Padres de jóvenes Down piden mejor acceso a la ‘U’
José Miguel Arteaga nació con síndrome de Down (SD). Durante sus 21 años pasó por varias operaciones que no detuvieron su paso por la escuela y el colegio. En 2017 se graduó de bachiller y ahora anhela ingresar a la universidad y cursar una carrera vinculada al arte y a la fotografía.
La aspiración académica del joven se ve frustrada - sostiene su familia- por la falta de una oferta que se ajuste a sus necesidades y capacidades.
Ana Lucía Arellano, madre de José Miguel y presidenta de la Red Latinoamericana de Organizaciones no Gubernamentales de personas con discapacidad y sus familias -Riadis-, aseguró que en el país hace falta un modelo de inclusión educativa a nivel superior formal.
Esa necesidad la impulsó a buscar un aliado. Fue así como, hace tres meses, se contactó con la Universidad Politécnica Salesiana (UPS) de Quito. Juntos trabajaron en la firma de un convenio para que bajo la cátedra de Unesco se creen carreras técnicas para personas con discapacidad intelectual.
Entre las áreas de formación están el armado y desarmado de computadoras, fotografía o gastronomía, entre otros. “Aspiramos a que entre junio y julio tengamos una oferta interesante para que de esta forma los bachilleres con SD puedan optar por alguna de ellas”, dijo Arellano.
La iniciativa de la madre de familia llega hoy cuando se conmemora el Día Mundial del Síndrome de Down.
Iniciativas de universidades
Daniel Bonilla, quien también tiene SD y escribió hace tres años el cuento de El Sapito Fro Fro, recuerda que un año antes de descubrir su habilidad con las letras ingresó a la Universidad de Los Hemisferios, en Quito. Allí estudió durante un año Gastronomía.
Su madre, Paulina Sánchez, cuenta que el joven le pidió que lo llevara a conocer esta alma mater. “Dudé, pero él fue perseverante. Le tomaron algunas pruebas (dictados y cálculos matemáticos) y los pasó. La institución le otorgó el diplomado en esa carrera”.
En Guayaquil, en cambio, Marthita Ampuero, otra joven con SD, lleva dos años formándose en el área de Comunicación Escénica, a través de un plan piloto en la Universidad Casa Grande. Tiene ocho materias aprobadas.
El año pasado puso en práctica su aprendizaje en la obra teatral Dorothy y sus amigos en la tierra de Oz. Hizo 19 presentaciones con el personaje de la bruja buena.
“Mi hija acude tres días a clases. Toma apuntes como todos sus compañeros y cumple con sus tareas que han sido adaptadas a su condición. Por ejemplo, a ella le envían a leer textos más cortos”, asegura Martha Trujillo, madre de la joven.
Ambas progenitoras reconocen que sus hijos al acudir a un centro de estudio superior refuerzan su independencia y seguridad.
Arellano destaca que estas iniciativas surgen por parte de profesionales que sí le apuestan a la inclusión.
Para ella, además, hay que trabajar en la visión de la familia. “Los padres no deben tratarlos como niños eternos o temer que estarán solos en espacios de educación superior. Hay que cambiar esa mentalidad de que al terminar de estudiar la secundaria busquen un trabajo y no tener aspiraciones para que sigan preparándose”.
La terapeuta ocupacional Deisy Suárez señala que los padres de jóvenes con SD no deben dudar de las destrezas de sus hijos y fortalecer sus habilidades. “Por lo general, ellos son buenos en todo lo relacionado a crear (pintar, diseñar, actuar, modelar)”.
Margarita Erazo apoyará a su hija Nicole, quien también nació con SD, a estudiar Pastelería en una universidad de Madrid. (I)
