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El Telégrafo
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Pese a carencias, la educación avanza

Pese a carencias, la educación avanza
03 de junio de 2012 - 00:00

Son cerca de las 13:00 y un grupo de padres de familia barre con fuerza una parte del patio de la escuela fiscal Monte Sinaí Ebenezer, situada en una de las cooperativas de este sector popular, del noroeste de Guayaquil.

Una fina capa de polvo se levanta del suelo, mientras los niños de educación inicial salen cargando sus mochilas para formar una fila ordenada desde su aula hasta la puerta de metal de la institución.

La mitad de la escuela está construida con cemento y el resto con caña. Fundada hace cuatro años, recibe a 800 niños del sector, una tierra lejana al Guayaquil que todos conocen, escondida y encontrada viajando a través de la Perimetral.

“Acá todos colaboramos en las labores de la escuela. Limpieza, cuidado, preparación del desayuno escolar. Padres, maestros y hasta los mismos alumnos”, indicó la directora Elsy Rodríguez, poco antes de que inicie la jornada vespertina. 

03-06-12-monte-sinai-ebenezer3Este plantel recibió, el martes pasado, la visita del Presidente de la República y varios de sus ministros de Estado, quienes recorrieron el sector de invasiones de la ciudad. Correa dijo que quería mostrarles “la realidad”. “Vino Rafael Correa. Llegó con la Gobernadora, con la Ministra de Educación... Nosotros los esperábamos mucho”, dijo

Angie Marmolejo, una pequeña de 11 años. “El Presidente nos dijo que nos iba a dar las aulas nuevas, que nos iba a ayudar. Yo quiero que arreglen la escuela y que toda sea de cemento”, expresó Angie.

La directora, que tiene una maestría en Planificación educativa, comentó que, desde sus inicios, la escuela tiene aulas de cemento para los años de educación inicial, primero y segundo grado, construidas por la Dirección Nacional de Servicios Educativos (Dinse).

La edificación concluyó en esos grados, tercero, cuarto, quinto, sexto y séptimo año, funcionan en un terreno forrado con piedra chispa, las aulas están cubiertas por zinc, tienen viejas bancas metálicas y otras construidas con madera.

Que cinco grados de la escuela funcionen en estas condiciones no es el único problema. “Esta es la lámina en la que aprendemos computación”, dijo Ana Elizabeth Remache, de 12 años, y enseña una colorida hoja que grafica las “Windows” incorporadas por Microsoft. “Ya sabemos arrastrar celdas y todo...”, añadió otra compañera.

“Acá en la escuela únicamente tenemos 5 computadoras que fueron donadas por instituciones particulares y una impresora. Cuando los niños reciben clases de computación generalmente trabajan unos diez por máquina, entonces es dificil que todos participen”, explicó la directora.

03-06-12-monte-sinai-ebenezer2Las computadoras se encuentran en un pequeño espacio que hace las veces de laboratorio y biblioteca. Un pequeño librero de madera contiene varios textos de inglés, gramática, literatura, entre otros. Son, en total, 250 libros, pero solo entran 80, no hay espacio para más.

“El sueño es hacer de este lugar una sala lúdica, para trabajar computación e inglés”, indicó. En ese lugar los estudiantes también aprenden lenguaje de señas.

Una especie de cortina, con la representación de cada letra en esta forma de comunicación gestual, rodeaba el interior del aula.

Un grupo de voluntarios y misioneros estadounidenses se une a las labores de limpieza antes del cambio de jornada. “En la sección vespertina hay 346 estudiantes y en la matutina, 434. De este total, unos 10 niños tienen algún tipo de discapacidad.

Los tenemos identificados por aulas y por sección para que los maestros sepan cómo proceder en cada uno de los casos. Generalmente se trata de discapacidades visuales, por lo que deben sentarse adelante”, manifestó Rodríguez.

La falta de una cocina para preparar el refrigerio, el peligro de asaltos en la zona y las dificultades para llegar a la escuela, especialmente en el invierno, cuando el sector se llena de cráteres con agua empozada y lodo que ocupan todas las calles, son otros de los problemas que surgen para los padres y maestros.

“El carro me trae hasta la entrada de la 8. De ahí toca coger otros buses y caminar varias cuadras desde la avenida principal hasta acá. Es duro”, comentó María Isabel Vera, una de las maestras de la escuela. Ella, al igual que los demás 16 profesores del plantel, trabaja por contrato. Únicamente la directora tiene nombramiento.

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