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El Telégrafo
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Un pájaro está valorado en $12

La venta de fauna silvestre, sin control

Consultores y policías ambientales piden a la ciudadanía que no conviertan las especies silvestres en mascotas. En el centro de Guayaquil es común ver a las aves enjauladas y personas vendiéndolas en las calles.
Consultores y policías ambientales piden a la ciudadanía que no conviertan las especies silvestres en mascotas. En el centro de Guayaquil es común ver a las aves enjauladas y personas vendiéndolas en las calles.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
29 de julio de 2016 - 00:00 - Redacción Sociedad y Regionales

Guayaquil-Cuenca-Ambato.-

Unas gafas oscuras ocultan parte de su rostro. Lleva una bolsa jean de cuyo interior saca alpiste. Con estas semillas alimenta a una pareja de loritos que cuelgan de su brazo izquierdo. El vendedor de estas aves silvestres las comercializa en los exteriores de la Caja del Seguro (centro de Guayaquil).

El hombre explica, a cualquiera que se le acerca, que son loritos reales “loritos del amor” recién traídos de Santo Domingo. Muestra las plumas, de diversos colores, para convencer a los clientes.  El valor de cada uno es de $12.

El expendio de especies silvestres no es un caso aislado en la ciudad y en el país.

El Ministerio del Ambiente del Ecuador (MAE) y la Policía Ambiental, en su último decomiso en Guayaquil (en este mes), allanaron tres inmuebles donde se almacenaban animales que iban a ser comercializados de manera ilegal. “Presuntamente, quienes se encontraban en su posesión serían parte de una red de tráfico ilegal de fauna silvestre”.

Un problema recurrente

Pericos y monos son los animales que más se tratan de vender en mercados de Cuenca. Los traficantes los llevan ocultos en cestos y debajo de los asientos de los vehículos. El mercado El Arenal, al sur, es uno de los sectores más concurridos. La pareja de pericos se expende entre $ 8 y $10.  

Guillermo Cobo, director de la Guardia Ciudadana, precisa que hay semanas en las que rescatan hasta 7 especies. En Ambato, Latacunga y Riobamba también se han detectado casos de transporte y comercialización ilegal.

El pasado martes, en Cotopaxi, cuatro venados de cola blanca iban a ser trasladados en el balde de camionetas. Según el MAE, “los animales, presuntamente, fueron víctimas de caza ilegal”.  

Controles de las autoridades

Roberth Ulloa, de la Unidad de Protección del Medio Ambiente (UPMA), señala que actualmente se hacen trabajos de inteligencia, en la ciudad y en la vías, para erradicar este delito.  

Un reporte (de enero a julio de este año) precisa que en Guayaquil se han rescatado a 141 animales que estaban retenidos (9 especies).

El tráfico -explica- implica el transporte de la fauna en donde participan más de 20 individuos. “La persona que viene con uno o dos se la denomina comerciante. Extrae animales de su hábitat para venderlos en la ciudad, equívocamente, como mascotas”.  

Los vendedores argumentan -dice Ulloa- que trajeron la “mercancía” del campo o que los rescataron de un árbol de la zona. “La especies de vida silvestre no son mascotas”. Tras salvarlas son llevadas a la Reserva de Producción Faunística Manglares del Salado.

Por su parte, Catalina Albán, directora de la Guardia Ciudadana, detalla que realizan inspecciones de forma frecuente guiados por denuncias de ciudadanos. Los animales que son vendidos -agrega- llegan de la Costa y de la Amazonia. “Muchos mueren (en el camino) porque están mezclados con otras cosas”.

Daño a la naturaleza

Nancy Hilgert, consultora ambiental, afirma que el perjuicio al ecosistema es alto, pues los animales silvestres  son dispersores de las semillas que permiten la conservación y multiplicación de los bosques (necesarios para los seres humanos). “Son parte del equilibrio de la naturaleza. Si dejamos de tener dispersores, no habrá repoblación de las plantas endémicas”.

Hilgert advierte que no solo en La Bahía (Guayaquil) se expenden. También se lo hace en Urdesa y Samborondón. “Las personas que compran desconocen que estas aves sufren. Al estar encerradas se dedican a sacarse las plumas del pecho, no comen, padecen de avitaminosis, se les tuercen las plumas (debido a que no comen su alimento habitual y adecuado) o se golpean contra los barrotes de la jaula”.

La ornitóloga Carola Bohórquez indica que para que se dé la recuperación es necesaria la creación de verdaderos centros de rescate para su rehabilitación. “Lo que aquí funciona son zoológicos. Se lo quito de la jaula de la casa para que sigan en la del zoológico. Nos hace falta un lugar  donde se prepare al animal. Para reinsertarlo debe estar en cuarentena y que se le enseñe a comer de nuevo”.

Bohórquez asegura que los animales, antes de ser vendidos, sufren maltrato. “De cada 100 aves capturadas, solo 10 sobreviven  debido a los mecanismos de caza”.

Hilgert añade que los cazadores cortan los árboles donde se anidan. Aquello daña la cadena trófica del ecosistema. La captura provoca un desplazamiento de la especie; finalmente lo peor que puede ocurrir es que corran peligro de desaparecer.

En la actualidad, asegura Bohórquez, existen menos de 100 papagayos. “Es menos comercializado porque ya no los tenemos en gran número. Antes una persona podía pagar hasta $ 200 localmente, y en lo internacional $5.000”. (I)

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