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El Telégrafo
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La pollera de la "chola cuencana" experimenta cambios con el tiempo

La pollera de la “chola cuencana” hace años se confeccionaba con tela de bayeta, un material durable, pero por su alto costo va desapareciendo y es sustituido por otros textiles de menos valor.
La pollera de la “chola cuencana” hace años se confeccionaba con tela de bayeta, un material durable, pero por su alto costo va desapareciendo y es sustituido por otros textiles de menos valor.
Fotos: Fernando Machado / EL TELÉGRAFO
23 de agosto de 2019 - 00:00 - Redacción Intercultural

El traje de la “chola cuencana” ha tenido cambios en el material de confección en los últimos años. La vieja pollera que era elaborada a base de bayeta, ahora es reemplazada con un textil colombiano para disminuir su precio.

Según Patricio Sarmiento, su madre, Julia María Toral,  inició el negocio de venta de polleras y tenía un local en los alrededores del mercado 10 de Agosto, en el centro de la ciudad de Cuenca.

“Ella confeccionaba polleras y blusas. Tenía muchos clientes, en especial los que llegaban de las parroquias rurales”, recordó Sarmiento.

En la actualidad funcionan nueve locales en la llamada calle Santa Teresita, en el centro histórico de Cuenca.

Las prendas son bordadas a mano por las artesanas en la ciudad de Cuenca. Una pollera confeccionada con bayeta cuesta de $ 500 a $ 700.

En este sector se ubicaron más de 50 años personas dedicadas a la venta de estas vestimentas que se han convertido en un símbolo de la ciudad de Cuenca y de la provincia de Azuay.

María Chacha, oriunda de la parroquia El Valle, toda su vida utilizó pollera y blusa. Según ella, antes su vestimenta era de bayeta, pero ahora ya no puede usarla por su alto costo.

“Comprarme una pollera de bayeta me cuesta entre $ 500 y $ 700”, indicó la mujer, quien considera que es un egreso significativo y no está al alcance de su bolsillo, por lo tanto tiene que comprar una prenda con otros materiales que ahora se venden en las tiendas.

Antes para confeccionar el centro y el bolsicón se utilizaba la bayeta, elaborada con lana de borrego, que era tejida y luego tinturada con pinturas naturales. Luego llegó el paño y la gamucilla. Ahora es el terciopelo stretch. La tela guipiur es la apropiada para confeccionar la blusa.

Virginia Cárdenas vistió pollera hasta los años 90, pero dejó de usarla porque el dinero no le alcanzaba para   llevar el traje completo, como   la blusa, pollera, zapatos de charol, un chal y el sombrero de paja toquilla.

“Eso me costaba cerca de $ 1.000 y de dónde voy a sacar la plata”, manifestó entre risas.

En la actualidad, Virginia usa habituales prendas como el pantalón, blusa que, según ella, es más barato para vestirse todos los días.

“Cuando me tocaba lavar tenía que esperar al menos una semana para que se secara la pollera”. Agregó que su madre siempre vistió con ropa de la “chola cuencana”.

Una cosa similar expresó María Guachichulca, quien proviene de la parroquia Turi, quien mencionó que ahora le es imposible llevar la pollera por su alto costo, pero que sin embargo usa una “baratita”. “Mis hijas estudian y nunca usaron pollera”, manifestó la mujer que vende productos agrícolas en los mercados.

La pollera confeccionada con otros materiales
Cristina Criollo, quien confecciona ropa de la “chola cuencana” hace 30 años, expresó que la vestimenta de este personaje es tradicional de la provincia de Azuay y va desapareciendo por los altos costos.  Y que en su lugar se confeccionan polleras con otro tipo de material menos costoso, “pero no es igual”.

“Antes se hacían polleras con bordados a mano, al gusto del cliente. La blusa igual se confeccionaba en varias telas, como también el paño que se elaboraba en cachemir o se utilizaba la macana”, agregó.

Indicó que ahora se confecciona una pollera con tela stretch colombiana, “ya que es bonita y liviana, por eso le gusta al cliente”.    

“Antes se trabajaba en tela teklan que era nacional, pero ha subido de precio. Ya no se trabaja porque va pasando también de moda y el cliente quiere algo actual”, recordó.

Los valores de los trajes van de acuerdo a la calidad de la tela y el bordado. La más barata fluctúa entre los $ 150 y $ 200, que consta de una pollera bordada, la blusa, el paño, la chompa, pero hay prendas que sobrepasan los  $ 1.000.

Criollo considera que no   desaparecerá este traje por más caro que sea y por más que se cambie el material, “tenemos que valorar nuestra cultura”.

Ella confecciona dos polleras a diario, mientras que el bordado le toma más tiempo, entre tres y cuatro días. “Las blusas cuando son sencillas se confeccionan entre cinco y seis a diario”, manifestó la mujer.

Si bien los pedidos en la provincia de Azuay han bajado, no así los que llevan hacia Estados Unidos.

“Nos piden del exterior porque nuestros familiares y amigos no han perdido la costumbre de usar la vestimenta en las misas o para celebrar el Pase del Niño”, indicó Criollo.

Ana Luz Mora añadió que cuando una pareja campesina quiere contraer matrimonio busca un traje de calidad y de un color especial.

“La novia tiene que llevar una blusa blanca, además la pollera tiene que ser de color azul oscuro y sus zapatos de charol que dan elegancia”, expresó. (I)

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