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Por favor, ¡plágienme! (3)

Por favor, ¡plágienme! (3)
02 de abril de 2014 - 00:00 - Maximiliano Pedranzini. Ensayista argentino

A priori, persisten en su composición signos de debilitamiento que diluyen cualquier intento de lucha. Parafraseando a Ernesto “Che” Guevara: “No hay más cambios que hacer: o izquierda revolucionaria o caricatura de izquierda” (Ernesto Guevara, Mensaje de la Tricontinental, Cuadernos de Ruedo ibérico, Nº 12, París, abril-mayo, París, 1967).

De manera que, afirmar que la universidad es pública, popular y antiimperialista es un mito que merece ser desmitificado. Frente a este panorama desalentador se torna evidente que perviva el fenómeno del plagio. No se puede plantar en una carrera universitaria la semilla revolucionaria del conocimiento cuando esta se halla contaminada por el plagio. Cuando se descubren las huellas en el arma homicida, no existe el crimen perfecto.

Sin embargo, esta situación nos remite nuevamente a este sector estudiantil que dice ser revolucionario e interpela los textos de Marx, Lenin y el Che Guevara para obtener ese prestigio ‘snob’ que los mantiene bien maquillados a través del discurso (solo en el discurso) o que simplemente caen por su propio peso; un edificio con patas de barro que no tiene un buen arquitecto.

Pero en términos generales, la derecha se ha convertido en el mejor aprendiz de los anales que ha dejado la experiencia histórica de la izquierda.

Ejemplo de esto son los grupos estudiantiles que se refugian en la densa demografía universitaria con la intención de oponerse a un gobierno y si es posible ser parte de su derrocamiento, generando inestabilidad política e institucional hasta que logran cumplir su tan deseado propósito. En principio, la diferencia reside en el discurso ideológico, pero la praxis es la misma. Lenin llama a esto “izquierdismo” y lo define como “una enfermedad infantil en el seno de la revolución”, siendo este el germen de la contrarrevolución en los procesos latinoamericanos.

En consecuencia, la derecha ha tomado el discurso combativo y lo ha vuelto parte de su lógica constitutiva para contrarrestar los efectos de la “marea populista” dentro y fuera de las universidades. Se articulan de esta manera con las movilizaciones sociales creando en el imaginario colectivo un principio de legitimidad suficientemente capaz de tirar abajo gobiernos, aunque estos hayan sido elegidos democráticamente y cuenten con el apoyo de las mayorías. Este dilema nos hace perder el rumbo en medio de tanta neblina.

Como hemos visto, la realidad en estas últimas décadas ha cambiado notablemente, donde los métodos insurreccionales y de movilización que parecían ser patrimonio de la clase obrera, han sido asimilados por sectores conservadores.

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