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La desnutrición crónica afecta al 42% de niños indígenas de 0 a 5 años

Las madres indígenas alimentan a sus hijos con carbohidratos, pero no priorizan la fibra y las proteínas. Foto: Santiago Aguirre / El Telégrafo
Las madres indígenas alimentan a sus hijos con carbohidratos, pero no priorizan la fibra y las proteínas. Foto: Santiago Aguirre / El Telégrafo
26 de octubre de 2014 - 00:00

Hace 4 meses que Bertha Cizaguano tuvo a su tercer hijo en el cuarto de su casa. No alcanzó a llegar a un centro de salud ni a comunicarse con una partera que la guiara en el alumbramiento. Su hijo nació con 5 libras, un peso que, según los estándares, se considera bajo, pues el adecuado es de 6 libras.

Con el tiempo, el pequeño ganó peso y en 2 meses más estará listo para combinar la leche materna con otros alimentos complementarios. “Yo le voy a dar yema de huevo, machica, maíz, avena, papas. Lo que siempre les he dado a mis hijos. A mí nadie me ha enseñado, yo me imagino que eso es lo que debo darles”, explica Bertha, quien nunca ha recibido una guía nutricional sobre alimentación.

Según el informe ‘La niñez y adolescencia en el Ecuador contemporáneo: avances y brecas en el ejercicio de derechos’, elaborado por el Observatorio Social junto a la Unicef, la desnutrición crónica en niños de 0 a 5 años aún es un desafío que Ecuador debe superar.

Las últimas cifras de 2012 muestran que el 25% de este grupo etario aún presenta esta complicación. Si bien desde 2004 se ha reducido en más de 8 puntos porcentuales la desnutrición crónica, la cuarta parte de la población de primera infancia aún padece de este mal.

Los menores indígenas de 0 a 5 años son los más afectados. Ellos  representan el 42%, los menores montubios alcanzan el 21%, mientras que los blancos mestizos registran el  24% y los afroecuatorianos el 18%.

La Encuesta Nacional de Salud yNutrición Ensanut (2011-2013) concluye que las poblaciones indígenas y afroecuatoriana son las más afectadas por anemia con 41,6% y el 24,9%, respectivamente.

La desnutrición crónica es el cálculo que se hace de la relación entre la talla y el peso de una persona. Para ello hay una tabla de crecimiento que utilizan los pediatras y los nutricionistas en las consultas médicas. 

Según la nutricionista Loli Robalino, la desnutrición crónica del menor también depende de cómo se alimentó la madre durante la etapa de gestación.

A su criterio, una mujer embarazada debe ingerir carbohidratos, vitaminas y proteínas en cantidades adecuadas (5 veces al día) y en porciones moderadas.

“No me sorprende que los niños indígenas aún tengan esta condición. Cuando hice la rural tuve de cerca varios casos. El problema es que la población indígena prioriza el carbohidrato, como papas, colada y arroz, por sobre las frutas y los vegetales (...) Lo principal es combinar y equilibrar la alimentación”, explica.

Juana Isama, oriunda de Otavalo, es madre de 5 hijos. Asegura que todos los niños que nacieron, ahora son “bajitos”, a pesar de que los alimentó con todo tipo de granos, coladas y sopas. Recuerda que la carne o el pollo casi nunca estuvo presente en la mesa.

“Yo les daba leche materna hasta cuando ya no cogían el seno como hasta el año (...) Me alimentaba con las cosas que recogía del campo, el arroz, la quinua, la papa”, recuerda. 

Lactancia materna

Los expertos recomiendan que la lactancia exclusiva al menos debería extenderse en el primer año de vida del menor de forma complementaria a los alimentos.
La Ensanut destaca que solo el 52% tiene lactancia materna exclusiva (sin fórmula) en el primer mes de vida. En el caso de las madres indígenas, el 77% de ellas prioriza la lactancia antes de los 6 meses de vida.

Desde edad temprana, el 50% de los niños entre 0 y 1 mes fue expuesto a leche de fórmula y al consumo de alimentos semisólidos y suaves, lo cual se contrapone a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta organización establece que la alimentación complementaria debe iniciar a partir de los 6 meses de vida.

Para el pediatra Marcelo Meza, la leche materna y la alimentación complementaria desde los 6 meses de vida del niño que incluya grasas y proteínas, y no solo carbohidratos, garantiza su salud y evita que tenga complicaciones en el futuro.

“Hay consecuencias por la desnutrición. El niño tendrá una talla y un peso más bajo, acompañado de un problema neurológico que le impedirá desarrollar totalmente la parte cognitiva. Hay muchos efectos a nivel neurológico; no habrá el pensamiento rápido, abstracto, y serán personas que tengan una evolución menos activa”, explica. 

Advierte que una vez detectada la desnutrición crónica, un grupo multidisciplinario de sicólogos, nutricionistas y pediatras deberá controlar la dieta del menor con vitaminas y una adecuada ingesta de calorías. 

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