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Isabel González: "Hay periodistas que trabajan más de 40 horas semanales por $400 al mes"

Isabel González, embajadora de Chicas Poderosas
Isabel González, embajadora de Chicas Poderosas
Cortesía
07 de diciembre de 2020 - 00:00 - Redacción Sociedad

El colectivo Chicas Poderosas en Ecuador, una red global presente en 17 países que trabaja para posicionar el liderazgo de las mujeres en los medios de comunicación, hizo una investigación (muestra de 336 personas) en este país que desnuda las condiciones laborales de las mujeres y diversidades sexuales.

Según el informe, hay periodistas que trabajan más de 40 horas semanales por salarios de $400, y la mayoría es mujer. También hay violencia de género muy marcada y las víctimas son las jóvenes y las pasantes. Ellas sufren acosos laboral y sexual, y los trans e indígenas no tienen representación en las redacciones de los medios.

Por ejemplo, en los procesos de selección les preguntaron: ¿Son vírgenes? o ¿Les gusta el sexo? O si pensaban tener hijos, si se habían hecho pruebas de VIH.

Isabel González, embajadora de la organización, conversó con este Diario sobre el tema.

Su investigación revela que todavía hay salarios muy bajos entre los periodistas, poca representatividad y crecimiento laboral. ¿Por qué?

Esos son datos de la investigación que hicimos en un universo de 336 personas, la mayoría mujeres, le sigue hombres, y personas de las diversidades sexuales. Muy pocas personas se identificaron trabajando en medios tradicionales o digitales.

En cambio, sí logramos recolectar muchos testimonios de la falta de presencia más diversa de las salas de redacción. Hay tendencia a ser todavía muy racistas tanto en sus coberturas y como en la composición de sus equipos.

En el tema de salarios, encontramos que mucha gente trabaja más allá de 40 horas semana por salarios de $400, eso es una fuerte precariedad. En ese caso, también la mayoría es mujer.  Eso evidencia algo que no es nuevo, la desigualdad es muy común no solo en diarios, sino en oficinas, hay una brecha en los salarios de hombres y mujeres.

En el tema crecimiento laboral, no hay posibilidades de ascenso en las redacciones, esa idea está asociada a más trabajo, a incluirte en la toma de decisiones, más asignaciones, pero no es una base para la carrera profesional.

Pero ¿qué hacen las asociaciones gremiales por estos periodistas?

Hay varias asociaciones, pero los periodistas usualmente no se asocian. No es un rasgo característico y eso hace que la gente desconozca sus derechos. Se piensa en la asociación como un asunto del pasado. Eso hizo que la situación se empeore en medio de la pandemia porque cada asociación ha trabajado por su lado.

No existe un frente fuerte para demandar acciones concretas, en específico al Comité de Protección de Periodistas, que se instaló frente al secuestro y asesinato de los tres integrantes de El Comercio. La respuesta del Comité ha sido nula.

Cuando fue el momento tan duro en Guayaquil enviamos comunicados e intentamos hablar con el Comité, pero nunca respondió. Hay un trabajo que hacen los gremios, sin embargo, son pocas las personas asociadas y las acciones articuladas.

¿Cómo construir entornos laborales justos y libres de violencia?

Podemos revelar que la violencia está presente en la carrera periodística de las mujeres desde su inicio hasta el final. Hay violencia de género muy marcada y las víctimas son las jóvenes y las pasantes.

Esto se traduce no solo en acoso laboral, sino abuso sexual. Son tocamientos indeseados, pedidos de favores sexuales, o de llevar el café en la mañana, o de estereotipos de género respecto a la labor que deben cumplir las mujeres en las salas de redacción y espacios periodísticos. También hay ataques en las redes sociales.

¿Cuánto cuenta el silencio sobre estos problemas?

Es difícil avanzar en la construcción de entornos laborales seguros, sino hay reconocimiento ni protocolos para actuar. Es evidente que los medios de comunicación son entornos donde el círculo de silencio es muy estrecho.

También ocurre eso porque los colegas varones están en puestos directivos o en de editores generales. Eso hace difícil la denuncia y las mujeres sienten que es mucho peor denunciar o sacar a la luz pública porque las consecuencias en la carrera profesional pueden ser fatales.

No hay marco jurídico para trabajar sobre estos temas, por eso predomina el silencio. Pero con estos datos y hablando más de ello se puede articular un espacio para diseñar un protocolo que nos ayude a construir entornos seguros y justos.

Esta información salió a la luz en grupos focales, así como la necesidad de construir una tabla de honorarios para los free lance o colaboraciones informales que van en detrimento de los derechos laborales.

Su investigación, además, señala que el 50% de las mujeres periodistas recibió comentarios negativos sobre su apariencia.

El problema es que si alguna autoridad insulta a una periodista se normalizan esos tratos y se desconoce toda la violencia simbólica y psicológica, que comienza a crecer. Pasa lo mismo en el entorno familiar, que inicia con un comentario y se convierte en un hoyo negro para las mujeres que están ahí.

En los testimonios encontramos que en los medios de comunicación es muy común hablar sobre el cuerpo y las decisiones de las mujeres, pero eso no ocurre en el caso de los hombres, o no de manera tan explícita.

La mayoría de las mujeres decía que recibieron comentarios sobre su apariencia o sus formas del cuerpo, si son flacas, gordas, o sobre sus senos, piernas, vestimenta, o insinuaciones sobre sus prácticas sexuales. En los procesos de selección les preguntaron: ¿Son vírgenes? o ¿Les gusta el sexo? O si pensaban tener hijos, si se habían hecho pruebas de VIH.

Es decir, les hicieron preguntas que no tienen relación con la capacidad profesional de ellas. Siguen perpetuando los estereotipos y roles de género que están bajo la sanción pública.

¿La falta de capacitación es una barrera para la carrera profesional de las mujeres?

Hay muchas mujeres, muy talentosas, en cargos medios y ellas resaltan que la capacitación las impulsa y favorece para llegar a esos cargos. Sin embargo, la mayoría de ellas no accede a la capacitación suficiente y no encuentra en el trabajo las condiciones para ello. No tienen tiempo, el medio no las ayuda ni con la matrícula de esos cursos, aunque la formación es importante para el ejercicio profesional. Ellas dicen que si no se capacitan se quedaremos eternamente en la misma línea de trabajo.

Es sorprendente que ni los trans ni los indígenas tengan representatividad en los medios de comunicación. ¿Qué hacer?

En los medios no hay representatividad, tienen agendas sesgadas porque sus reporteros no tienen ni el conocimiento ni el interés en temas específicos. Esto es evidente en los temas de disidencias sexuales, así como en los temas étnicos y raciales.

Los medios son bastante cerrados, nuestros entrevistados dijeron que no tuvieron refrentes negros o cuando los hay no sobrepasen la idea exótica sobre ellos: los negros cubren fútbol, deportes, mientras las mujeres negras el folclor. Hay un reto super grande en la mirada interna para responder a una realidad diversa como la que vivimos hoy.

Pero la identidad sexual no debe tener ninguna relación con una carrera periodística.

A la gente le cuesta muchísimo hablar de su orientación sexual porque hay represalias. Sienten que no son espacios seguros ni de confianza para revelar con tranquilidad y naturalidad su identidad. Sufren mucha discriminación, especialmente los trans porque no tienen un lugar en medios de comunicación, e incluso en las universidades.

Ese es un gran reto porque hay personas con mucho talento en entornos independientes y precarios. Los trans se automarginan porque sus posibilidades se restringen demasiado al ser visibles, recogimos testimonios de mujeres trans que omitieron pasar por la universidad porque no iban a respetar su nombre, su autodenominación y hacen una práctica de la comunicación más comunitaria.

También en algunos medios tradicionales hubo personas trans que se postularon y no fueron seleccionadas por criterios personales de la empresa. Hay una barrera muy grande para ellos que es difícil traspasar.

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