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La científica que buscó su rana en el patio de la “U”

La científica que buscó su rana en el patio de la “U”
28 de agosto de 2012 - 00:00

Las ranas adornan su laboratorio, un lugar sereno, porque la investigadora Eugenia María del Pino considera que el silencio es importante. En su acuario, que simula el entorno natural de la especie, está la Xenopues laevis, que vino desde África. Las conoce a todas de memoria.       

Bióloga de profesión, es la única ecuatoriana que forma parte de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos; se caracteriza porque nunca ha dejado que las limitaciones de su entorno estropeen su curiosidad.

Hace más de 20 años, la bióloga atrapó una rana marsupial en el patio de la Pontificia Universidad Católica de Quito.
Como entonces no tenía el dinero suficiente para comprar una Xenopus laevis -que era la más adecuada para su investigación-, trabajó con ella, estudiando las adaptaciones que el animal había realizado para reproducirse.
A diferencia de la rana Xenopus laevis, la marsupial  tiene una bolsa en la espalda.

Después de aparearse, la mayoría de las ranas ponen los huevos en el agua para que se desarrollen. Estos renacuajos pasan por un proceso de metamorfosis y después se convierten en ranas terrestres.

La marsupial se sale de la norma. Lleva en una bolsa, tal como lo hacen los canguros, a sus crías: “Esta adaptación  se realiza para reducir el periodo en el que los huevos tienen que estar en el agua, donde son más vulnerables”, explica la bióloga, quien demostró a través de su trabajo que los sapos y las ranas han evolucionado en su sistema de reproducción.   

Eugenia María realiza sus investigaciones en el laboratorio 112 de la universidad donde encontró la primera rana. Allí tiene los equipos que necesita: microscopios, tubos de ensayo, gruesos libros de biología y un espacio donde guarda las especies que concentran sus preguntas.

Utiliza lentes con marcos rojos, su delantal es inmaculado y se muestra amable, repitiendo con frecuencia las palabras “con mucho gusto”.

La bióloga recibió hace pocas semanas el premio Eugenio Espejo al mérito científico. Sus estudiantes tienen mucho que aprender de ella, además de la teoría: “Siempre nos contagia su entusiasmo”, comenta una de las estudiantes, quien trabaja con la especialista todos los días desde las 08:00.

La especialista también ha estudiado los procesos de reproducción en otras ranas. En total, Ecuador tiene cerca de 450 especies. Por eso encontró que una de ellas se caracteriza por confeccionar su nido con espuma. Durante el apareamiento estas ranas segregan una gelatina similar a la clara del huevo de pollo.  

Mientras copulan, los animales baten esa gelatina con las patas, convirtiéndola en espuma blanca, donde depositan sus huevos que flotarán en la espuma durante dos días, posteriormente se reventarán y caerán en el agua.

Otras ranas han desarrollado mecanismos de supervivencia para sus crías. Lo hacen para reducir la dependencia del agua como ambiente para criar a los renacuajos porque es un entorno agreste donde están expuestos a los ataques de otras especies.  

Las ranas endrobátidas, venenosas, son, por ejemplo, territoriales. El macho encuentra un sitio en la tierra donde va a hacer el nido. Para llamar a la hembra, canta. Luego de la fecundación el macho cuida los huevos. 

Durante 19 días permanece junto a las crías. Después, los renacuajos saltan y se adhieren a la espalda del padre, quien los lleva hasta el agua.

Las observaciones de Eugenia María le han permitido establecer cómo las ranas crean esos mecanismos para proteger a sus crías. Ese trabajo acucioso y serio la ha llevado, también, a formar parte de la Academia de Artes y Ciencias, desde el 2006.

Ha recibido otros premios como el TWAS Medal Lectur, otorgado por la Academia de ciencias para el mundo en desarrollo y el premio de L’oreal y la Unesco, destinado a las mujeres científicas de América Latina.

También ha trabajado en la preservación de las Islas Galápagos, ayudando a la fundación Charles Darwin a establecer becas para estudiantes ecuatorianos en las islas.

Esta mujer, que ya cumplió los 67, ha escrito valiosos textos sobre la evolución en especies, haciendo de su laboratorio un templo y de su talento y entusiasmo, su doctrina.

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