica su mezquita.

Los viernes por la tarde son los días para visitar el templo, situado en una vivienda esquinera en la ciudadela Kennedy Norte.

En las paredes de un pequeño espacio, parecido a un zaguán, hay un letrero con el código de vestimenta -de mujeres y hombres- para entrar al recinto.

Allí reza: No usar vestimenta transparente, faldas, pantalones apretados, shorts, maquillaje notable, bermudas o camisetas sin mangas. Otra regla, implícita, es quitarse los zapatos al ingresar.

El director del centro, Juan Saud, abre las puertas a EL TELÉGRAFO para que la mujeres expliquen la problemática del uso del burkini en  una treintena de localidades y playas de Francia. Cannes fue la primera ciudad que vetó el traje de baño que solo deja al descubierto pies, manos y rostro de las musulmanas.

Saud se dirige a un salón ocupado solo por mujeres, en donde no entran hombres sin previa autorización.

Allí 5 musulmanas, una de ellas con su hijo, se preparan para las clases de Corán en árabe. Hacen una pausa y abren el debate.  

El derecho al burkini

Vanessa Dávila, de 41 años, es ecuatoriana y musulmana desde hace 13 años. Ella considera que la medida es un atropello contra las mujeres de su religión.

“En Francia, como en el resto del mundo, se ponen lo que ellos quieren, la prenda que deseen, de cualquier color, de la forma que elijan (...) ¿Por qué nos quieren decir a las musulmanas cómo tenemos que vestirnos? ¿Quién les da el derecho a ellos de imponernos algún tipo de atuendo?”.

Dávila pone como ejemplo de libertad religiosa los balnearios ecuatorianos.

En varias ocasiones -recuerda- ha usado burkini en las playas y no ha existido rechazo ni discriminación. “Nos ven con curiosidad. Eventualmente me preguntan (por el atuendo). Trato de ser lo más amable que puedo y les explico que soy musulmana para que sepan por qué estoy vestida así. Generalmente los niños me preguntan más”.

Dávila argumenta que para su grupo religioso utilizar un bikini tradicional es como salir en ropa interior. “Es mostrar mis partes privadas a todas las personas que están alrededor y eso es parte de la intimidad”.

Es un atropello -reclama- que se tomen el nombre de las musulmanas para señalar que son oprimidas por usar un atuendo que las cubra.

Este colectivo, en el país, empezó una campaña en las redes sociales para promover que se vistan como deseen.

Érika Vivar, quien es abogada y musulmana, cuestiona la libertad de Francia: “Si eres libre puedes elegir cómo quieres vestirte. Nuestro derecho es cubrirnos, por sometimiento a Dios, a Alá, y uno de esos principios es taparte”.

La prohibición

La controversia llegó en un momento sensible para la relación de Francia con su población musulmana, luego de que ocurrieran atentados ligados al grupo Estado Islámico (EI).

El 14 de julio, Niza sufrió un  atentado en el que un tunecino  lanzó un camión contra la multitud  y mató a 85 personas. 12 días después, un cura fue degollado en su iglesia por dos individuos que se reivindicaron del EI.

Lionnel Luca, alcalde de Villeneuve-Loubet, argumentó que la prohibición del burkini “evitaría cualquier desorden público en una región que ha sido golpeada por ataques”.

El director del Centro Islámico Guayaquil, que funciona en la ciudad desde 2004, responde que son excusas de las autoridades porque los ataques terroristas no han sido cometidos por mujeres.  “Uno de los mayores problemas  (que ocurre en ese país) son las violaciones, la desvalorización y el trato que le dan a las mujeres en esa sociedad”.

Por su parte, Anabel Arévalo, psicóloga del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam), comenta que todas tienen derecho a usar vestimenta de acuerdo a sus propias creencias y religiones.

Una prohibición de este tipo, opina, atenta contra la autonomía y el poder de decisión de una persona. “Es un abuso y una violencia generada hacia las mujeres a través del control, como decidiendo por ellas cómo tienen que vestirse, qué tienen que creer, cómo tienen que mostrarse ante el mundo”.

De acuerdo a la especialista, se trata de un tipo de violencia psicológica por el daño que puede ocasionar. “El control del atuendo de las mujeres podría tener una mirada patriarcal”.

Lo lógico -continúa- hubiera sido que se consensúe con las mujeres a las que le están exigiendo.

Aplicación de la medida

Beatriz Bordes, presidenta de la Fundación María Guare, dedicada al apoyo de las mujeres que han sufrido violencia, no está de acuerdo con la forma de aplicación de la medida porque, asegura, vulnera los derechos de las musulmanas.

“He visto en las noticias que a las mujeres en las playas las han desvestido, les han pedido que se quiten el velo y eso ha ocasionado humillación hacia ellas, más aún cuando la concepción de sus atuendos es algo sagrado”.

Para Bordes, Francia está en una situación especial por los recientes atentados y se están tomando previsiones para evitar que vuelva a ocurrir algo similar.

Ella opina que debió buscarse a mujeres policías para que se acercaran a ellas y quizá llevarlas a una patrulla para acatar la disposición.

“Pero no pedir que se desvistan en un lugar público. No pueden ir en contra de los derechos humanos, pese a cualquier ley”. (I)

En Francia se debate sobre un "islam mejor"   

El gobierno francés inició ayer un debate sobre el islam de Francia -segunda religión del país - con el objetivo de que esté más “arraigado en los valores de la República”.

Los responsables musulmanes esperan que estas consultas, planteadas por iniciativa del ministro del Interior y Cultos, Bernard Cazeneuve (consta en la foto), permitan bajar la tensión del debate por la prohibición del traje de baño musulmán.

“Este episodio positivo pondrá punto final a la secuencia nauseabunda del burkini”, cree Anouar Kbibech, presidente del Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM), principal instancia representativa de unos 4 millones de musulmanes.

Para Cazeneuve, “el objetivo es hacer que surja de manera voluntaria (el debate), en el respeto del laicismo, en el diálogo y el respeto mutuo, a un islam francés mejor, integrado en los valores de la República”.

El viernes pasado, el Consejo de Estado, la más alta instancia administrativa francesa, suspendió la prohibición del uso del burkini.

El funcionario advirtió a los alcaldes que cualquier prohibición del burkini debe apoyarse en “riesgos probados” para el orden público.

A pesar de esta decisión, varios burgomaestres decidieron continuar multando a las mujeres que vistan burkinis en las playas de sus ciudades hasta que sus decretos sean formalmente invalidados por las jurisdicciones administrativas.

El Comité Contra la Islamofobia (CCIF) demandó a las ciudades de Niza, Roquebrune-Cap-Martin, Menton y Fréjus (sureste) para obtener la suspensión de sus decretos antiburkini. Sus autoridades comparecerán hoy y mañana por no acatar la disposición. (I)  

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