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Carmen Arévalo tiene una maestría en Desarrollo de la inteligencia

"No lo podía creer, el esfuerzo valió la pena"

Los compañeros  de ‘Carmita’, como la llaman de cariño, aseguran que es muy emotiva y alegre.
Los compañeros de ‘Carmita’, como la llaman de cariño, aseguran que es muy emotiva y alegre.
Elizabeth Maggi / El TelÉgrafo
02 de julio de 2016 - 00:00 - Redacción Sociedad

Carmen del Rocío Arévalo Luisataxi, riobambeña de nacimiento y quien hasta el momento ha dedicado 8 años de su vida al servicio de la docencia, obtuvo el mejor puntaje en la prueba Ser Maestro, aplicada a docentes de instituciones fiscales del régimen Sierra-Amazonía. Con 997 puntos sobre 1.000 destacó entre sus colegas que también rindieron el examen a cargo del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineval).

Carmen, quien es la mayor de 5 hermanos, se crió en una familia “llena de amor y comprensión” como la define. Su padre, entrenador, y madre, comerciante, combinaban sus labores con el tiempo para pasar con sus hijos. Nunca faltaron las extensas conversaciones en su casa. Desde su juventud le atraían los deportes e ingresaba a todas las disciplinas que podía, por ello al llegar a la universidad eligió la carrera de Cultura Física y Entrenamiento Deportivo.

Su padre, Rodrigo Arévalo, la define como una mujer constante y dedicada para conseguir sus metas. Atribuye la afición de su hija a los deportes, por las actividades que él desarrolló durante 34 años como entrenador de gimnasia artística y rítmica. “Es un orgullo para todos los que ejercemos la cultura física. A veces pensamos que solo es ejercicio, pero mi hija demostró que es algo más, sin duda debemos resaltar este logro. Ella siempre ha hecho un buen trabajo en todo lo que se ha propuesto”, indica Arévalo.

‘Carmita’, como la llaman cariñosamente sus familiares y amigos, expresa que las personas deben continuar preparándose. Es así que siguió una maestría en Desarrollo de la Inteligencia, que la llevó hasta el Instituto Emilio Uscátegui de la parroquia Cebadas, del cantón Guamote, provincia de Chimborazo, donde presta sus servicios.

Para llegar a su trabajo, la profesora de 40 años se levanta temprano para alistar a sus hijos. El más pequeño se queda con sus abuelos y tíos, y el mayor asiste a un colegio de Riobamba.
Este sacrificio es aplaudido por su madre, Gloria Luisataxi, quien emocionada y con lágrimas en los ojos, cuenta las anécdotas de su hija desde que era niña. Le falta tiempo para hablar de los logros de su “pequeña”. Señala que su inteligencia y dedicación las lleva en la sangre, ya que ella también fue abanderada en la escuela y el colegio.

Por ello no duda en decir: “Carmita salió a mí, y claro que lo digo con orgullo, porque siempre les he inculcado a mis hijos que tienen que ser los mejores. Cuando escuché al Presidente de la República que resaltó el nombre de mi hija, grité de la emoción. Fue algo que lo recordaré siempre”, manifestó Luisataxi.

A las 11:20, ‘Carmita’ toma un bus que la trasporta hasta la parroquia Cebadas. En su hora y media de traslado repasa algunos puntos de la asignatura que sirven para que sus estudiantes tengan mejor concentración.

Su hora de ingreso es a las 13:00, pero suele estar 10 minutos antes. Sus compañeros de trabajo señalan que ‘Carmita’ es muy emotiva, “siempre está sonriente y abraza a todos al saludar”. María Cano, compañera docente, comenta que previo a rendir la prueba del Ineval se prepararon juntas. María obtuvo un puntaje de 992/1.000 en cultura física, pero se siente alegre al observar que su amiga la superó en el puntaje. “Es muy dedicada, todo el tiempo está autoeducándose. Le gusta leer y a sus alumnos los motiva con el ejercicio, pues el lema de mente sana, cuerpo sano es muy efectivo”.

Antes del examen, ‘Carmita’ estaba nerviosa, pero sabía que los años de preparación la ayudarían. No se conformó solo con ello y empezó a estudiar de forma constante, aprovechaba los recreos y las noches para repasar.

Utilizó los simuladores que el Ministerio de Educación colocó en su página web y buscó en internet varios puntos que suponía le podrían servir durante la prueba. Los sacrificios que realizó rindieron su fruto. Recuerda que al terminar la evaluación le entregaron la nota y visiblemente emocionada, asegura, “no lo podía creer, el esfuerzo valió la pena”.

Esta docente comparte la idea de que si los estudiantes son evaluados de manera constante, lo mismo debe suceder con los maestros. “Nosotros no debemos conformarnos con tener el título y quedarnos estancados, debemos seguir, demostrar siempre que somos buenos maestros y los mejores”. (I)

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