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Masculino y femenino: ¡viva la diferencia!

Masculino y femenino: ¡viva la diferencia!
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06 de diciembre de 2020 - 07:00 - Fausto Segovia Baus

Tomo prestado el título de un libro de Pilar Sordo, académica chilena, quien postula esta propuesta, en la que, en esencia, estoy de acuerdo, a pesar que algunos piensen que estoy afectando a minorías. 

En el mundo conectado en el que vivimos ha comenzado el destape de interioridades… de algunos famosos y famosas, entre los cuales se cuentan políticos, directores de cine, actrices –como denunciantes o víctimas, y también como victimarios-, de un fenómeno global que ha sido calificado como inédito y explosivo.

Ejes y preguntas

Dos ejes contribuyen a mezclar las historias que han conmovido a medio mundo, y no solo a los públicos de las revistas del corazón: el poder y la gloria, y el dinero y el placer. Así, temas que antes quedaban entre las sábanas de los personajes ahora son de dominio público, y al parecer solo son el inicio de un sinfín de intimidades que ruedan por todas partes y, claro, circulan por las redes sociales, al convertir, de la noche a la mañana, a héroes en villanos. Y a mujeres -otrora poderosas- en víctimas del machismo, la prepotencia y el dinero.

¿Una prostitución disfrazada de elegancia? ¿Una violencia glamorosa, reflejo de una anomia colectiva que financia y cultiva el hedonismo como centro de un modelo de sociedad? ¿Está en tela duda lo masculino y lo femenino?

Problema mayúsculo
Las respuestas pueden ser variopintas. Una primera aproximación es que el supuesto destape forma parte de una estrategia clara –en la era de la post verdad- donde la mentira y la verdad se cuecen en la cocina escandalosa de un periodismo ansioso de historias llenas de morbo. Y el morbo vende, por supuesto.

Este problema calificado de mayúsculo y serio por unos, es minúsculo e incipiente por otros, quienes ven, simplemente, espacios para la diversión y el espectáculo.

¿El varón domado?

Antes de escribir estas líneas he leído y releído algunos libros, y revisado opiniones de gente del Estado llano. Además, he intentado extrapolar este tema –que no es nuevo- con las violencias que ocurren en tierras ecuatoriales. Me refiero a los acosos y ultrajes a menores en el sistema educativo.

Dos ejes contribuyen a mezclar las historias que han conmovido a medio mundo, y no solo a los públicos de las revistas del corazón: el poder y la gloria, y el dinero y el placer.

No olvido una obra añeja escrita por Esther Vilar –“El varón domado”- quien en la década de los setenta estableció algunos parámetros para descifrar la masculinidad y la femineidad, contrastados en el macho y la hembra que luchan por dominar los territorios de la sexualidad y el poder. Ese radicalismo hoy ha migrado hacia otras latitudes y escenarios, de la mano de las tecnologías, que han hecho visibles las identidades de hombres y mujeres, y desacralizado las supuestas “debilidades”. Con no pocas razones se invoca la idea que el enemigo de la mujer no es el hombre, sino la pobreza y sus causas estructurales, entre las cuales se cuentan, desde luego, la discriminación de género.

Lo masculino y lo femenino
La neurolingüística y otras ciencias afines avanzan con teorías e investigaciones. En ese contexto y en las legislaciones, hay que reconocer que en el siglo XXI se ha avanzado bastante –pero hay que insistir más- en lo que a equidad de género se refiere. Y no por concepción gratuita de los hombres, sino por propio derecho de las mujeres, como seres humanos.

Más de un especialista se cuestiona estos días sobre qué está pasando con los hombres, que hacen las leyes pero no las practican; que ejercen poder pero no dejan espacios a las “minorías” (la mitad de la humanidad está compuesta por mujeres); que escriben “maravillas” sobre la educación y acosan en las aulas…

Pese a ello, la violencia –los diferentes tipos de violencia, entre los que se destacan la violencia doméstica- aumenta según los estudios. Frente a esta situación no hay otro mecanismo que educar a las mujeres –y también a los hombres, por supuesto-, fortalecer las organizaciones femeninas para que alcancen plenitud, en igualdad de oportunidades que los hombres, en los ámbitos educativos, laborales, científicos, sociales, económicos y culturales. En otras palabras: necesitamos más democracia de género, en forma cualitativa, cuantitativa y paritaria.

Apelar a la diversidad
Empero, más de un especialista se cuestiona estos días sobre qué está pasando con los hombres, que hacen las leyes pero no las practican; que ejercen poder pero no dejan espacios a las “minorías” (la mitad de la humanidad está compuesta por mujeres); que escriben “maravillas” sobre la educación y acosan en las aulas…

Lo masculino y lo femenino no están en entredicho, argumenta Pilar Sordo. Es necesario reafirmar –digo yo- la importancia de ser varón y mujer en un mundo que debe apelar a la diversidad y la coeducación, en todas las esferas. Y que ¡viva la diferencia, en todo aquello que nos complementa y realiza como humanidad! Recordemos, finalmente, que hombres y mujeres somos hijos de mujeres. Mujeres son nuestras madres, abuelas, tías, hermanas, esposas e hijas. (O)



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