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El Telégrafo
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Oso que fue herido en Cerro Blanco vuelve a su hábitat

Oso que fue herido en Cerro Blanco vuelve a su hábitat
12 de julio de 2013 - 00:00

Cuando Belén Castillo habla de Daktari no puede ocultar su emoción. Recuerda el momento en que vio al oso perezoso en la clínica veterinaria, agonizando, con dos machetazos en la cabeza y el hueso craneal expuesto. Era la marca del brutal ataque que sufrió por dos cazadores que entraron al bosque protector Cerro Blanco, en Guayaquil.

El animal fue rescatado por dos guardabosques que hacían su ronda cerca al área protegida que limita con los asentamientos ilegales de Monte Sinaí y sectores aledaños, relata el biólogo Paúl Cun, quien labora en Cerro Blanco.

El personal de seguridad sorprendió a los sujetos cuando se llevaban a dos osos perezosos, uno tenía un disparo en la espalda y murió minutos después. El otro era Daktari.

El ataque ocurrió el pasado 27 de mayo. Los cazadores escaparon pues estaban armados, por lo que los guardabosques no pudieron detenerlos. Los empleados del área protegida llamaron, inmediatamente, a la Policía Nacional pero hasta que llegaron los individuos ya se habían escapado hacia los sectores cercanos a la zona protegida.

Actualmente hay 10 guardabosques para custodiar las 6.078 hectáreas del bosque protector Cerro BlancoDesde ese momento comenzó la lucha para salvar al animal que sobrevivió. El pronóstico era poco alentador por la gravedad de la herida. En un momento la eutanasia se vislumbró como una posibilidad. Pero nadie contaba con la voluntad de Belén, de 23 años y egresada de Biología en la Espol, quien hace tres meses se graduó de guía del bosque protector.

Cuando la joven vio al oso y supo que corría el peligro de morir  se ofreció, como voluntaria, para cuidarlo en su casa, en Urdesa Central.

Por el tamaño de la herida era necesario que el oso fuera operado pero la recuperación sería costosa. “Cada día en la clínica después de la cirugía costaba $ 20 y la Fundación Probosque no podía solventar ese costo. Entonces decidí que lo llevaran a mi casa”, comenta Belén.

En la vivienda, el oso estuvo bajo la supervisión de los médicos. La joven recuerda que no le consultó a su familia si podía llevarlo. “Fue una decisión repentina”, afirma entre risas. Estaba segura de que sus padres la apoyarían porque ellos también son amantes de los animales.

Y en efecto, la familia se unió para proteger a Daktari. “El nombre lo eligió mi papá. Él se acordó de una serie que daban en los años 60 y que se llamaba ‘Daktari’. Era sobre un veterinario que protegía a los animales, entonces así lo bautizamos”, narra Belén.

La serie mostraba las aventuras del doctor Marshall Tracy, quien dirigía una clínica para curación de animales salvajes en medio de la selva sudafricana y luchaba contra los cazadores furtivos. Daktari significaba “doctor” en swahilli, la lengua nativa del lugar.  

Durante los primeros días en casa de Belén, el oso casi no se movía. “Parecía un peluche. Al parecer sentía mucho dolor, pues la herida era muy profunda y por eso prefería no hacer nada”, relata la joven.

Al principio estuvo en una especie de bodega dentro de la vivienda, pues la novel “enfermera de osos” no podía dormir pensando que fuera a ocurrirle algo al animalito. Durante las dos primeras semanas no salió de su casa.

Belén Castillo permaneció siempre junto al oso perezoso. Hoy lo recuerda con emoción.

Según ella, Daktari le agarraba el brazo como buscando cobijo. “Se veía indefenso. Como no comía, le dábamos en batido las hojas de guarumo, de las que se alimenta”. Belén tuvo la ayuda de sus colegas de Cerro Blanco y de sus compañeros de la universidad.

Con el transcurso de los días, Daktari mejoró y sacó a relucir sus instintos. “Lo dejábamos en una posición por la noche y en la mañana se había movido, estaba en otro sitio y había desordenado las cosas”.

La familia decidió tenerlo en el patio, donde hay un árbol que el oso podía usar para trepar y ejercitar los músculos, pues al estar tanto tiempo acostado se le podían atrofiar.

Al ser demasiado inquieto lo soltaban en el día y lo colocaban en una jaula por la noche en que era más   activo, ya que es un animal nocturno. “Quería subir al árbol pero como estaba sedado para que no sintiera dolor, no podía. Era como un borrachito, daba pena”, dice.

Días después le retiraron los puntos y aunque tuvo una infección porque no le habían cerrado bien (debido a que la piel es gruesa), finalmente sanó.

Ya era complicado tenerlo en la vivienda. “Un par de veces lo llevamos a Cerro Blanco y se lo veía desesperado por subir a los árboles. Al regresar a casa ya no tenía la misma actitud. Si intentábamos cogerlo, trataba de atacarnos”, indica Belén.

Cerca después de un mes, Daktari fue trasladado al bosque protector, donde comenzó el proceso de reinserción en su hábitat.

Según el biólogo Paúl Cun, es perjudicial para un animal salvaje estar en cautiverio, porque se acostumbra  a ser alimentado y pierde sus instintos. “Cuando estuvo curado decidimos liberarlo”.

El pasado 1 de julio, Daktari volvió a su hogar, en las 6.078 hectáreas  que conforman el Cerro Blanco.  “Esta área es violentada por cazadores que llegan de las invasiones cercanas. La zona donde hallamos a los osos perezosos es una de las más conflictivas por la cercanía con el área poblada”, dice el especialista.

En el Cerro Blanco habitan 60 especies de mamíferos, 220 de aves y 30 de reptiles. En medio de la espesura, un oso escala los árboles, libre y sano, gracias a las manos que se unieron para salvarlo y a un “ángel” que lo acogió en su hogar.

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