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El Telégrafo
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Migración, un fenómeno en permanente evolución

Migración, un fenómeno en permanente evolución
14 de abril de 2013 - 00:00

Si bien las migraciones empezaron a mundializarse hace unos treinta años, los flujos  se han triplicado desde la mitad de los años 70. Actualmente, se contabiliza alrededor de 240 millones de migrantes internacionales y a ellos  se suman otros  740 millones de migrantes internos. De ahí que casi mil millones de personas viven el proceso que, desde su origen, evoluciona en sus formas y tendencias.

Afirmar que las migraciones estuvieron presentes desde el principio de la historia de la humanidad no parece equivocado. Con los grandes imperios de la antigüedad  se establecieron flujos migratorios vinculados con la existencia de las colonias. Por los conflictos que surgieron en  la época del feudalismo, una migración humana se puso en marcha para enfrentar las necesidades bélicas. En proporciones más importantes, las colonizaciones, que tuvieron lugar desde el siglo XVI hasta el siglo XX, fueron acarreadoras y vector de amplios procesos de movimientos, reforzados a partir de la Revolución Industrial.

Así, emergieron nuevos flujos de emigración e inmigración que se implementaron a lo largo del tiempo, hasta llegar a su apogeo durante el periodo 1880 - 1914.

En ese entonces, las migraciones conocieron su “edad de oro”: millones de europeos  circularon dentro del continente mientras otros atravesaron el Océano Atlántico a fin de alcanzar el continente americano. Las razones,   precisa la politóloga francesa C. Withol de Wenden, fueron múltiples: revoluciones, catástrofes naturales, persecuciones religiosas, pogromos, superpoblación de los campos,  reducción de los costos de viaje o recursos que proveía el Nuevo Mundo como identificaron al continente americano.  

Así, mientras más del 40% de suecos se fueron de su país, Italia vio a su población bajar un 10% entre 1900 y 1910. Al mismo tiempo, el número de emigrantes anuales superó el millón.    

Poco a poco, se implicó a  otros actores. Hace cuarenta años, la migración no concernía a más de cuarenta países. Hoy, el proceso atañe a todo el planeta. De ahí que surgieron frenos al fenómeno en plena expansión.

El boom de las migraciones acarreó la creación de reglas por parte de los países cuyos flujos se estaban volviendo abundantes. La “libre circulación” empezó a perder éxito. Junto con el predominio del Estado-Nación, unos territorios –en particular los Estados Unidos y Europa– establecieron barreras a fin de dominar los flujos. Hoy en día, las migraciones están sujetas a controles por parte de los gobiernos que las tratan de frenar.     

En el mundo se construyen discursos, se crean leyes, se alimentan desconfianzas. Incluso, a veces, se alzan muros. Tal es el caso entre Uzbekistán y Kirguistán, la India y Bangladés, Botsuana y Zimbabue, o los Estados Unidos y México, cuya política de Estado contempla seleccionar los inmigrantes.

Más que un obstáculo, los controles fomentan  el riesgo de violaciones a los derechos humanos: entradas clandestinas, personas fallecidas  en las fronteras, aumento de la economía criminalizada, sedentarización de los inmigrantes ilegales  o solicitudes de asilo y matrimonios con  fines económicos. La frontera americano-mexicana es la más controlada y la más frecuentada del mundo, pero se trata de  esfuerzos ineficientes, peligrosos  y costosos.

El drama que viven los inmigrantes también es un hecho, pues corren el riesgo de ser menospreciados por una parte de la población, cuya opinión gira alrededor de ideas preconcebidas:es un trabajador más flexible, un competidor en el mercado laboral, conlleva identidades y modos de vida diferentes y es un peso para la economía del país de acogida. Esos pensamientos, alimentados por informaciones distorsionadas, chocan con los estudios y los datos.

En su obra “Personas Excepcionales: Cómo la migración forma nuestro mundo y definirá nuestro futuro”, Meera Balarajan, Ian Goldin y Geoffrey Cameron lo definen claro: las migraciones habrían contribuido a modelar el mundo. En esa perspectiva, los países de acogida podrían sacar provecho: tendrán un efecto positivo en el crecimiento económico, la innovación y los ingresos fiscales. En cuanto a los países de partida, particularmente las remesas tienen un rol importante en su desarrollo. En Ecuador constituyen la segunda fuente de ingresos.

En 2012, las remesas enviadas por los migrantes sobrepasó los 400.000 millones de dólares y  los países más beneficiados fueron China, Filipinas, Francia, la India y México, conforme a un estudio de la Organización Internacional para las Migraciones. De manera general, las remesas van primero hasta los países ricos, así que los países pobres aprovechan menos de sus ventajas. Otro obstáculo de las remesas se encuentra en los costos que se generan para enviarlas afuera, de modo que ese rubro  representa    el 8,96% de la cantidad que se transfiere.   

La migración, actualmente, lleva paradojas. Si es benéfica económica, demográfica  y culturalmente, se pone en tela de juicio su rol nacional e internacional. Las representaciones sociales que unos tienen de los inmigrantes  son excluyentes, lo que interfieren en su bienestar y en la ilusión que tenían cuando migraron. Asimismo, mientras los gobiernos siguen generalizando  al “grupo” de los migrantes, sus formas y categorías se multiplican. Recientemente aparecieron los estudiantes que empiezan a trabajar en los  países donde se formaron. Los migrantes que emplean una estrategia de co-presencia, que tienen redes internacionales, los desplazados medioambientales  o los jubilados que buscan un mejor país para vivir, todo dentro de la dualidad primera: los migrantes forzados y los voluntarios.

 Las categorías de países, que también evolucionaron en sus roles, variaron según las fases de la historia. Más perceptible es el rol de los países del sur, sobre todo, cuando son emergentes, petroleros  o mineros. Hoy en día, se forman países de acogida o de tránsito que antes eran territorios de partida. Tal es el caso de México, Marruecos  o Turquía. El Ecuador, que todavía es un país de emigración –ahora más hacia España e Italia– resulta ser también un territorio de tránsito, especialmente hacia otras naciones de la región  y de acogida. Otros países, por su situación económica, social y política –pero también cultural– llaman la atención y atraen flujos migratorios. Desde su llegada en el primer plano de la escena mundial, la migración hacia los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) subió, paralelamente a la visibilización de sus ventajas. Los países del Golfo y el continente africano son también nuevos territorios en boga.

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Con esos cambios, los flujos también evolucionaron: ahora existen movimientos de norte a sur e incluso de sur a sur (90 millones de personas, el año pasado). Igualmente, se desarrollan migraciones transversales intercontinentales  como lo vive China en el Magreb. A eso se suman los flujos regionales en los que se complementan las zonas de partida y de acogida.

En perpetua evolución, las migraciones, tanto internacionales como internas, van a seguir desarrollándose y, según las previsiones, acelerándose.

Los factores generales de movilidad siguen estando presentes: las desigualdades económicas; los desequilibrios políticos, económicos y medioambientales; la flexibilización, en algunas partes, en la expedición de documentos; la urbanización en los países ricos y pobres; el mejoramiento global de los niveles de educación; el envejecimiento de la población en  varios países desarrollados; y, más allá, el desarrollo de los transportes.

Mientras unos gobiernos siguen restringiendo su campo de visión, los altermundialistas preconizan una política abierta a la inmigración, Una liberalización total de los flujos humanos, de acuerdo con Meera Balarajan,   Ian Goldin y Geoffrey Cameron, aumentaría la riqueza mundial en  39 trillones de dólares en veinticinco años.

Leonardo Domínguez: “Prefiero vivir en Latinoamérica”

¿Qué motivó tu salida  de España y cuándo llegaste a Ecuador?

Salí en mayo del año pasado. Primero  fui a Colombia y  después vine a Ecuador en busca de empleo. Para el 50% de los jóvenes de mi región, Andalucía (España),  no hay trabajo. Así que  la población está emigrando, sobre todo, dentro de Europa; pero  yo  conocía Latinoamérica y vine a probar suerte.

¿Qué contribuyó en la elección de Latinoamérica como destino?

Conocía el continente mucho antes. Fui mochillero desde los  21 años, entonces tenía un lazo más fuerte con Latinoamérica. De hecho, conocí a la gente, su  cultura y me parecía más interesante que Europa.    

¿Qué esperabas  encontrar cuando decidiste venir a Ecuador?

Conocer lo desconocido. En 2006 todavía había trabajo en Europa. Yo tenía empleo fijo, un coche, novia, pero lo dejé todo  para salir a  conocer. Estuve ocho meses como mochillero. Empecé en Cuba, después  fui a México, para llegar hasta Argentina. Hice muchos amigos, colaboré con ONG, estuve en comunidades indígenas... Estoy enamorado de Latinoamérica.

¿Y por qué decidiste volver a Latinoamérica?

Prefiero vivir en Latinoamérica que en Europa. Además está  la situación de Ecuador, un  país que  está muy  bien económicamente. Hay muchos recursos, posibilidades de trabajo, no como en mi país. Entonces, preferí quedarme  y tengo la suerte de  trabajar y  estar a gusto. ¿Qué más se puede pedir?  

¿Cuánto tiempo te tomó conseguir un  trabajo?

No fue enseguida. Fue un poco más complicado porque se necesita tener todos los documentos  al ser inmigrante. Hay que sacar la visa y otros papeles, pero es más fácil que para un inmigrante que va a Europa.  

¿El hecho de que seas español influyó en tu contratación?

Negativamente, no. Tal vez positivamente. A veces, todavía hay la imagen del europeo  que hace las cosas con más puntualidad, más rectitud,  el occidente más “avanzado”, aunque es mentira.

¿Cuál es la situación de un migrante en Ecuador?

Podría ser mejor, como siempre. La burocracia no es buena para nadie, tampoco el tema de la visa, los documentos, el dinero que siempre te piden. Pero, igual, puedes pedir una visa para quedarte. Hay variaciones.

¿Al final, encontraste lo que querías? ¿te  quedarás en Ecuador?

Siempre se sigue buscando, pero sí, estoy a gusto ahora. Tengo mi pareja, mis amigos, los sitios y las calles conocidos. Es como una pequeña patria que va creando uno cuando vive en un sitio... Pienso que me voy a quedar, al menos un tiempo grande, un par de años. Después,  veremos...

¿Si piensas en viajar nuevamente, a dónde irías?

Quiero volver a España, pero solo de visita para ver a mis amigos, a mi familia. Pero cuando no esté a gusto, seguramente iré a Argentina, para encontrar trabajo allá.

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