La brecha salarial entre hombres y mujeres también se da en el deporte
Convertirse en deportista de élite y llegar a competir en unos Juegos Olímpicos significa una vida de trabajo, constancia y sacrificio: horas y horas de entrenamiento, una alimentación rígida y apoyo, tanto familiar como de las instancias deportivas. Esto lo tiene claro Karla Espinosa, quien a sus 15 años sueña con ser campeona de boxeo.
Mientras envuelve en su mano una venda azul que combina con el esmalte lila de sus uñas, indica que, en el caso de las mujeres se debe sumar otra cualidad a la lista de requisitos para deportistas élite. “Creer en ti, sin importar lo que digan los demás”.
Con esto coincide su amiga y compañera de entrenamiento Pamela Simbaña, a quien los chicos del gimnasio y el entrenador, Segundo Chango, conocen como ‘China’. Las jóvenes recuerdan que, cuando iniciaron su formación deportiva, algunos chicos las miraban golpear el cuchimbolo del gimnasio y les decían ‘machonas’.
“A mi papá no le gusta que entrene. Para él, estas cosas no son de mujeres, pero de forma resignada me apoya”, dice Karla con una sonrisa.
En el gimnasio ellas son minoría. De los cerca de 45 boxeadores amateur que entrenan en La Tola, apenas 8 son mujeres.
Según Chango, la mujer, poco a poco va ganando espacio. Recuerda que 1998 entrenó -por primera vez- a dos chicas que llegaron al gimnasio. Hoy son cerca de 10.
En cuanto a las exigencias físicas, ellas realizan las mismas actividades que los hombres. Este año, incluso, las mujeres pelean tres rounds de tres minutos, como los varones. Antes sus rounds duraban dos minutos.
Ellas aún son minoría
Pero el boxeo no es la única disciplina en la que ellas son menos. Datos del Ministerio del Deporte indican que de las 28 federaciones ecuatorianas, en 5 no consta ni una mujer dentro del Plan de Alto Rendimiento. Una de esas disciplinas es boxeo, le siguen remo y buceo.
En los últimos Juegos Olímpicos Río 2016, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indicó que las niñas y mujeres de todo el mundo reciben menos oportunidades, menos inversión, formación y seguridad cuando practican deporte. “Cuando lo hacen como atletas profesionales se encuentran con el techo de cristal y una brecha salarial sustancial”, indicó un comunicado de la organización internacional.
El deporte en el que la brecha salarial es más evidente es el fútbol.
Durante la Copa América femenina disputada en Ecuador en 2014, se estimó que la DT de la selección, Vanessa Aráuz, recibía un salario aproximado de $ 1.500, mientras que uno de los entrenadores de la serie A (el de menos ingresos) percibía un sueldo de $ 3.500.
Es martes (19:00) hasta una de las canchas de césped del parque La Carolina llegan 33 chicas que pertenecen al equipo que disputó la final del campeonato de fútbol 2016: Espuce. El club fue fundado por exalumnos de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE), pero en la actualidad no tiene ninguna vinculación con el centro de estudios superiores.
Mauricio García, entrenador y dirigente del equipo, explica que en Ecuador no hay fútbol femenino profesional, sino solo amateur. “Si no hay compromiso por parte de la entidad rectora (la Federación Ecuatoriana de Fútbol), no se podrá consolidar este deporte”.
Todas las jugadoras de Espuce son estudiantes o tienen un trabajo a tiempo completo, además de ser futbolistas. Ninguna de ellas recibe un salario por jugar.
Sin embargo, a escala nacional, hay tres jugadoras en Colombia, donde sí hay una liga profesional, que reciben una remuneración económica, aunque no está al mismo nivel que los hombres. Además, otras jugadoras se fueron a Estados Unidos. (I)
