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Los niños deben leer por placer, no por obligación

Los niños deben leer por placer, no por obligación
16 de julio de 2012 - 00:00

“Cualquier cosa que se haga por obligación termina siendo rechazada”. Lo dijo   Ana María Matute, ganadora del premio Miguel de Cervantes en   2010, cuando le recordaron que su novela “Luciérnagas”  había sido decretada como de lectura obligatoria en los institutos de educación secundaria.

Durante las actuales vacaciones del ciclo Sierra, algunos padres se preguntan cómo despegar a sus hijos del televisor, acercándolos a la Literatura. Consultamos a escritores, talleristas y niños lectores, que coinciden en algo: el amor por la lectura no nace en medio de la obligación. 

“Todo buen libro es un pasaporte a la libertad, al libre pensamiento que siempre cuestionará los valores establecidos”, considera Paulina Briones, directora del Sistema Nacional de Bibliotecas (Sinab) y de la Casa Morada, espacio en el que se dictan talleres de lectura infantil.

Para el pedagogo Augusto Tobar,   a los niños la lectura no debería planteárseles como una imposición.
Alan García-autor de cuentos para niños y jóvenes- está de acuerdo.  

Asegura, eso sí,  que difícilmente un niño podría leer por placer,  si el ejemplo no se lo dan sus padres.
“A veces, ellos quieren endosar al niño una actividad que no practica. El pequeño nunca puede mostrar interés si no ve a sus padres al menos revisar el periódico”.

En Ecuador, la única encuesta de lectura que encontramos -realizada por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc-Unesco)- reveló que en Ecuador  cada persona lee medio libro por año.

Frente a un panorama “repleto” de lectores, Tobar advierte que tampoco se trata de imponerle a los niños  determinadas lecturas que le gusten a los papás.

Briones recomienda ciertos títulos como “Te gustan los monstruos” de Leonor Bravo para aquellos niños cuyas edades van desde los 4 hasta los 6 años, “Doctor Jekyll” y “Mr. Hyde” de Robert Luis Stevenson o  “Después de la nieve” de Sophie Crocket (ciencia ficción) para los más jóvenes.

¿Por qué estos libros? Ella explica que a los niños  este tipo de libros les permite conectarse con la fantasía, que justifica su manera de ser.

“La escolarización  hace algo terrible -entre sus cosas negativas porque las hay positivas también- que es homogenizar su pensamiento”. La lectura plantea un aprendizaje paralelo e individual: “Todas estas historias apelan a un lector, a un sujeto y generalmente la infancia esta niñificada, como si los niños fueran pequeñas personitas sin pensamiento abstracto”.

Briones explica que  estas historias suscitan diálogo, son inquietantes y  hacen que los niños formulen preguntas. Eduardo Ramírez, como padre, ya vio como su hijo de ocho años, dejó en el suelo y después olvidó, los  libros que él le había comprado, para seguir jugando con su “game boy”.

“Mi idea era que además de pasar su tiempo libre en juegos, se distraiga leyendo. Eso hizo mi papá conmigo”, cuenta.  Aunque de esta primera experiencia, sacó la siguiente conclusión:  “A los niños no se les debe imponer, sino persuadir”.

Para la autora de “Estás frita Margarita”,  Mónica Varea, no hay mejor solución que dejarlos elegir los textos a su gusto, ya que en algunos casos, en la edad escolar ellos ya tienen definidas sus inclinaciones y preferencias. “El gusto a la lectura no nace porque los padres o los amigos les impongan, sino porque ellos despiertan su curiosidad”.

En la librería La Rayuela -ubicada al norte de Quito- se han creado espacios de lectura para los niños.
Varea cree que hay que seleccionar con cuidado las obras para los pequeños. “Tiene que ser divertida, fantasiosa, “mentirosa”, con personajes comunes y corrientes de tal forma que el niño se sienta identificado con él y sienta curiosidad por leer más”.

A Daniela Castro, por ejemplo, no le gusta leer -tiene 9 años- porque “si no tiene dibujos yo me aburro”. Prefiere las películas y los programas de televisión.

El pensador italiano Giovanni Sartori, autor de “Homo videns: la sociedad telediriga” -una obra que reflexiona sobre la capacidad de abstracción de las sociedades teledirigidas- describe al homo sapiens como aquel que debe todo su saber a su capacidad de abstracción.  Entonces, habla de las implicaciones que tiene, el ser solo un consumidor de imágenes: “La imagen de un hombre sin trabajo no nos lleva a comprender en modo alguno la causa del desempleo y cómo resolverlo”.

Briones considera que “ los niños que no leen  jamás serán adultos que escriben”. Recomienda que en un taller infantil  se trabaje desde lo lúdico, pero siempre con una armazón que justifique la diversión de la lectura. “ Quién imparte un taller de lectura para chicos debe poder hacer este doble trabajo de planificar de una manera en que no se note el aprendizaje, y al mismo tiempo fundamentar su trabajo en estrategias didácticas”.  Pegar cromos en una revista también puede ser una estrategia para acercar la lectura a los niños, recomienda Varea. “En los puestos de revistas hay de colección de banderas, de monedas, de animales”.

Los cómics también les resultan atractivos, porque combinan imágenes y texto: “Lo primero que leí fue Mafalda, después, empecé con Harry Potter y ahora voy a leer los cuentos de Edgar Allan Poe”, cuenta Sara García, de 9 años. Ella empezó a leer, motivada por sus padres, que revisaban sus libros junto a ella.

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