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La textilería inca, un lujo recordado por historiadores

Los artesanos prehispánicos ornamentaron sus textiles pintándolos con estampados o introduciéndolos en un líquido colorante. Las tonalidades fueron aplicadas a la lana y el algodón.
Los artesanos prehispánicos ornamentaron sus textiles pintándolos con estampados o introduciéndolos en un líquido colorante. Las tonalidades fueron aplicadas a la lana y el algodón.
Foto: cortesía El Tiempo
25 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Intercultural

En los libros de Crónicas de Indias hay episodios que describen que cada vez que Atahualpa se desvestía, sus sirvientes recogían la ropa y la quemaban. Si alguien se atrevía a tocarla, recibía un castigo. La vestimenta era de suma importancia, pues se trataba de un tema de supervivencia y prestigio.

El Estado se encargaba de  distribuir el algodón y la lana, por lo que supervisaban su adecuado uso. También aislaban a los “cumbicamayoc” y a las “aclla” para que se dedicaran solo a producir textiles.

Eran educados para hacer telares, fabricar el hilo y después empezar a tejer. De esta cultura nace la técnica del ikat, que aún se emplea en Gualaceo y que es una de las que aún sobreviven.

En el libro El mundo textil, editorial Abya Yala, de Anath de Vidas, explica que había dos tipos de textiles: el “cumbi”, que era solo privilegio del inca y de las personas que él quería honrar y la “awasqua”, producida solo para actividades domésticas.

Bernabé Cobos, uno de los cronistas tempranos, señaló en varios de sus escritos que el “cumbi” tenía una belleza y una calidad superiores a las telas europeas de la época.

El Tahuantinsuyo
La vestimenta también se la consideraba como un tributo de parte de los pueblos sometidos por los incas, quienes eran obligados a tejer y trabajar la tierra para beneficio del Estado.

En aquel tiempo se carecía de moneda por lo que los textiles eran guardados en diferentes depósitos del Tahuantinsuyo. Esto demuestra la importancia del textil para el pueblo inca.

Otro de los usos que más le importaban a los emperadores era el ritual.

“Cada vestuario era para un uso específico”, reveló Felipe Guamán Poma de Ayala. Lo más importante -explicó- es que tanto la agricultura como la textilería estaban reflejadas en Viracocha, el “hacedor de todo” para los incas.

El dios creador es un legendario héroe de cuatro caras, la primera representa el saber y el orden (Pachayachachi), la segunda las propiedades mágico-curativas y la agricultura (Amaymana), la tercera las telas culturales y rituales (Tocapo) y la cuarta lo no explícito (Taguapaca).

“La existencia de dos divinidades, de la agricultura y el textil, certifica la importancia de estas actividades en esa sociedad”, mencionó Cobo.

El atuendo
El cronista Cobo también dijo que el inca ordenó que cada pueblo vencido debía conservar su propio atuendo y, a pesar de que se distribuía la lana, nunca se unificaron las vestimentas ni las decoraciones.

También contó que los “tocapos” eran figuras geométricas encuadradas vertical u horizontalmente que se podían apreciar en los cinturones o fajas y en las túnicas.

“Estas figuras representan el linaje, el origen y también el parentesco de la persona que lo usa”, se explica en el libro, y el “Tocapo” era el nombre de la deidad relacionada, específicamente, con los textiles rituales que es una de las caras de Viracocha.

Para los incas también era muy importante el color en la ropa, Ecotintes, es un sitio web en el que expresan que la textilería prehispánica es una obra de arte.

Los “tanticamayoc” o “cauticamayos” eran los tintureros y consiguieron con gran maestría reflejar en sus textiles su vida y entorno.

Esto se enriqueció con la policromía, técnicas de coloreado, tejido y aplicaciones, y con las finas fibras empleadas.

El teñido era un proceso muy importante en la fabricación de tejidos, los “cautimayos” eran los responsables de coger los colores con que se teñían las ropas.

Los artesanos prehispánicos ornamentaron sus textiles pintándolos, con estampados o introduciéndolas en un líquido colorante.

Los colores fueron aplicados a la lana y el algodón de diversas maneras, antes de hilarlos o en el tejido mismo, tal como sucede en el Ikat. 

El dar un baño colorante a la tela merece atención por las opciones decorativas que ofrece.

“En ocasiones las piezas eran procesadas, enrolladas y atadas”, refirió la antropóloga Tamara Landívar, quien aseguró que esta técnica aún se conserva para tinturar.

También añadió que se conseguían los colores con el uso de la cochinilla, el “chamari”, el aliso y otras plantas que daban colores intensos.

Lograban esta diversidad de tonalidades porque los ponían a hervir, pero también eran capaces de modificar la intensidad y hacer combinación de colores con la técnica del amarrado. (F)    

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