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Las jornadas de trabajo en el campo superan las 10 horas diarias, según una consultora de fundación esquel

Las mujeres rurales reivindican su rol tradicional y reclaman igualdad de derechos

Lideresas de varias comunidades del país participaron en el Seminario Nacional de Mujeres Electas Rurales  que se desarrolló en Quito. Foto: Daniel Molineros/ El Telégrafo
Lideresas de varias comunidades del país participaron en el Seminario Nacional de Mujeres Electas Rurales que se desarrolló en Quito. Foto: Daniel Molineros/ El Telégrafo
20 de julio de 2015 - 00:00 - Redacción Sociedad

Tras la mirada pasiva y tímida de Teresa Rodas, una indígena shuar, hay fuerza, coraje y entereza. Hace 10 años no afloraban aún estas cualidades, pero ahora esta mujer del cantón Mera ha sacado la voz para demandar sus derechos y los de sus vecinas de pueblo.

Teresa nació en la comunidad rural Puerto Santa Ana, en la provincia de Pastaza. Desde pequeña vivió en el campo; sus actividades siempre estuvieron vinculadas  a la agricultura. También creció con la idea de  formar la tradicional familia de antaño, en la que la mujer se dedica al hogar y a los hijos y el hombre a trabajar y proveer.

“Mi vida siempre fue una lucha con los hombres. Desde el inicio vi cómo ellos maltrataban a las mujeres y eso era normal. Cuando fui madre y esposa también fue una lucha con mi pareja”, expone Teresa.

Sin embargo, desde que pertenece a la Asociación de Mujeres de Juntas Parroquiales Rurales del Ecuador – (Amjupre), su vida ha tenido un cambio radical. Aprendió sobre derechos, recibió capacitaciones sobre los nuevos roles que pueden cumplir las mujeres en el ámbito social y político y conoció la importancia y trascendencia de la equidad de género.

“Me di cuenta que hay mujeres que están liderando en sus comunidades como lo hacen los hombres, por eso cambié. Ahora ya hablo de igualdad y de equidad porque nosotras tenemos derecho a ser libres y abrir nuestras bocas, a no tener miedo y a saber que tenemos que ser escuchadas”, comenta Teresa,  quien ahora tiene como prioridad enseñar a sus 6 hijas y a su varón que todos, sin importar el sexo, tienen los mismos derechos en la sociedad.

Teresa es representante de base de su comunidad y da charlas periódicas sobre derechos de las mujeres en zonas rurales. El pasado miércoles viajó a la capital para participar del Seminario Nacional de Mujeres Electas Rurales que organizó Amjupre con auspicio de la fundación Friedrich-Ebert-Stiftung, Ecuador (FES-ILDIS).

En el encuentro, al que asistieron más de 20 lideresas rurales de las provincias de Ecuador, se analizaron algunos temas como los nudos críticos a los que aún deben sobreponerse las mujeres que viven en las zonas rurales del país, formas de violencia, pero también los logros conseguidos en estos años.

Dolores Padilla, consultora en la Fundación Esquel, ha trabajado 4 décadas con las mujeres que viven en zonas rurales. Si bien reconoce que hay avances como la actual Ley de Cuotas y Paridad que contabiliza un 25% de mujeres electas para las Juntas Parroquiales Rurales (JPR), todavía hay disparidad, pues solo el 11% de las listas de candidaturas a estos organismos son encabezadas por mujeres y apenas 101 de 185 son presididas por ellas.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 5’392.713 personas viven en las zonas rurales del país.

¿Dónde están las limitaciones?

“Las oportunidades para las mujeres rurales se han visto limitadas por las dinámicas propias de la estructura agraria, de la negación del otorgamiento de un crédito, de la propiedad de la tierra, del manejo del agua (...) sobre ella se recarga un ritmo de trabajo de 16 horas diarias lo cual limita profundamente las posibilidades que tienen”, destaca Dolores Padilla.

La experta también asegura que las mujeres que viven en zonas rurales tienen múltiples responsabilidades como el trabajo en la tierra, actividades productivas, el cuidado de los hijos y los quehaceres domésticos. Esto, sumado a que algunas de ellas viven en situación de pobreza, de maltrato y sin acceso a educación, las limita a desarrollarse en otros ámbitos como la política. Pero cuando llegan a cargos importantes aún hay violencia.

“Ha habido casos de cómo los propios presidentes de la juntas parroquiales limitan el trabajo de las mujeres. Las acosan. Además los  maridos no entienden estos cambios y las abandonan con sus hijos”, asegura.  

Miguel Andrade, experto en temas rurales y quien participó como expositor en el seminario, considera que crecer en estas zonas del país tiene un peso importante en la economía de Ecuador y una trascendencia social. “Una cosa es analizar el territorio rural, pero no solo es el espacio, dentro de él se tejen una construcción social significativa con mucha memoria, donde confluyen la diversidad de pensamientos, de experiencias, condiciones étnicas, aspiraciones individuales y grupales”, destaca.

De hecho durante el encuentro, Mayra Aguilar, concejala del cantón Pedro Vicente Maldonado, provincia de Pichincha, tomó la palabra: “Estar aquí me pone contenta, me siento con las mías. (...) Debemos involucrarnos más como mujeres y trabajar de la mano por nuestros derechos”.

Junto a ella, Martha, lideresa  de la parroquia Ricaurte, provincia de Los Ríos, hizo un llamado a frenar la violencia, a valorar las vivencias y experiencias del vínculo con el campo  y a trabajar por una sociedad justa. “No debemos pasar desapercibidas por la vida”, apuntó.

El trabajo que inició Luz Haro, fundadora de Amjupre desde 2003, ha dado frutos. Sin embargo, para ella aún hay trabajo por hacer. “Debemos fortalecer las voces, ir formando el talento humano  nos permite tener una visión distinta para consolidar procesos organizativos. Solo así podremos tener a incidencia territorial y nacional”, sostiene Luz, quien sueña con que muchas de sus compañeras lleguen a ser alcaldesas, concejalas y hasta presidentas. (I)

“Una mujer preparada no da su brazo a torcer”

Nació en la parroquia rural San Plácido del cantón Portoviejo en la provincia de Manabí. Creció en el campo, pero dice que desde muy joven siempre cuestionó ciertas prácticas en las que se discriminaba a las mujeres.

Hace 2 años la Asociación de Mujeres de Juntas Parroquiales Rurales del Ecuador – Amjupre la postuló para representar a las mujeres rurales en ONU Mujeres.

Zoila Bermello ingresó al concurso que reunió a más de 200 postulantes. De la preselección quedaron 60 y de ellas, Zoila, junto a 8 mujeres más, fue elegida para formar parte del primer grupo asesor de ONU Mujeres para la sociedad civil.

Si bien su período ya debía concluir, ella fue escogida nuevamente por ONU Mujeres por 2 años más para que replique sus conocimientos a las nuevas representantes que ingresarán.

Zoila es casada y tiene una niña. Su esposo la apoya, especialmente, cuando tiene que viajar por alguna reunión o ausentarse del hogar. Esa apertura —dice Zoila— aún no tienen todas las mujeres rurales.

“El obstáculo más grande es el de nosotras mismas, empezando por la falta de decisión porque muchas mujeres aún tienen miedo de hablar, de salir, de dejar a sus hijos, al esposo. Aún está arraigada la idea de que si nos vamos un día se nos puede caer la familia. Si no te empapas, te preparas, te capacitas y sabes cuáles son  tus derechos es imposible que una mujer rural pueda salir”, explica.

Reconoce que ahora sus pares afortunadamente están ocupando puestos importantes en las Juntas Parroquiales, algunas son concejalas, pero cree que la violencia política aún continúa.

“Muchas mujeres todavía deben pedir permiso a sus autoridades para empaparse de lo que deberían ya conocer a fondo antes de ser parte de un gobierno parroquial. Aún se debe pedir permiso al presidente de las juntas para capacitarse porque  la verdad es que hay temor. Ahora saben que mujer capacitada y preparada es mujer que no dará su brazo a torcer”, dice Zoila muy enfática. (I)

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